La ternura radical como acto revolucionario
Pilar Salazar Argueta | Disidencias textuales / DISIDENCIAS TEXTUALES
Allí donde ha prevalecido el miedo, el dolor, la desconfianza, la injusticia…
allí es posible encontrar el sentido de la existencia, cicatrizar la herida,
construir la sonrisa, sanar la vida y empezar de nuevo.
Yolanda Aguilar
Recientemente estuve en un foro virtual, invitada por Mujeres en Movimienta (movimienta de estudiantas universitarias, @MujeresMovimientagt) junto a compañeras trans, presentes en los movimientos de lucha. Nos reunimos desde el corazón a compartir como re/cis/ten/resistimos las mujeres trans en muchos espacios, incluyendo las universidades. En la historia de una Guatemala convulsa desde sus estructuras políticas, gobierno e instituciones, en una sociedad altamente conservadora y prejuiciosa. De ese encuentro decidí que necesitaba un reencuentro, una catarsis. Nombrar lo que en este momento de mi vida siento, lo que ya no quiero y lo que sí quiero.
Del amor y la ternura radical
La Pocha Nostra (una colectiva de artistas disidentes) conceptualizó la ternura radical y en su manifiesto explica acerca de ser crítiques y amoroses al mismo tiempo y a utilizar la fuerza como una caricia, y así me siento; que puedo ser crítica hacia afuera de las estructuras y hacia adentro de las mías. Pero, al mismo tiempo, siento necesaria una dosis de ternura, una radical hacia adentro y hacia afuera, que no dé paso a reproducir relaciones de maltrato ni se vuelva un repositorio de basura emocional.
Chandrakirti en su Introducción al camino medio hace «un homenaje a Tsewa, el corazón tierno. Su homenaje utiliza tres metáforas. Al comienzo, tsewa es una semilla. En la mitad, tsewa es el agua que hace crecer la semilla. Finalmente, tsewa es la abundancia de la fruta madura» (Gonzalo Brito Pons, Tsewa: practicando el arte de mantener el corazón abierto).
Los movimientos LGBTIQ+ necesitamos comprender esas metáforas para empezar a construir un camino, dar el primer paso a sanar la herida, la que no termina de cicatrizar porque seguimos reproduciendo las relaciones de maltrato que nos enseñó este sistema.
La memoria histórica para sanar
Los registros de maltrato hacía la comunidad LGBTIQ+ son históricos, sin embargo, se sienta un precedente a partir del Mayo del ‘68 en Francia y las revueltas de estudiantes que dieron paso a otras protestas universales, como el hito de la «Revuelta de Stone Wall In» en Estados Unidos, en 1969, la cual buscó poner un límite a la violencia resentida. Traer a la memoria estos sucesos nos sirve para entender nuestras heridas, genealogías, cadenas generacionales vertidas de violencia, no para olvidar, sino para honrar a nuestres ancestres y romper círculos de opresión.
Nos urge salir de la victimización que en algún momento sirvió pero ahora solo nos mantiene allí, en la guerra, en la desconfianza, en la competencia como bien lo nombra Humberto Maturana, pero ya no construye, ya no nos sirve. Toca subvertir las cosas y responder desde la ternura radical como un acto emancipatorio.
Abrir el corazón como acto subversivo
Es estar conscientes del dolor que nos pueden causar desde afuera y nosotres mismes desde adentro, pero también es no tenerle miedo al miedo y desarmar todo intento de destrucción abriendo el corazón con valentía, practicar Tsewa con nuestras comunidades y con la gente que no comprende nuestras vivencias, eso nos libera y hará que soltemos esa carga que no nos corresponde. No hablo de poner la otra mejilla como cristianamente nos han enseñado, sino de no aceptar más violencia y dolor en nuestras vidas porque no lo merecemos.
El reencuentro hacía nostres mismes
La psicóloga Fina Sanz ve necesario un reencuentro, para saber quiénes somos y desde esta comprensión decidir qué queremos hacer con nuestra vida, para encontrar nuestro propio camino, asumir la responsabilidad sobre nuestra vida y construir relaciones que favorezcan la armonía [1]. Se hace necesario, entonces, revisar nuestras heridas, para entender por qué nos proyectamos de cierta manera hacia otres, porque lo que me molesta o lo que admiro de otres es lo que hay en mí y que hay que trabajar, evidenciar y escuchar.
Escucharnos, darnos cuenta y transformar
Es la propuesta del Centro de Formación-Sanación e Investigación Transpersonal Q’anil (Centro Holístico Transpersonal) y el título de su libro conceptual, que me atrapó antes de empezar su lectura. Propone que no somos solo un cuerpo físico sino sexuado, global y genital, y que generalmente nuestros vínculos afectivos son aprendidos desde relaciones de poder, de pactos de supuesto amor que nos hacen daño o hacen daño a otres y generan desarmonía, dolor e inestabilidad que necesitamos deconstruir, y no hay mejor manera que subvirtiendo el odio y la violencia dirigida, con un acto de ternura radical.
Finalmente, es necesario entender que solamente resistiéndonos a este mundo capitalista de relaciones de poder y de violencia, podremos ir sembrando semillas de Tsewa, porque solamente la resistencia genera la revolución que anhelamos.
[1] Escucharnos, «darnos cuenta» y transformar, Centro de Formación-Sanación e Investigacion Transpersonal Q’anil.
Pilar Salazar Argueta
Mujer diversa, comunicadora, periodista por vocación, diseñadora web. Dos veces ponente en el congreso de la Asociación de Estudios Latinoamericanos LASA (2018-2019). Incidente/disidente de la academia. Corresponsal en Guatemala de la agencia de noticias LGTBI regional Presentes, con base en Buenos Aires, Argentina.