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El guardián de la vida

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El guardián de la vida

-Eliezer Alejandro Díaz Villatoro | NARRATIVA

Había una vez, en algún lugar, una tribu llamada Akashamaki, que se identificaba por ser seres soñadores y tener espíritus animales que se convertían en diferentes animales y hacían que sus sueños se hicieran realidad.

Un día, en esa tribu, nació un niño llamado Fvn, con un espíritu único y diferente a los demás, ya que ese espíritu no era solo un animal, era el fantasma de la especia animal que tenía la habilidad de transformarse en dragón, dodo, dinosaurio, lagartija, sirena, unicornio, ave, pez y hasta en el mismísimo Yeti. Cuando llegaban a la adolescencia deberían crecer, sin protección, sin cariño; porque los Akashamaki tenían una vieja costumbre de abandonar a los adolescentes cuando empezaban a dar rasgos de crecimiento; los abandonaban en la jungla Ocamari para ver si sirven para la vida y así hacer más fuerte su conexión con sus espíritus.

Su espíritu vio como lo abandonaron en aquella jungla salvaje llena de Shakalamaquis, que eran híbridos de hechicero o brujos con hadas, que tenían el mismo don que todos los espíritus animales pero en versiones malvadas, que se alimentaban de Akashamakis. Fvn tenía 12 cuando se despertó en aquella jungla, empezó a llorar, sentía frío y se sentía solo. Los Shakalamaquis que lo oyeron y se acercaron a él, transformados en un enjambre de avispas africanas; estaban a punto de picar a Fvn, cuando el empezó a correr, su espíritu se percató y se transformó en un dragón de cristal con alas de luz y oscuridad, que sopló y congeló aquel enjambre. Fvn se quedó maravillado al ver aquella hermosa criatura que le había salvado la vida. El dragón desapareció y Fvn decidió ir a buscarlo para saber quién era y agradecerle porque lo había salvado.

Fvn buscaba al dragón, pero su espíritu sabía esconderse muy bien. Fvn terminó su búsqueda en cinco años, desde entonces aprendió a amar a la naturaleza y a los seres que habitaban ahí. Encontró a su espíritu transformado en una cabra en la cima de un viejo volcán inactivo. La cabra se acerca y le pregunta con una voz muy profunda:

– ¿Quién eres tú?
– Soy yo aquel niño que salvaste del enjambre de avispas hace cinco años y desde entonces te he buscado para agradecerte ese noble gesto. Pero ahora que lo pienso me pregunto ¿por qué me habrán querido picar, si yo nunca les hice nada malo?

La cabra le empezó a contar que aquellas avispas eran Shakalamaquis y que lo querían matar para alimentarse y comprobar una vieja leyenda que decía que si comías un Akashamaki te volverías inmortal.
– ¿Shakalamaquis? ¿Akashamaki? ¿Qué es eso? – preguntó Fvn a la cabra.

La cabra le explicó qué eran los Shakalamaquis y los Akashamakis y que él era uno de ellos; y que ya era momento de salir de esa isla. Fvn se sorprendió, se alegró, abrazó a la cabra y regresó a la tribu, pero no sabía que traía un Shakalamaqui con él. Esa misma noche Fvn empezó a soñar y lo primero que soñó fue que estaba en el mar y que jugaba y bailaba con los peces y su espíritu lo hizo realidad. A la noche siguiente soñó que volaba por los aires, libre como un gavilán, y de nuevo su espíritu lo hizo realidad. A la tercera noche soñó que estaba en el espacio y que formaba constelaciones, planetas y, como siempre, su espíritu lo hizo realidad.

Mientras tanto el Shakalamaqui empezaba a destruir la naturaleza de la tribu, nadie se percataba; y cuando Fvn se dio cuenta, cayó en una terrible depresión que hizo que sus sueños fueran pesadillas y así, poco a poco, dejó de soñar. Su espíritu empezaba a morir lentamente, porque él se alimentaba de los sueños de su acompañante.

Su espíritu un día le aconsejó que volviera a soñar, que se concentrara y buscara en su mente lo hermoso y que él lo haría realidad. Fvn trataba de concentrarse una y otra vez pero no lo conseguía, porque la naturaleza moría y él se deprimía cada vez más. Dejó de soñar para siempre y su espíritu murió, y junto con él todos los animales, porque era él quien daba la vida a todos ellos. Por eso era muy único y especial.

El Shakalamaqui había terminado con la biodiversidad de aquel lugar y sabía que era el momento preciso para atacar, capturar y comerse a todos los Akashamaki para ser más poderoso e inmortal.

Ese mismo día Fvn decidió salir.

Cuando Fvn descubrió y vio su entorno se arrepintió de no haberle hecho caso a su espíritu. Fvn había perdido todo lo que amaba en cuestión de algunos pocos días. No lo podía creer, se sentía devastado y tan furioso por quedarse con los brazos cruzados. Deseaba morir, nada le importaba, pero no podía y sabía que su castigo era ver aquella realidad que él mismo había traído y creado, durante lo que durara su larga vida.
Pasaron los días, el Shakalamaqui ya se había comido algunos Akashamakis y por lo tanto ya era inmortal, pero quería más. Fvn huía de él pero el Shakalamaqui lo encontró y Fvn preguntó:

– ¿Por qué has hecho esto?
– Porque tenía envidia de sus espíritus. Ellos recibían cariño, mientras que nosotros hemos estado olvidados –le contestó el Shakalamaqui.

En ese momento Fvn recordó lo que alguna vez su espíritu le dijo, que ellos eran como él, pero en versión malvada y, con lo que había recordado, le preguntó al Shakalamaqui que si no quería ser su espíritu, el Shakalamaqui le dijo que no.

Fvn se sorprendió al escuchar eso; su cuerpo se paralizó cuando vio que el Shakalamaqui se acercaba a él con la boca abierta, mostrando unos afilados colmillos. Quería correr, pero su cuerpo no le respondía. Cuando el Shakalamaqui ya estaba sobre él, lo primero que sintió fue una lengua áspera, como la de un gato recorriendo su cuerpo. Fvn empezó a ulular y cada vez más fuerte, el Shakalamaqui se hartó, por lo que tejió una mordaza de telaraña en la boca de Fvn y después, con una mordida grande y certera, le arrancó el brazo izquierdo que empezó a tirar chorros de sangre. Fvn sentía tanto dolor, la mordaza impidió que sus gritos salieran, sus pupilas se dilataban, y la respiración le fallaba; pero eso no fue lo peor, porque cuando Fvn estuvo a punto de morir, el Shakalamaqui se acercó y con su garra le abrió el tórax y le extirpó el corazón. Fvn vio cómo su corazón palpitaba y la vida le abandonaba, lo último que vio fue como su corazón explotó en el puño del aquel ser tan sanguinario.


Este texto fue seleccionado de entre los que participaron en la Convocatoria que la revista gAZeta abriera en febrero de 2020. La selección estuvo a cargo de Ana María Rodas, Andrea Cabarrús, Antonio Móbil, Carlos Gerardo, Diana Morales, Eynard Menéndez, Gustavo Bracamonte, Jaime Barrios, Leonardo Rossiello, Luis Eduardo Rivera, Manuel Rodas, Marco Valerio Reyes, Marcos Gutierrez, Marian Godínez, Monica Albizúrez, Roberto Cifuentes, Rómulo Mar, Ruth Vaides y Tania Hernández, a quienes agradecemos enormemente su apoyo y dedicación en este proyecto.

Eliezer Alejandro Díaz Villatoro

Empezó a escribir desde muy temprana edad, pero su inicio a los concursos se dio en el 2013, por parte de Coneculta, cuando obtiene el segundo lugar. Y aunque seguía escribiendo, no fue sinohasta el 2017 que interactuó en una antología de cuentos por parte de la Universidad Mariano Nicolás Ruiz Suasnavar de Comitán de Domínguez, Chiapas, México. Al año siguiente obtiene el tercer lugar en la categoría de cuento en el XX Festival Nacional de Arte y Cultura de los CECyTE 2018. Y en el 2019 participó en Sexto Premio Endira Cuento Corto, pero no obtuvo ningún lugar. Además tiene una página de Facebook en donde a veces sube alguno que otro escrito.

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