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Pino Solanas, mon amour

Hoy en gAZeta Tres pies al gato

Pino Solanas, mon amour

Trudy Mercadal | Política y sociedad / TRES PIES AL GATO

Resulta que llegué a medio siglo de vida sin conocer la existencia del director de cine argentino Pino Solanas. Así que, debidamente informada de su existencia y siendo que las mejores de sus documentales están en YouTube, me dediqué todo un fin de semana a ver las obras del genial director. Si les gusta ver documentales como a mí y no lo conocen aún, las tienen que ver. Todas siguen siendo muy actuales (porque en Latinoamérica cambiamos a paso de tortuga).

Agrego que la calidad es notable; de hecho, los filmes de Solanas han sido premiados en festivales de cine como el de Venecia, Cannes, Berlín y otros. Y los filmes a reseñar hoy son La hora de los hornos (1968), La dignidad de los nadies (2005) y Viaje a los pueblos fumigados (2018).

La hora de los hornos

Tras conocer el origen del título La hora de los hornos, me parece de los más poéticos que he visto en mi vida. Cuando los primeros invasores españoles se acercan a lo que llamarían Tierra del Fuego, se quedan alucinados viendo en las noches, desde sus barcos, una constelación de fuegos lejanos. Eran los hornos que los indígenas encendían para cocinar la cena: la hora de los hornos. Esto se convirtió, con los siglos, en una metáfora. Y es, además, una frase que el Ché Guevara adoptó como consigna, «la hora de los hornos» como la hora de la revolución: ¡que no se vea otra cosa que fuegos! (La escena final de la documental es tenebrosa y hermosa a la vez).

El filme se divide en 3 partes, Neocolonialismo y violencia, Acto para la liberación y Violencia y liberación. Refleja la realidad social y política de Argentina bajo la dictadura, pero habla de toda Latinoamérica, sea los 1960 o sea hoy. Las secciones están divididas por pantallazos negros en los que aparecen frases de pensadores como Fanón, Sartre e intelectuales latinoamericanos, que hilvanan los temas: quiénes son las clases dominantes, quiénes los dominados y cómo se defienden los oprimidos. Sin estas frases, sería un poco confuso para la audiencia que no conoce la historia de colonización y Guerra Fría en Latinoamérica (aunque me parece increíble que alguien no las conozca a estar alturas).

Lo genial de Solanas es que demuestra que hacer revolución, más que actos heroicos de épica hollywoodezca, son simples actos cotidianos –del día a día– de la gente pobre, la gente común y solidaria. Y eso, lo vemos aquí en Guatemala también, cada día… si es que lo queremos ver. Verbigracia, la asombrosa labor de la Olla Solidaria durante la pandemia del COVID-19.

La dignidad de los nadies

Este filme es excelente, el mejor de los tres. Es una manera muy emocionante de comprender bien la crisis económica de Argentina –la de los famosos «corralitos»– y lo que sufrió la población argentina, desde los más pobres, los campesinos, hasta los dueños de chacras (fincas), los comerciantes y clases medias. ¡La historia es todo un thriller!

Ante el descarado fraude de la coalición de la élite económica y el Gobierno (no somos los únicos que padecemos de esa lacra), se unió el pueblo en protestas masivas que derrocan a un presidente y logran, al organizarse, algunas importantes victorias, aunque parezcan pequeñas: unos médicos se hartan de la corrupción y toman el hospital público, el cual vuelcan en ayuda del pueblo… trabajadores desempleados porque la fábrica cerró tras el fraude, la toman, se defienden en las calles y en las cortes, y la sacan adelante exitosamente. Son anécdotas que inspiran.

Sin embargo, al final, nadie va a la cárcel por el infame fraude y miles de ciudadanos pierden sus ahorros de toda la vida. ¿La solución del Gobierno ante la crisis? ¡Privatizar! ¡Crear leyes que protegieran a los criminales de cuello blanco! Y claro, endilgarle al pueblo una deuda de 17 000 millones de dólares. Aquí nadie se salva: Solanas ilumina las colas machucadas tanto de Duharte como de Ménem y de Kirchner.

¡Hay que verla! Es una documental magnífica y rescato estas frases hermosas expresadas por gente común, como viejos activistas y jóvenes estudiantes, quienes, sin grandes aspavientos, arriesgan su vida y salvan la de otros, así de todo corazón y sin alardes:

«No voy a permitir que el enemigo nos saque uno más… era una forma de decirle al enemigo ‘No, ¡a este no te lo llevás!’».

«Desde la práctica cotidiana, ir avanzando… Y hay que hacer algo, hay que hacerlo».

«Somos lo que somos, ¿no? Y por ahí sabemos lo que queremos… Y lo que queremos lo vamos a construir, de a poco».

«No estamos derrotados… estamos pasando un proceso de resistencia… ríos subterráneos que están gestando algo nuevo, algo diferente».

Como en todo el corpus de obras de Solanas, no hay final feliz. ¿Por qué? Pues porque es Latinoamérica, la de las luchas frustradas de la gente común, la injusticia, la eterna corrupción y explotación, donde la gente se organiza para defenderse del hambre y la explotación, pues no puede esperar nada del Estado al que le entrega sus impuestos. Es nuestra vieja historia de cómo las protestas, por grandes que sean, al final del día, no logran un gran cambio.

«El Estado no existe acá».

«Educación de mierda, no hay servicios de salud».

«Han derribado un Gobierno, pero no saben qué hacer para reemplazarlo».

Estas últimas frases casi provocan escalofríos, ¿no? Es Argentina, pero como que hablaran de Guatemala.

Viaje a los pueblos fumigados

Este documental es importantísimo. Demasiado. Y, además, genial. Se queda una con la boca abierta. Primero, es una crítica lapidaria contra Monsanto, pero no solo contra Monsanto, sino contra las alianzas demoníacas entre empresas como Monsanto, el Estado y las clases pudientes. Esto, en sí, no es nada nuevo, todos sabemos bien qué es Monsanto y cómo funciona.

Pero Solanas monta su caso con hechos, con entrevistas, sin intervenir, sin inventar. Y de estas imbricaciones corruptas, ¿quiénes salen jodidos? Todos y todas. ¡Todes! No nos salvamos en Guatemala, así como no se salvan los argentinos. Estamos igual de fregados todos los latinoamericanos. Es una tragedia que nos debiera hermanar, unirnos para hacer frente a esta terrible depredación. ¿Será que se puede?

Porque verán el horror: la documental demuestra que las frutas y verduras que compramos en los mercados, supermercados, etcétera, ya traen el veneno por dentro, por más que las lavemos. Unos laboratorios clínicos examinan, a manera aleatoria, a miles de personas que viven lejos del campo y todos tienen (¡tenemos, sin duda!) pesticidas en la sangre. Seguro que la mayoría moriremos de cáncer por esto. Y Monsanto lo sabe. El Estado también lo sabe. ¡Imagínense que hasta encuentran dentro de las verduras pesticidas prohibidos como DDT!

Ahora imagínense la gente que tiene que fumigar o manipular los granos y verduras fumigados. Que trabaja en esos campos y bebe esas aguas, se baña en ellas. En efecto, los niveles de pesticidas en su sistema –sangre, hígado, pulmones– son monstruosos. ¿Y el Estado, que se supone controla y supervisa todo esto? Ausente. ¡Como siempre!

La documental entrelaza todo, dejándolo clarísimo: el brutal despojo territorial de los indígenas (los que aún quedan vivos en Argentina) incluso hoy, el despojo de los chacareros, los trucos deshonestos de los financistas, envenenamiento de las aguas, destrucción por monocultivo, fumigación sobre los niños en las escuelas rurales y la impunidad, siempre, siempre, siempre la maldita impunidad.

Pero también, ¡qué gesto más hermoso! Cómo se organizan los pobres para ayudarse unos a otros, para sobrevivir desde el amor comunitario, para defenderse de los depredadores. No gana, la gente común, la guerra. Nunca gana la guerra, más sí gana muchas pequeñas batallas. Y en eso, en esa diaria resistencia, queda claro en estas documentales de Pino Solanas, está cimentada la dignidad de la gente común, de los nadies.


Fotografía principal, Pino Solanas, tomada de World Conscious Pact.

Trudy Mercadal

Investigadora, traductora, escritora y catedrática. Padezco de una curiosidad insaciable. Tras una larga trayectoria de estudios y enseñanza en el extranjero, hice nido en Guatemala. Me gusta la solitud y mi vocación real es leer, los quesos y mi huerta urbana.

Tres pies al gato

Correo: [email protected]

1 comentario

  1. Linicio Díaz. 25/09/2020

    Gracias por ese resumen tan claro y motivador, ha logrado entusiasmarme para buscar el consenso.

    Responder

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