¿Por qué falla la democracia, o por qué elegimos a políticos nefastos? (I)
Matheus Kar | Arte/cultura / BARTLEBY Y COMPAÑÍA
En esta entrega quisiera compartirles partes de una investigación que me encuentro realizando. Tal y como indica el título, hace algunos años me pregunté por qué elegíamos a políticos tan nefastos para ocupar cargos importantes. ¿Por qué votamos por Otto Pérez Molina, a pesar de nuestro pasado bélico? ¿Por qué votamos por Morales, si ya habíamos decidido que el sistema estaba viciado y era utilizado para blindar la corrupción? Incluso, hoy en día, a casi cinco años de la elección de Jimmy Morales, me sigo preguntando por qué seguimos votando, si siempre las opciones son escasas, precarias y con la nula capacidad de responder a nuestras necesidades. ¿Por qué votamos por Alejandro Giammattei, por ejemplo? Sin embargo, mi estudio se centra en Jimmy Morales.
En contraste con los primeros quince años del siglo XXI, en el 2015 la intención de voto de los guatemaltecos se inclinó por un candidato que no pertenecía a las élites políticas y no practicaba la política de manera profesional. Nacido como James Ernesto Morales Cabrera, Jimmy Morales, electo en la segunda vuelta electoral de 2015, se convirtió en el quincuagésimo presidente de la República de Guatemala el 14 de enero de 2016, relevando en el cargo a Alejandro Maldonado Aguirre, quien, a su vez, remplazó al general retirado Otto Pérez Molina, cuyo gobierno finalizó tras ser retirado por escándalos de corrupción en las aduanas del país.
Conocido actor de la televisión guatemalteca, Jimmy Morales se mantuvo al aire con un show de comedia por más de quince años. Incursionó en el cine como productor, director y actor. Previo a su candidatura como presidente, participó en el 2011, con el partido político Acción de Desarrollo Nacional (ADN), como candidato a alcalde en el municipio de Mixco, obteniendo el tercer puesto con 13 045 votos, según el Tribunal Supremo Electoral. El 10 de marzo de 2013, en asamblea, el Frente de Convergencia Nacional (partido que lo llevaría a la Presidencia) lo elige secretario general. El 17 de mayo de 2015, fue proclamado como candidato a la Presidencia de la República para las elecciones generales de 2015 por el mismo partido. En la vicepresidencia lo acompañó Jafeth Cabrera, exrector de la Universidad de San Carlos, quien indicó que su regreso a la palestra política se debía a que estaba «convencido de que el pueblo debe alzar su voz, y vio en Morales la propuesta idónea» (Jimmy Morales es presidenciable del FCN-Nación, 2015). En un principio, su propuesta estuvo centrada en cuatro aspectos: alimentación, educación, oportunidades de desarrollo y fomento al desarrollo empresarial. En el artículo citado se puede leer una de las declaraciones que proporcionó a Siglo21: «La población debe estar orientada por planes de trabajo y no por acciones populistas».
Como se ha señalado, el 25 de octubre fue electo presidente de Guatemala con una amplia ventaja sobre su contrincante en la segunda vuelta de los comicios electorales, Sandra Torres del partido Unidad Nacional de la Esperanza (UNE). El diario Clarín lo expresaría de la siguiente manera:
Morales, un derechista de 46 años, arrasó en el balotaje con casi 70 % de los votos frente a su contrincante, la ex primera dama socialdemócrata Sandra Torres. En su primera comparecencia pública, el mandatario electo ratificó que su prioridad será el combate frontal a la corrupción, tras los escándalos que provocaron la renuncia y encarcelamiento del ex presidente Otto Pérez.
Su gestión como primer mandatario, sin embargo, estuvo envuelta en escándalos de corrupción, asociación y financiación ilícita, acusaciones de abusos sexuales y probables antejuicios. De la misma forma, su hijo y su hermano fueron señalados por su presunta participación en un caso de corrupción y blanqueo de capitales. Aunado a esto, su gestión perdió apoyo y credibilidad tras que se le vinculara a la tragedia del Hogar Seguro Virgen de la Asunción y, después de que se le iniciara una investigación, decretara expulsar del país al jefe de la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (Cicig), una comisión de la ONU contra la corrupción, que luego cerraría su sede.
En menos de un año, Jimmy Morales pasó del 89 al 19 % de popularidad, según el medio digital Vice News. Este mismo medio seguiría la debacle del candidato, quien al tomar posesión contaba con una tasa altísima de aprobación para los promedios de popularidad latinoamericanos:
Su candidatura presidencial contra la corrupción –“Ni corrupto ni ladrón” fue su lema de campaña– y su faceta de político no tradicional cautivó al país centroamericano. Sin embargo, este sábado Jimmy Morales dará su primer informe de gobierno ante el Congreso guatemalteco y lo hará como un mandatario que en un año dilapidó ese enorme capital político: mediciones como la del Instituto de Problemas Nacionales de la Universidad de San Carlos de Guatemala ubican su popularidad en 19 por ciento… y bajando. Además, la percepción general ubica a Morales en el centro de un grupo de políticos corruptos que mandan en el país sin temor a una sanción. Y esos casos, aunque no han tocado directamente al presidente, sí han llegado hasta la familia presidencial: el hijo y hermano del mandatario están bajo investigación por cobrar miles de euros del erario público por eventos que nunca se realizaron.
¿Qué sucedió? ¿Por qué un presidenciable que obtuvo la confianza del padrón electoral en su primer intento como candidato pagó de esta manera? ¿Engañó a sus votantes? Y si fue así, ¿cómo lo hizo? ¿Qué tuvo que hacer un cómico inexperto en política para engañar y triunfar en unas elecciones que se suponía significarían un cambio para un país fracturado por la corrupción? El 22 de octubre, el diario El País describió el perfil de la supuesta estrategia que lo llevaría a la presidencia. «Presentarse como paradigma de la antipolítica, cuando han estallado casos de corrupción tan grandes que derribaron a un gobierno, es la clave de su éxito», comentó el analista Manuel Conde en el reportaje. Más adelante se puede leer lo siguiente:
Su perfil es conservador. De familia evangélica practicante, Morales tiene un profesorado en Teología. Su eslogan de campaña, “Ni corrupto, ni ladrón”, apunta a la conquista del voto de esa mayoría de guatemaltecos escaldada de la clase política tradicional. La flecha parece le ha salido certera y se ha colocado en uno de los dos puestos que le permitirán disputar la presidencia el 25 de octubre. Su larga experiencia en la televisión le dio el dominio escénico en sus mítines. Sabe qué quiere oír la gente, y va al grano: “Soy un hombre honrado, lo he aprendido de mis padres, y no ofrezco lo que no pueda cumplir”. “No puedo cambiar la vida de Guatemala, pero trataré de convencer a los guatemaltecos de que cada quién debe hacer lo que le corresponde para mejorar”, son algunos de los mensajes que lo tienen a las puertas del poder y que ha reiterado la noche del domingo al llegar al Tribunal Electoral, donde ofreció “puertas abiertas” a la prensa “para garantizar la transparencia en su gestión”. Sabe lo que la gente quiere oír .
Todo parece indicar que el discurso del presidente se había subordinado a los anhelos del «pueblo». A un año de tomar posesión, María Teresa Hernández, corresponsal del New York Times –NYT–, analizaría parte de las acciones del mandatario (y su posible fracaso), el cual también incluiría ciertas indagaciones en el discurso vacío o abstracto que lo llevó a la presidencia. «Durante 22 años les he hecho reír. Si gano las elecciones, prometo que no les voy a hacer llorar», afirmó Jimmy Morales antes de ganar las elecciones (citado en The New York Times, 2017). En él también se puede leer:
Mientras duró su campaña, Jimmy Morales repitió ese eslogan –“Ni corrupto ni ladrón”– una y otra vez. En la memoria de la Guatemala que lo escuchaba había décadas de gobiernos militares que para reprimir la insurgencia crearon un país inseguro y violento. Solo durante la Guerra Civil (1960-1996) desaparecieron 45.000 y murieron 200.000 ciudadanos. Antes de Morales también hubo un militar: en septiembre de 2015, a tres años de haber asumido el poder, el general retirado Otto Pérez Molina renunció a la presidencia para enfrentar acusaciones por delitos de cohecho, asociación ilícita y defraudación aduanera. Los guatemaltecos estaban hastiados y enojados; salían a las calles a protestar. “¡Todos los políticos son corruptos!”, se leía en pancartas de manifestantes en la capital del país. Guatemala gritaba y Jimmy Morales escuchó. El comediante aseguraba en sus mítines que podían señalarlo por su inexperiencia política, pero nunca por robar. Su actuación frente al público surtió efecto y en menos de un año la gente le creyó: el Frente de Convergencia Nacional (FCN) anunció su candidatura en mayo, ganó las elecciones en octubre y en enero aceptó la banda presidencial. Después de las elecciones, la prensa local e internacional se preguntaba cómo hizo Jimmy Morales para ganar. Al igual que Donald Trump, era el candidato que nadie se tomaba en serio y al final resultó vencedor. También como Trump, Morales era un novato en la política pero no en la persuasión. Durante 18 años, un programa de comedia llamado Moralejas le abrió las puertas de un público que necesitaba menos drama y más humor. Él no sedujo a los guatemaltecos con promesas en un mitin; primero los hizo reír.
La autora proporcionaría una serie de datos que confirmarían la victoria de Jimmy Morales: el cansancio de la población frente a los políticos tradicionales y la necesidad de «honestidad y valores». Esta idea no solo permearía la política guatemalteca. En Argentina, Paraguay, Haití y Panamá, para esos años, estarían gobernando empresarios y hombres de negocios. En Ecuador y Chile, para las elecciones del 2017, los favoritos eran empresarios, entre ellos: Sebastián Piñera (finalmente electo y protagonista habitual de las páginas de Forbes). Hernández continúa:
La búsqueda de un candidato ajeno al sistema surge tras décadas de desprecio y crítica a la política, dice Christopher Sabatini, catedrático de Relaciones Internacionales de la Universidad de Columbia. “La hemos denigrado y ensuciado tanto en el debate popular que se ha creado la idea de que los políticos, por naturaleza, son corruptos y deben ser remplazados”. Hoy, entre algunos votantes, la inexperiencia de un candidato se percibe como algo positivo. Que lleguen poco preparados a los debates, que sus discursos carezcan de argumentos y que propongan políticas poco viables es parte de su encanto. Ahora, explica Sabatini, parece fácil pensar que cualquiera que no sea político podría gobernar.
El hastío por el político tradicional fue un síntoma contraproducente a la política guatemalteca. Al parecer, era más grande la necesidad de elegir alguien «fuera» del sistema a elegir racionalmente y posicionar a un individuo que representara, no las necesidades de la población, sino la eficiencia administrativa de un país. No obstante, el discurso de Morales fue más potente. «En cada mitin alternaba al candidato con el cómico y al cómico con el joven humilde y trabajador que hizo camino al andar», confirma la corresponsal del NYT. El candidato dramatizaba que tenía tres años cuando su padre murió. Su madre quedó endeudada con dos hijos y él creció en un pueblo sin asfalto ni drenaje, como la mayoría de la población guatemalteca. Vendió plátanos, ropa usada y gaseosas. Pero lo más impactante debió ser cuando les contaba a los asistentes de sus mítines, cómo él solito (junto con su hermano) fundó una productora y triunfó en la televisión. «El guion de la historia de su vida sedujo al público con una lógica simple: un hombre del pueblo que ya sufrió lo que todos sufrimos sabe cómo alcanzar el éxito. Un hombre con dinero no tendría por qué robar», sentencia Hernández.
Un empresario exitoso genera expectativas como presidente, dice el politólogo Matías Bianchi, doctor en Ciencias Políticas de la Universidad de Arizona, porque se cree que “sabe cómo funciona el sistema así que él nos va a hacer salir adelante. Sin embargo, me parece que eso es por una debilidad de los partidos políticos: como no logran tener sus propios candidatos, tienen outsiders”.
Sin embargo, la campaña presidencial, como indica la autora, no se pagó con la venta de plátanos o las ganancias de su programa de televisión o películas, sino a través de la Asociación de Veteranos Militares (Avemilgua), la cual nació en 1995 y en 2008 fundó el FCN. El discurso abstracto, la generación de empatía y el conocimiento o estudio profundo de los votantes serían otros de los elementos garantes de su victoria. «Los guerreros del populismo son prácticamente inútiles», escribió Francis Fukuyama en Foreign Affairs tras la victoria de Trump. «Pueden endurecer el crecimiento, exacerbar los males y empeorar la situación en lugar de mejorarla» (citado en New York Times).
En la siguiente entrega, explicaré parte de la teoría y métodos que utilicé para analizar el discurso de Morales.
Fotografía principal tomada de Hablemos claro.
Matheus Kar
(Guatemala, 1994). Promotor de la democracia y la memoria histórica. Estudió la Licenciatura en Psicología en la Universidad de San Carlos de Guatemala. Entre los reconocimientos que ha recibido destacan el II Certamen Nacional de Narrativa y Poesía «Canto de Golondrinas» 2015, el Premio Luis Cardoza y Aragón (2016), el Premio Editorial Universitaria «Manuel José Arce» (2016), el Premio Nacional de Poesía “Luz Méndez de la Vega” y Accésit del Premio Ipso Facto 2017. Su trabajo se dispersa en antologías, revistas, fanzines y blogs de todo el radio. Ha publicado Asubhã (Editorial Universitaria, 2016).