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Elena Pay y Paz, antología de su obra

Elena Paz y Paz de Hurtado

El 17 de febrero del 2020 sería el cumpleaños 90 de Elena Paz y Paz de Hurtado (así se firmaba y así lo reivindicaba). Pero ella determinó –o como ella misma diría, de cierta manera, se programó (pues «la mente es poderosa»)– irse 10 años antes. Así lo sentenció: «Cuando yo cumpla 80 años, me muero». Y cumplió, al día siguiente de su cumpleaños, falleció.

Hija de don Alberto Paz y Paz y doña María Luisa González, la quinta de 6 hermanos y madre también de 6 hijos, abuela de 14 nietos y muchos bisnietos, de los cuales, conoció a pocos.

Elena Paz y Paz, autorretrato, óleo sobre tela

Mujer de gran belleza externa e interna, si bien no le faltaba el maquillaje, lo usaba de modo discreto y austero. Inteligente, tanto racionalmente como con la sabiduría de la intuición. Una mujer determinada, que sabía lo que quería y lo que no.

Disfrutó de la vida, a su manera, de múltiples formas. Fue acompañante de su esposo, con quien se amaron profundamente, como dicen, en las buenas y en las malas, influyendo en él de manera decisiva. También fue madre de sus hijos a plenitud. Viajó por el mundo. Conoció lugares y personas extraordinarias.

Sin ser feminista, marcó un hito en lo que las mujeres pueden y deben ser y hacer. Estudió para maestra en la Escuela de Belén, pero como quería seguir estudiando en la universidad y en ese tiempo era indispensable tener el título de bachiller, estudió también en el Instituto Nacional Central para Varones, junto a dos mujeres más. En la Universidad de San Carlos se graduó de licenciada en Pedagogía.

Mujer sensible, con una vocación especial por el arte, siendo aún estudiante de secundaria tomó cursos que la acercaron a distintas técnicas en la Escuela de Artes Plásticas en la ciudad de Guatemala.

La técnica en que más destacó fue en el esmalte sobre cobre, pero también hizo pintura al óleo, acuarela, acrílico, sobre vidrio y otros cuadros utilizando técnicas mixtas; hizo escultura, joyería, batik (teñido en tela). También escribió relatos cortos, ensayos y poesía (que permanece inédita en este país de la eterna tiranía).

La vida en el exilio en Costa Rica durante su niñez, escuchando las reuniones de los perseguidos políticos por Ubico, la marcó. Siempre tuvo interés en la política. Años después, referentes claves para ella fueron Fidel y el Che, a quienes admiraba. Uno de sus libros de cabecera fue La historia me absolverá, que fue la defensa que presentó Fidel Castro en el juicio luego de su detención tras el asalto al Cuartel Moncada. Disfrutaba escuchando Radio Habana Cuba, cuando eso era prácticamente un delito. Y, no por gusto, una de sus frases favoritas era: «Patria o muerte. Venceremos.»

Mujer culta, políglota, que tenía como lengua materna el español, hablaba bien el francés, se defendía en el inglés y también algo de alemán. Sin embargo, por esa sensibilidad social, decidió aprender k’iche’. Su argumento fue: «Cómo voy a hablar idiomas extranjeros y no hablar ninguno de los idiomas que habla la mayoría de mi país».

[1] Tomado de «Intento del retrato de mi madre». Juan José Hurtado Paz y Paz.

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