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Distanciados

Carlos Juárez | Política y sociedad / CLANDESTINO Y ARTESANAL

A más de 180 días desde el primer contagio de COVID-19 en Guatemala, con casi noventa mil personas contagiadas y más de tres mil fallecidos, el panorama nacional es de reactivación social con un claro mensaje para la población: sálvese quien pueda.

Nada nuevo. Las chapinas y los chapines que viven de su trabajo diario jamás pararon de trabajar, siempre encontraron la forma de producir sus ingresos, aun cuando las disposiciones del Gobierno los afectaran enormemente.

Así las cosas, y con un enorme endeudamiento nacional para enfrentar la pandemia, que sigue sin dar los resultados esperados, la vida en Guatemala continúa su tragedia cotidiana. Miles de empleos perdidos y graves deficiencias de salud no pueden con la vida de los guatemaltecos de coraje.

Hemos convivido con la pandemia de la corrupción que es más dañina y aún así continuamos tirando para adelante, faltaba más.

En ese contexto, y como es ampliamente conocido, el distanciamiento social es uno de los mejores mecanismos para la prevención de la pandemia, pero quizás el más difícil de cumplir. Han sido constantes los hechos que se han dado en los que se visibiliza, por parte de la población en general, la falta de acatamiento a esta norma de prevención sanitaria, lo cual no es propio únicamente de Guatemala, sino del mundo en general.

No obstante, el Gobierno de Guatemala parece ser el único que cumple con creces esta disposición emanada de Casa Presidencial. Su distanciamiento es notable y se da en muchas actividades propias de quienes deben dirigir los destinos del país.

A finales de julio, una actividad en San Juan Comalapa, Chimaltenango, sería el escenario de una rabieta de Giammattei, la cual se produjo con pobladores del lugar que le manifestaron sus inconformidades acerca de algunas políticas del Estado. La reacción del presidente causó mucha indignación, pues la altanería mostrada contrasta con la actitud pasiva con la que se ha mantenido ante empresarios del país.

Pocos días más tarde, la reacción del digno pueblo de Comalapa no se hizo esperar. Sería declarado como «non grato» por parte de las autoridades indígenas del lugar. Todo un récord para alguien con apenas siete meses de gobierno.

Distanciado del sentir popular y de las necesidades de los pueblos indígenas principalmente. Así lució en aquella oportunidad el presidente Giammattei, sin que a la fecha haya exteriorizado disculpa alguna por los hechos. No cabe duda que ese es uno de los problemas de raíz en Guatemala, gobernantes y gobernados viven muy distanciados unos de otros. Mientras el poder popular no lleve a las urnas a una persona que venga desde el propio pueblo, jamás podremos materializar la representación de las grandes mayorías en la primera magistratura de la nación.

Por otro lado, la prensa nacional, pieza fundamental de una democracia, enfrenta, en el periodo actual de gobierno, serias amenazas para el ejercicio de su labor informativa. Dos hechos son importantes mencionar debido a su contexto y mensaje proyectado.

En primer lugar, la detención irregular del periodista Sonny Figueroa, quien, desde su trabajo de investigación, ha expuesto, tanto en el periodo de gobierno actual como en el pasado, la mala ejecución de recursos públicos y las conexiones de corrupción que existen en los distintos aparatos del Estado.

Su detención se produjo a tres días de haber presentado un trabajo de investigación en el que daba a conocer un listado de personas cercanas a Giammattei, con la identificación de sus cargos y salarios percibidos. Con ello evidenció la poca idoneidad de ese grupo de personas cercanas al presidente, principalmente el director del Centro de Gobierno que ha adquirido mucha notoriedad por estos tiempos.

En segundo lugar, el desplante realizado a los medios de comunicación durante las actividades de independencia realizadas por el Gobierno. Un cuadro verdaderamente indigno y repudiable, observar a los compañeros periodistas, relegados a una pantalla de televisión en la Plaza Central, mientras dentro del Palacio Nacional tenían lugar las distintas celebraciones de la cúpula del Gobierno.

Otro distanciamiento más, en este caso ante quienes pueden dar cobertura a su trabajo en favor de que la población esté informada.

Por último, y quizás el caso más vergonzoso de todos, es el del vicepresidente Willy Castillo. Una postal desoladora recorre la oficina de la Vicepresidencia. Las actividades y pronunciamientos del número dos demuestran un distanciamiento enorme entre la dupla presidencial.

A estas alturas varios hechos lo demuestran, como cuando Giammattei tardó casi una semana para el famoso: «¡Estoy con vos Willy!», tras una solicitud que fue aceptada por la Corte Suprema de Justicia para removerle su derecho de antejuicio al vicepresidente.

Y la contraofensiva de Willy en su viaje a Chiquimula, expresando que los que viajan solo en helicóptero jamás entenderán lo que el pueblo vive en carreteras en mal estado. Ese mensaje no pasó desapercibido para nadie, sugiriendo desde todos lados que la dedicatoria de ese pronunciamiento iba dirigida al «non grato».

Con esa representación de la unidad nacional, la pareja presidencial galopa en medio de muchos dimes y diretes, ocasionados principalmente por diversos actos que evidencian las distancias tan grandes que se dan entre ambos.

La población, como siempre, deberá continuar realizando sus actividades diarias para salir adelante, las grandes mayorías no se pueden dar el lujo de estar conscientes del contexto nacional cuando el hambre ataca duro en sus hogares. La vida para un chapín promedio continuará, con o sin gobierno, con o sin distanciamiento social, pero por sobre todo, con mucho distanciamiento entre los intereses del pueblo y los del presidente.


Carlos Juárez

Estudiante de leyes, aprendiz de ciudadano, enamorado de Guatemala y los derechos humanos, fanático del diálogo que busca la memoria de un país con amnesia.

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