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Septiembre de 1949: la fundación del Partido Comunista en Guatemala (I)

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Septiembre de 1949: la fundación del Partido Comunista en Guatemala (I)

Edgar Ruano Najarro | Política y sociedad / LA RAZÓN DE LA HISTORIA

Cuarenta y tres personas, entre ellas cuatro mujeres, una contadora y tres costureras, ingresaron discretamente, la tarde del 28 de septiembre de 1949, a una casa de un barrio popular de la ciudad de Guatemala con el objeto de celebrar lo que llamarían el I Congreso del Partido Comunista de Guatemala. En realidad, todos eran miembros de una organización semiclandestina llamada Vanguardia Democrática Guatemalteca (VDG) y el propósito de la reunión era precisamente convertir a Vanguardia en un partido comunista. La reunión se llevó a cabo en secreto, ya que viejos prejuicios y temores sobre el comunismo, largamente alimentados por el régimen oligárquico imperante en el país antes de 1944, todavía no aconsejaban hacerlo públicamente, pero fue así como culminó un proceso de maduración de la idea de la formación de un partido de esa naturaleza en Guatemala, aprovechando el nuevo clima político que se había inaugurado desde el 20 de octubre de 1944, el cual no tenía precedentes en la historia nacional en términos de libertades democráticas y ejercicio de los derechos civiles.

Casi en su totalidad, los asistentes a la reunión eran jóvenes que habían iniciado sus actividades políticas en las luchas de junio de 1944 contra la dictadura o bien en el desarrollo del proceso político que se desató a partir de su caída, o aún más, de las movilizaciones sociales que igualmente surgieron bajo el régimen revolucionario. Para ambos casos, se puede decir que para los futuros comunistas todo empezó un lluvioso mes de junio en 1944 y se fue desenvolviendo hasta llegar al 28 de septiembre de 1949, cuando se reunieron para fundar el Partido. El partido que fundaron tuvo una larga historia plagada de actos brillantes y heroicos, de sabiduría y madurez, de entrega y honestidad, pero también de miserias y tragedias, de errores y traspiés, de temeridad y vacilaciones. No obstante, y pese a todo, fue un factor de importancia en la construcción de la historia política de Guatemala de la segunda mitad del siglo XX y en ella, de la historia de las luchas de los más desfavorecidos, de los más desvalidos, pues el PGT, desde un principio, y a lo largo de toda su historia, unió su destino al de los condenados de la tierra guatemalteca, para recordar a Fanon. Ello es más que suficiente para justificar la reconstrucción de su historia, la recuperación de la importancia que significó su aparecimiento en la vida política nacional. Para hacer ese intento es necesario darle una mirada a algunos antecedentes, comenzando por lo menos en aquella madrugada del 20 de octubre de 1944.

En esa mañana, como es bien sabido, estalló una insurrección cívico militar, cuyos combates no duraron más de 24 horas, pero que llevó al poder a un triunvirato, integrado por un civil, Jorge Toriello Garrido, y dos militares, el capitán Jacobo Arbenz y el mayor Francisco Javier Arana, quienes constituyeron lo que denominaron Junta Revolucionaria de Gobierno (JRG). Apenas cinco días después de haber asumido el poder, la Junta Revolucionaria en su primer decreto convocó a elecciones a diputados al Congreso de la República a realizarse el 3, 4 y 5 del mes de noviembre, es decir, a los ocho días de la convocatoria. Una vez electo el Congreso, el 17, 18 y 19 de diciembre del mismo año fue realizada la elección de presidente de la República. El 31 del mismo mes se llevaron a cabo las elecciones de alcaldes y las juntas municipales de todos los municipios de la República. El 15 de marzo siguiente, tomó posesión el gobernante electo, Juan José Arévalo, quien ganó las elecciones con un 85 por ciento del total de los votos emitidos. Asimismo, entre enero y marzo de 1945 se redactó la nueva Constitución de la República que entró en vigor apenas una semana antes de la toma de posesión del nuevo presidente.

Las acciones de la Junta Revolucionaria de Gobierno durante los cinco meses de gestión gubernativa demostraron que los sucesos del 20 de octubre constituían en su conjunto algo más que una de las tantas rebeliones militares que se habían registrado en la historia del país en los últimos tres cuartos de siglo, las que, en el más puro gatopardismo, habían cambiado gobiernos precisamente para no cambiar nada. En poco más de un mes, la Junta Revolucionaria de Gobierno tomó, entre muchas otras, algunas medidas que conmovieron los mismos cimientos sociales y políticos de la República: el 31 de octubre suprimió el servicio personal de vialidad, es decir, la obligación de los ciudadanos de trabajar obligatoriamente en la reparación de puentes y caminos del país, práctica de antiguo arraigo, que fue puesta en vigencia y llevada a los extremos desde la revolución de 1871 y que en realidad era una forma de trabajo forzado destinada particularmente a los campesinos indígenas. Días después, derogó la disposición que declaraba exentos de responsabilidad criminal a los propietarios de fincas o a sus representantes y administradores, por los delitos que cometieran contra individuos, que en el interior de las mismas fueran encontrados in fraganti llevándose animales, frutos o productos forestales. Es decir, se abolió el permiso a los finqueros para matar dentro de los linderos de su propiedad. Igualmente, se derogó el Decreto Gubernativo 1745, de fecha 14 de octubre de 1935, que había creado el juzgado de instrucción adscrito a la Dirección General de la Policía Nacional y otorgado a los comisarios de la Policía Nacional las atribuciones de jueces pesquisidores.

Seguidamente, se declaró la autonomía de la Universidad de San Carlos; luego, se declararon como principios fundamentales de la Revolución del 20 octubre la descentralización del Poder Ejecutivo y su efectiva separación de los otros poderes; la abolición de la reelección presidencial y el derecho del pueblo a rebelarse cuando esta se intentare; la organización democrática de las municipalidades mediante la elección popular de sus miembros; el reconocimiento constitucional de los partidos políticos de tendencia democrática, organizados conforme la ley y la representación de las minorías en los cuerpos colegiados de elección popular; el sufragio obligatorio, etcétera. Asimismo, en dichos principios se indica que ninguno de los miembros de Junta Revolucionaria podrá ser electo presidente de la República para el período presidencial siguiente.

Con la toma de posesión del presidente Arévalo, el 15 de marzo de 1945, y la puesta en vigencia de la nueva Constitución Política terminó un largo período de hegemonía liberal, que se expresaba en la Constitución de 1879, la cual con numerosas modificaciones, especialmente en aquellos puntos que tocaban la reelección del presidente de la República, había perdurado hasta los días de octubre de 1944, cuando fue derogada por la Junta Revolucionaria de Gobierno. La derrota liberal a manos de los revolucionarios de octubre fue tan contundente que nunca más en Guatemala el partido liberal levantó cabeza, pues en la sociedad guatemalteca quedó asociado para siempre el liberalismo con las dictaduras más extremas, especialmente con las de Manuel Estrada Cabrera, que había durado veintidós años en la Presidencia (1898-1920), y la del propio Jorge Ubico Castañeda, que había sido presidente catorce años (1931-1944). Por todo ello, puede decirse que entre junio y octubre de 1944 se fraguó la preparación de las fuerzas sociales y políticas para realizar el recambio de la dictadura y que el primer gobierno revolucionario, el de la Junta Revolucionaria de Gobierno, llevó a cabo la transición entre la dictadura y el régimen democrático y dio la pauta para que el proceso iniciado el 20 de octubre fuera en realidad un proceso de cambios, que fue continuado y profundizado por los otros dos gobiernos que le sucedieron.

El gobierno del doctor Juan José Arévalo llevó a cabo un programa reformista en aspectos tales como la legislación laboral universal y la seguridad social, las cuales se establecieron por primera vez en la historia del país. Se llevó a cabo una reforma bancaria y se inició el sistema crediticio con destino a la agricultura y a la industria. En la educación se efectuó una reforma educativa, que fue la más profunda desde la reforma educativa liberal del siglo XIX. Pero, fue en el ámbito político en donde el nuevo régimen encabezado por Arévalo tuvo sus mayores y más significativos cambios. El proceso de democratización heredado de la JRG fue llevado adelante por el Gobierno en cuatro direcciones: el surgimiento de una institucionalidad estatal con los diversos poderes del Estado independientes entre sí; la creación de un régimen político de partidos plural y democrático; el impulso de una acelerada ampliación de la ciudadanía para todos los habitantes del país, hombres y mujeres, y en general, la construcción del Estado de derecho. Todos estos puntos serían la base sobre la cual se constituiría el poder político en Guatemala, tomando como punto de partida el acto elemental que es el sufragio universal, libre y secreto.

Desde luego, un proceso político con semejantes objetivos no podía desarrollarse ni tan rápidamente, ni libre de dificultades o cargas ideológicas y prejuicios del pasado oligárquico, especialmente porque los fundamentos económico sociales que daban vida a la dominación oligárquica seguían intactos, es decir, la hegemonía en la élite económica del país continuaba siendo ejercida por una oligarquía basada en la gran propiedad agraria y en relaciones de trabajo de carácter patrimonial. Sin embargo, la nueva correlación de fuerzas políticas que creó la revolución hizo surgir una situación en la que los grupos oligárquicos y sus aliados del capital estadounidense actuante en el país fueron desplazados del control del Estado y, por consiguiente, se generó paulatinamente un contexto de amplias libertades políticas y democráticas sin precedentes en Guatemala. Fue precisamente dicha situación la que habría de posibilitar el surgimiento de la idea de la creación de un partido comunista. Y esa idea surgió precisamente de dos sectores que renacieron con los aires venturosos de la revolución que recién comenzaba: los nuevos partidos políticos y el movimiento obrero. He aquí.

Tan pronto como se supo que el general Jorge Ubico había renunciado de la Presidencia, y dejado esta a un triunvirato de oscuros generales, los diversos sectores sociales que estaban emergiendo a la vida política después de permanecer inmovilizados por la dictadura durante casi catorce años iniciaron un proceso intenso, casi febril, de dotarse de organización, ya sea para participar en la vida política nacional o bien para plantear demandas gremiales largamente postergadas. Así, durante los 108 días que permanecieron en el poder los restos de la dictadura, de julio a octubre de ese memorable 1944, se fundaron partidos políticos, asociaciones patronales, sindicatos, en fin, todo tipo de formaciones sociales y políticas, proceso que, en su sentido profundo, puede explicarse como una preparación para realizar el recambio de la dictadura por un régimen modernamente burgués y democrático.

De esa constelación de organizaciones destacaron dos tipos: los partidos políticos y los sindicatos, los cuales desde sus inicios fueron prefigurando el papel tan importante que les tocó desempeñar un tiempo después en el proceso conocido en la historia política nacional como la Revolución de Octubre. Salvo el conservador Partido Social Democrático (PSD), fundado en mayo de ese año por un grupo de militares y profesionales que advertían ya el ocaso de la dictadura ubiquista, el resto de partidos comenzaron constituirse desde la primera semana de julio. En total, entre julio y agosto se formaron unos catorce partidos, que junto con el PSD llegaron a la quincena, y entre todos formaron un arco político-ideológico que iba del conservadurismo de los «ubiquistas sin Ubico» del PSD, pasando por viejos núcleos liberales alrededor del Partido Demócrata (PD), Partido Nacional de los Trabajadores (PNT); Partido Liberal (PL); Unión Cívica Guatemalteca (UCG); y nuevos grupos conservadores más modernos, como el Partido de Acción Nacional (PAN) y otros, hasta llegar, en el lado izquierdo del espectro, con los partidos Frente Popular Libertador (FPL), Renovación Nacional (RN) y Vanguardia Nacional (VN).

De estos últimos tres partidos, que son los de interés para el propósito de este texto, Vanguardia Nacional es el que más completamente formula un ideario y planteamiento programático que incluye la justicia social como principio, la democratización política, económica y cultura, la igualdad de derechos de las mujeres y muchos otros aspectos de índole similar. Estaba integrado por profesionales, intelectuales de izquierda y uno que otro dirigente sindical. Sin embargo, el partido más popular, abrumadoramente popular, era el FPL, el partido de los estudiantes universitarios. El papel del estudiantado en las jornadas de junio, que forzaron la renuncia de Ubico, le había ganado un enorme prestigio frente a la sociedad guatemalteca. El movimiento estudiantil del momento se nutría de la generación de estudiantes que fue una de las más brillantes con las que ha contado este movimiento. El FPL fue fundado en una salita del Hospital General bajo la conducción de la directiva de la Asociación de Estudiantes Universitarios (AEU). No obstante, sus planteamientos programáticos eran muy difusos, hasta cierto punto carentes de una definición clara y precisa de sus objetivos.

Le seguía Renovación Nacional, que era el partido de los maestros, sector que también adquirió mucha simpatía popular en razón de su lucha contra la dictadura. Sus propuestas programáticas eran mucho más sólidas que las del FPL, pero se deslizaban mucho en temas del mejoramiento de los trabajadores y de la educación. Es de notar que estos tres partidos fueron los únicos en mencionar el tema de los pueblos mayas, el cual lo plantearon así: Renovación Nacional, incorporación del indio a la civilización; FPL, culturalización del indio; Vanguardia Nacional, educación indígena.

Además de los partidos políticos, el otro sector que emergió del proceso revolucionario que ya se vivía antes de octubre era el obrero. Del mismo modo como sucedió con los partidos políticos, desde el mismo mes de julio se inició la organización de los trabajadores, quizá más aceleradamente que la de los partidos políticos. José Alberto Cardoza, antiguo dirigente sindical y del futuro partido comunista lo describe así:

Ante el derrocamiento de la dictadura, inmediatamente se fundaron los siguientes gremios: el 6 de julio, la Sociedad de Auxilios Mutuos Ferrocarrileros –SAMF–; del 12 al 16 de julio, la Asociación de Artes Gráficas; el 14 de julio la Asociación de Bellas Artes y en esos días se intensificaron las acciones de la Unión de Pilotos Automovilistas. En Escuintla se da la unidad de los Trabajadores de la Compañía Agrícola de Tiquisate, subsidiaria de la UFCO, saliendo a la luz la Unión de Trabajadores de Tiquisate; así como la Unión de Muelleros de Puerto Barrios, y la Unión de Trabajadores Bananeros de Izabal, también de la UFCO. El 15 de julio el gremio de los trabajadores de calzado y de los barberos llegaron su organización; el 16 de ese mismo mes se organizan los electricistas. El 17 de julio nace la organización de los trabajadores de la Cervecería “El Zapote” y el 18, el de los empleados y trabajadores de hoteles. El 19 el de los hilados y tejidos, los trabajadores del transporte y la Unión de Trabajadores en Ropa. El 22 de julio nació la organización de los trabajadores en madera y ebanistería, de los panificadores y los trabajadores en tabaco. El 29 se funda la Asociación General de Empleados de Comercio, el 2 de agosto la organización de los albañiles, el 8 de ese mismo mes el de los sastres y el 10 de agosto la organización del linotipista.

Es de hacer notar que todo este proceso se producía sin que los sindicatos fueran oficialmente inscritos o autorizados, sencillamente porque no existía desde la dictadura ninguna instancia que legal en donde inscribirse formalmente. Paralelamente a este proceso de organización sindical, se plantearon los primeros conflictos laborales, habiendo sido los ferrocarrileros y los trabajadores bananeros, ambos de la United Fruit Company (UFCO), los que entre agosto y septiembre protagonizaron un movimiento laboral de suma importancia. Todo este desenvolvimiento obrero desembocó el primero de octubre en la fundación de la Confederación de Trabajadores de Guatemala (CTG) por parte de un numeroso grupo de sindicatos y asociaciones gremiales de trabajadores, en el cual participaron no pocos dirigentes sindicales de la década de los años veinte, algunos de ellos recién salidos de la cárcel a la que los confinó Ubico. La creación de esta central obrera revistió particular importancia porque los sindicatos desde ese momento contaron con una instancia que les permitía la unidad, el intercambio de ideas y aspiraciones y la coordinación de acciones.

La CTG fue desarrollándose y llegó a convertirse en uno de los pilares del movimiento obrero en los años siguientes, durante los cuales los trabajadores guatemaltecos se iniciaron en el activo papel que habrían de jugar en todo el proceso revolucionario. A los cuatro días de su fundación, aun con Ponce Vaides en la Presidencia, la CTG pidió públicamente por primera vez la emisión de un código del trabajo. No obstante, en este período previo al 20 de octubre y varios meses después de la insurrección, el eje de la lucha política se ubicó fundamentalmente en el plano de los partidos políticos.

Lo que interesa destacar aquí es que de ambos sectores, los tres partidos políticos a la izquierda del espectro, el FPL, RN y VG y de un sector del sindicalismo, la dinámica de la lucha política y obrera frente al ubiquismo que daba señales de estar renaciendo, frente a los patrones que se oponían al código del trabajo, fue surgiendo y madurando la idea, quizá la necesidad, de constituir nuevamente un partido comunista en Guatemala.

Con información de José Alberto Cardoza, Mario López Larrave, Huberto Alvarado, Guadalupe Rodríguez de Ita, María Eugenia Ramos y José Torón España.


Continuará.

Edgar Ruano Najarro

Guatemalteco sociólogo e historiador. Se ha desempeñado en la docencia universitaria. Ha publicado diversos títulos cuya temática ha estado relacionada con la historia política de Guatemala del siglo XX.

La razón de la historia

1 comentario

  1. Trudy Mercadal 14/10/2020

    Que magnífico que se esté documentando toda esta historia que tan difícil es de encontrar hoy día y, además, tan importante. Gracias.

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