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Salas de cine y la primavera revolucionaria (1944-1954)

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Salas de cine y la primavera revolucionaria (1944-1954)

Patricia Lepe | Política y sociedad / EL TIEMPO DE CLÍO

El ascenso de la revolución guatemalteca y de los gobiernos de Juan José Arévalo y Jacobo Árbenz otorgaron nuevos aires democráticos al país, como lo fue la apertura comercial, la libertad de expresión y el acceso a las distracciones, siendo «el cine según el “Estudio sobre las condiciones de vida”, realizado por la Dirección General de Estadística, donde casi toda la totalidad de los entrevistados gastaban sus ingresos»[1], ya que además del deporte, no había nada más que llamara la atención e interés de la población guatemalteca.

El columnista de El Imparcial, Efraín Moreno, avisaba que para 1947 había una población de trescientos mil habitantes y «los cines eran insuficientes, por lo que hacía un llamado a empresarios para establecer una cadena de teatros baratos en las periferias y áreas residenciales».[2] Esto tuvo eco porque a lo largo de los diez años de la Primavera surgieron también más de diez salas de cine. La primera corresponde a la reapertura del Teatro Abril en 1945, con nuevos aparatos sonoros.

Dos años después, el 24 de septiembre de 1947, se inauguró el Teatro Roxi, situado en la 6ª. Avenida Sur, No. 42. El 31 de octubre, se inauguró el Cine América, ubicado en la 17 calle poniente, No. 13, anunciándose como la «más moderna y popular del sector, con desnivel en el piso para la perfecta visibilidad de los espectadores, ventilación con renovación de aire e higiénicos sanitarios».[3] El 29 de noviembre, se inauguró el Teatro Alameda, en el barrio La Parroquia, de la zona 6.

En 1948, el 29 de octubre de 1948, se inauguró el Cine Moderno, propiedad de Juan Ciani. Ubicado en el barrio San Pedrito, actualmente zona 5. La construcción del edificio «con líneas sobrias y modernas poseía una capacidad para 2200 personas».[4] Para inicios de 1950, la ciudad albergaba casi medio millón de habitantes, situación que provocó una explosión de los límites urbanos que se habían definido desde su fundación en el siglo XVIII. «La clase alta dejó el centro para trasladarse hacia suburbios del sur»,[5] mientras las clases populares se situaron en el centro y sus periferias.

Tras la llegada de Jacobo Árbenz, en mayo de 1951, se inauguró el Cine Fox, ubicado en la 7ª. Avenida y 19 calle oriente, contiguo a la Tipografía Nacional. El 29 de junio, se abrió el Cine Popular, ubicado en la 15 calle poniente y Avenida Elena, esquina; considerada una zona populosa de la ciudad. El cine poseía capacidad para albergar «a mil personas en luneta, trescientas en balcón y mil quinientas en galería».[6]

El crecimiento de la ciudad era tan rápido que el centro parecía estar lejos; hecho que llevó al surgimiento del Cine Norte, al final de la 4.ª avenida norte, para abarcar los sectores de Jocotenango, San Antonio, El Zapote, Simeón Cañas, el Barrio Moderno, El Sauce y Lo de Bran. Este cine sobresalió en el sector por su rótulo de gas neón.

A finales de diciembre, Ramiro Samayoa inauguró el Cine Reforma, ubicado en la Calle Mariscal Cruz y Paseo de La Reforma. El mismo, se caracterizó por su construcción art déco y por poseer solo 800 asientos en luneta, presentándose como el primer cine exclusivo para la élite, porque al no haber galería, las clases sociales no podrían reunirse, como sucedía con las otras salas en donde confluían ricos, capas medias y pobres. Había un foyer para charlar y descansar previo a entrar a la función y un monumental anuncio eléctrico sobre la marquesina para conocer los programas de la semana.[7]

Por último, el 10 de abril de 1953, en la 2.ª avenida y 41 calle poniente, cantón Barillas, se inauguró el Cine Real, el cual acercó el cine a los barrios Landívar, Progreso, Mariscal y el sector del Guarda Viejo. Cinco salas presentaron, durante la noche de su inauguración, películas mexicanas. Solo una sala proyectó una película europea y las otras cuatro mostraron filmes estadounidenses, dobladas al español.

Los precios en los cines populares oscilaban en Q 0.10 para galería general, Q 0.25 para galería numerada y Q 0.35 y Q 0.50 para luneta, pero en el Cine Reforma, el valor del ingreso era de Q 0.75 en matiné y Q 1.00 en la función nocturna. Jorge Mario García Laguardia, abogado constitucionalista y quien era un adolescente durante la revolución comentó que «los días sábados, durante las matinales, la entrada al cine tenía un costo de cinco centavos».[8]

A pesar de este esplendor cinematográfico, las salas pasaban algunos problemas, como la falta de higiene en los servicios sanitarios y la basura porque los empleados no se daban abasto para tanto trabajo. [9] También estaban los espectadores que fumaban adentro de las salas, los niños de pecho que lloraban sin parar y las ratas que deambulaban durante las proyecciones de las películas, lo que generaba quejas, disgustos y sobresaltos entre los espectadores porque «no había sala que se salvara».[10]

«La exhibición de películas de amor, dramas con escenas eróticas y películas mexicanas con demasiado machismo, no aptas para menores de edad»,[11] eran otros malestares entre los adultos y padres de familia. También estaban «los chistes de mal gusto y las frases soeces que hacían sonrojar a las damas y palidecer a los caballeros que se encontraban en galerías y lunetas»,[12] provocando que la función fuera un desastre para unos y algo sumamente ameno y gracioso para otros.

Al identificar la procedencia del cine exhibido, «el 64% de las películas que se proyectaban venían de Estados Unidos, un 20% de México, un 6% de Argentina, un 4% de Inglaterra, un 3% de España, un 2% de Italia. Mientras el cine soviético apenas alcanzaba el 1% al igual que el guatemalteco».[13] Los cines de estreno presentaban tres películas a la semana los días domingo, jueves y sábado. Los cines de reprisse se abastecían de las películas preferidas, «como las habladas en español, y las norteamericanas de acción».[14] Las del cine europeo y argentino, según Samayoa, no eran de interés para las mayorías.

Los espectadores, además, eran clasificados en tres categorías. Los no exigentes, que iban al cine únicamente por pasar el rato, sin importarles el tipo de película o los artistas, «asistían dos veces a la misma proyección y eran muy aficionados a las películas del oeste. Dejaban los mayores ingresos a las salas de cine, siendo los niños, los adultos con espíritu infantil y las parejas de novios que estaban más interesados en la proximidad física que mirar la pantalla».[15]

También estaban los fanáticos, expertos que conocían sobre los actores y géneros cinematográficos, «asistían a una película solo si era de sus actores favoritos, quienes ejercían una gran influencia en las multitudes»,[16] porque se interesaban por imitar su vestuario, comportamiento e ideas. La última clasificación era el público inexperto, que carecía de cultura cinematográfica «no tenían un conocimiento amplio de todos los elementos que intervenían en la realización de una película y opinaban que era mala o buena sin fijarse en el conjunto de los detalles».[17]

El número de entradas vendidas era otro indicador de que el cine era la diversión favorita de la población. La Dirección General de Estadística informaba que para «1952 se vendieron más de ocho millones de entradas en todo el país».[18] Mientras un estudio realizado por la Unesco y publicado en 1956, registró que en el país había «6000 receptores de cine, 95 salas y 1 productora».[19]

Al reconocer que el cinematógrafo era el espacio público mejor aceptado entre la población, el escritor León Aguilera, columnista de El Imparcial, calificaba el espectáculo de la pantalla de plata como «una gruta donde se colman los anhelos, se ve pasar el lujo y las fantasías».[20] Los actores y actrices como semidioses transportaban al espectador a espacios no imaginados donde se colman de codicia, ansias y sueños. Sin embargo, al salir de la sala de cine se mostraban «descontentos o laxos y debían enfrentarse a la cruda realidad, a sus crasos deberes y sus agotadoras luchas diarias, a sus vulgares vidas y al terror de sus pobrezas».[21]

La apertura democrática de los gobiernos revolucionarios permitió que los guatemaltecos participaran con igualdad de derechos en la vida pública, el consumo y el disfrute del entretenimiento como el cine, el espacio predilecto de todas las clases sociales, algo que se mantuvo durante el gobierno de Carlos Castillo Armas, con la salvedad de que no hubo nuevos salones cinematográficos, como consecuencia de la crisis económica, política y social, en que la Contrarrevolución sumergió al país.

Imagen, mapa de las salas de cine en la ciudad de Guatemala, 1952, proporcionada por Patricia Lepe.
[1] Lepe López, Claudia Patricia. El cine anticomunista durante la Operación PBSUCCESS, 1953-1957. Tesis de Licenciatura en Historia, Escuela de Historia, Universidad de San Carlos de Guatemala, 2022, Pág. 44.
[2] Lepe López, Claudia Patricia. El cine anticomunista durante la Operación PBSUCCESS, 1953-1957, Pág. 45
[3] Lepe López, Claudia Patricia. El cine anticomunista durante la Operación PBSUCCESS, 1953-1957, Pág. 45
[4] Lepe López, Claudia Patricia. El cine anticomunista durante la Operación PBSUCCESS, 1953-1957, Pág. 45.
[5] Lepe López, Claudia Patricia. El cine anticomunista durante la Operación PBSUCCESS, 1953-1957, Pág. 46.
[6] Lepe López, Claudia Patricia. El cine anticomunista durante la Operación PBSUCCESS, 1953-1957, Pág. 46.
[7] Lepe López, Claudia Patricia. El cine anticomunista durante la Operación PBSUCCESS, 1953-1957, Pág. 47.
[8] Lepe López, Claudia Patricia. El cine anticomunista durante la Operación PBSUCCESS, 1953-1957, Pág. 46.
[9] Lepe López, Claudia Patricia. El cine anticomunista durante la Operación PBSUCCESS, 1953-1957, Pág. 49.
[10] Lepe López, Claudia Patricia. El cine anticomunista durante la Operación PBSUCCESS, 1953-1957, Pág. 49.
[11] Lepe López, Claudia Patricia. El cine anticomunista durante la Operación PBSUCCESS, 1953-1957, Pág. 49.
[12] Lepe López, Claudia Patricia. El cine anticomunista durante la Operación PBSUCCESS, 1953-1957, Pág. 49.
[13] Lepe López, Claudia Patricia. El cine anticomunista durante la Operación PBSUCCESS, 1953-1957, Pág. 54.
[14] Lepe López, Claudia Patricia. El cine anticomunista durante la Operación PBSUCCESS, 1953-1957, Pág. 49.
[15] Lepe López, Claudia Patricia. El cine anticomunista durante la Operación PBSUCCESS, 1953-1957, Pág. 51.
[16] Lepe López, Claudia Patricia. El cine anticomunista durante la Operación PBSUCCESS, 1953-1957, Pág. 51.
[17] Lepe López, Claudia Patricia. El cine anticomunista durante la Operación PBSUCCESS, 1953-1957, Pág. 51.
[18] Lepe López, Claudia Patricia. El cine anticomunista durante la Operación PBSUCCESS, 1953-1957, Pág. 51.
[19] Lepe López, Claudia Patricia. El cine anticomunista durante la Operación PBSUCCESS, 1953-1957, Pág. 52.
[20] Lepe López, Claudia Patricia. El cine anticomunista durante la Operación PBSUCCESS, 1953-1957, Pág. 52.
[21] Lepe López, Claudia Patricia. El cine anticomunista durante la Operación PBSUCCESS, 1953-1957, Pág. 52.

Patricia Lepe

Aprendiz de la vida y curiosa empedernida. Historiadora y comunicadora. Creo en la construcción de una Guatemala y un mundo justo para las mayorías.

El tiempo de Clío

Correo: tricialepelo@gmail.com

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1 comentario

  1. Rodolfo Albizúrez 26/10/2024

    Muchas gracias por este ameno articulo. Es bueno tener esta clase de enfoques, en medio de tantos problemas de frustración y descontento que afrontamos los guatemaltecos.

    Responder

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