Raúl Aguiar
Rodolfo Alpízar Castillo | Arte/cultura / ESCRITO EN CUBA
Raúl Aguiar (La Habana, 1962): Escritor. Licenciado en Geografía, profesor de técnicas narrativas para jóvenes escritores en el Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso (Cuba). Sus cuentos aparecen en antologías y revistas de Cuba y otros países. Ha preparado antologías de cuentos para obra publicadas en Cuba y el extranjero. Publicaciones: La hora fantasma de cada cual (novela, 1994; Premio David 1989), Mata (novela corta, 1995, 2004; Premio Pinos Nuevos 1994), Daleth (cuentos, 1995; Premio Luis Rogelio Nogueras 1993), Realidad virtual y cultura ciberpunk (ensayo, 1995, Premio Abril 1994), La estrella bocarriba (novela, Cuba 2001, 2015, EE. UU. 2011, España 2016), Figuras (cuento 2003; Premio Iberoamericano de Cuento Julio Cortázar 2003), La Guerre n’est pas finie. Mata (novela corta, Francia, 2008), Alter Cuba (novela corta, EE. UU., 2016). Miembro de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC).
Dirección electrónica: [email protected].
Nocturno
Alicia en el sillón, él en la cama. Hoy no han puesto música, también es muy tarde, casi las doce.
– Hoy fui con Anselmo a ver a una cartomántica –cuenta ella–. Muy loco todo, porque la historia es que él está con la hija de la tipa, pero la muchacha está comprometida para casarse con un canadiense y a la madre no le cuadra que ella ponga en peligro esa relación. Entonces, para despistar, Anselmo me pidió que fuera con él como su novia. Hasta me pagó la sesión y todo. Qué horror, sus brazos peludos acariciándome, diciéndonos, chini, chino, y total, cuando la tipa se puso a leerme las cartas, Anselmo no salió por ningún lado. La tipa me retrató, hasta describió con pelos y señales la esposa de mi padre, retrató a todo el mundo, a Claudio, a ti… Y eso que yo estaba escéptica. Profetizó que iba a dar muchos viajes, que estaba en la onda del papeleo, y ayer mismo Claudio me llamó para decirme que ya estaba haciendo los papeles.
– ¿Qué dijo de mí?
– Cosas malas. Que deseabas que yo estuviera sola, y que a veces me habías deseado el mal.
– La tipa lo que me parece es que es una gran psicóloga. Es verdad que te deseo sola, claro, pero no creo que nunca te haya deseado el mal.
– Sí, pero no, me dijo cosas que no tenía por qué saberlas, como la otra cartomántica del trabajo de mi mamá, que me dijo que pronto me iba a casar con un viejo y yo pensaba que sería contigo, pero después resultó que era Claudio.
– Eso es psicología, te repito. A ver, ¿de qué manera ibas vestida? Seguro le dicen más o menos lo mismo a todas las que les parecen jineteras.
– No, fui con el pitusa ese guarapeteado celeste, y una blusita. ¿Estás diciendo que soy una jinetera?
– No, pero sí que te vistes como una de esas muchachitas que desean escuchar que se van a casar con un extranjero y van a viajar mucho.
– No, yo no te he contado todo, había cosas que no se sacaban con psicología.
– Lo que creo es que te estás dejando manipular, igual que con la astrología.
– No, yo no me dejo manipular por nadie. Te cuento otra cosa: antes de tirarme las cartas, llegó otra mujer, pero la cartomántica le dijo que era muy tarde, y que ya me iba a consultar a mí, que volviera otro día, y luego que esta mujer se fue, me contó su historia. Resulta que ella tenía un novio cubano y luego se casó con un millonario ecuatoriano, que era dueño de un hotel y todo, y entonces ella se fue, pero siguieron amándose, y ella le mandaba dinero, y era bastante dinero, fíjate que hasta pudo comprarle una Harley Davidson al hijo de él y todo. Pues resulta que la mujer un buen día le dijo que regresaba, dejó al millonario y volvió para estar con él, pero entonces el cubano le dijo que ya no la amaba, que estaba enamorado de una dominicana que era dueña de una boutique, y por eso no pensaba seguir la relación con ella, y la tipa se quedó embarcada, y no sabía qué hacer, estaba destruida, por eso iba a ver a la cartomántica a cada rato. ¿Qué opinas?
– Que ella se lo merecía, pero también que el tipo es un gran comemierda y la solución era muy fácil. Volver con el millonario ecuatoriano y mandar a la mierda al otro. Podían haber seguido de amantes sin ningún problema. Sencillamente el tipo no la amaba y la estaba utilizando.
– Por eso es que yo digo que el amor no existe y uno tiene que ser pragmático, lo que importa es el dinero y lo demás es un fantasma. Uno no puede engañarse de esa manera.
– Oye, creo que me voy.
– ¿Te pusiste bravo?
– No, es que sencillamente hoy estás con tu personalidad pragmática y no me cuadra ese personaje.
– No chico, no te pongas bravo, no te vayas.
– No, si te digo que no estoy bravo, solo que algunos días siento que eres muy feliz, muy pragmática y no me necesitas, ¿entiendes?, y yo soy como un ángel, si no me necesitas me desaparezco.
– Tú fuiste el que sacaste el pragmatismo en la conversación. Dale, vamos a acostarnos, a ponernos cómodos, quítate los zapatos y el pantalón, me voy a desnudar. Espérate, déjame quitar la sobrecama, dale ven, acuéstate a mi lado. No te pongas bravo. Abrázame. Vamos a hacer como el primer día, ¿te acuerdas? Vamos a estar un rato así, desnudos y abrazados pero sin templar, ¿quieres?
– Sí.
– Tampoco te puedes quedar hasta mañana.
– Lo sé.
Ella apaga la luz y se va frente al clóset. Se saca el vestido por la cabeza y le ofrece una visión de sus senos en penumbras y el triángulo blanco de su ropa interior. Él se descalza, luego se quita el pulóver y el pantalón y se queda en calzoncillos.
– Tus medias huelen. Ponlas bien lejos, y los zapatos también.
Él se ruboriza, un poco acomplejado. «Qué manera de sacar faltas», piensa y luego intenta justificarse.
– Sí, es que lavé hoy. A lo mejor es que se quedaron húmedas.
Los tenis van a parar bajo la cama, al fondo. Ella le lanza una colcha y él la abre para los dos. Ella viene y se acuesta a su lado.
– Arrópame.
Él obedece y luego la abraza, le da un beso en la frente. Se quedan un rato callados.
– Oye, ¿por qué no me das un masaje?
Él recuerda que hace unas semanas ella le contaba sobre los masajes que le daba un amante ocasional, sustituto, astrólogo, fanático del Sazen y comemierda, por más señas, y se siente incómodo. No contesta.
– ¿Sigues bravo? ¿No quieres darme un masaje?
– A veces me da la impresión de que me utilizas. –Apenas lo dice se arrepiente. «Que dormidera», se recrimina mentalmente.
– Sabes que eso no es verdad.
– Sí. Lo sé.
– Dale, dame un masaje.
– Está bien.
***
– ¿Te dormiste?
– No. Es muy rico.
–¿ Quieres que siga?
– Ese no, no me gusta, hazme lo que estabas haciendo antes, la «mariposita coja».
– ¿Así?
– Sí. Ahora las piernas.
***
– Qué rico, Alicia, como extrañé tu cuerpo.
– Vas a tener que ponerte un preservativo.
– No hay problema. Me lo voy a poner, no te preocupes.
– Entiende, sería terrible que saliera embarazada ahora que me voy a casar con Claudio.
– Ja, ja, y se descubriría enseguida, porque él y yo no nos parecemos en nada.
– Es verdad. Pero aparte, nosotros vamos a ir a hacernos la prueba del sida, porque a él no le gusta usarlo. Fíjate si me cuida que a pesar de tenerlo puesto, cuando se va a venir la saca y termina afuera.
– A mí no me molesta el preservativo. ¿Me lo pongo ahora?
– No, después. ¿Y te lo has puesto con tus novias?
– Yo no me he acostado con nadie, solo contigo. Sigo tan sanito como cuando me conociste.
– No te creo.
– Ali, te prometo que cuando esté con otra te lo voy a decir. Al fin y al cabo no pierdo nada con decírtelo.
– Es cierto. Dale, ven, abrázame.
– Ay, coño, que delicia todo. Me encantan tus nalguitas.
***
– Yo creo que todavía estoy conectado contigo, aparte de por lo que ya sabes, porque tienes el coñito más maravilloso del universo. Espera, espera. Un momento. Voy a salir, me voy a poner el preservativo.
– No, no importa, dale, sigue.
– No, chica, me lo voy a poner.
– Es que se te va a bajar.
– No me se me va a bajar nada, no me intentes así. ¿Dónde estarán? Ah, ya sé, en la mochila. Esto es rápido. ¿Ves? Sigue igualita que antes.
– Ven, dale. Métemela.
***
– Que silenciosa estuviste. ¿Te gustó?
– Sí.
– Yo lo disfruté muchísimo. De todas formas me reprimí un poco porque no teníamos música puesta. Nos iban a oír.
***
– ¿Y después de casarte, seguirías siendo mi amante?
– Sí. Metería algún cuento y me escaparía a tu casa a verte. ¿Te gusta la idea?
– Claro.
– ¿Qué pensará tu familia?
– Me importa un carajo lo que piense o deje de pensar.
– ¿Y tú?, ¿serías mi amante aunque tuvieras otra novia?
– Seguro.
– Pero fíjate, esto de nosotros tiene que ser secreto, ¿entiendes? Nadie, absolutamente nadie, debe enterarse.
– Nadie lo va a saber, te lo aseguro.
– Es que yo no sé si puedo confiar en ti. Recuerda que nos separamos por eso, porque te pedí que no dijeras algo y fallaste; eso me acabó de decepcionar. Tú eres muy chismoso.
– Sí, tienes razón, pero la otra vez que estuvimos juntos, antes de que Claudio viniera, nunca nadie se enteró. A mí tampoco me conviene. Aparte, me gusta mucho esta onda de amantes secretos. ¿Cuándo viene él?
– En mayo ¿Que ironía, no? Tú eras mi novio y Claudio mi amante, y ahora va a ser al revés. Todo es absurdo, todo es muy loco.
– Decía alguien que hay que ser absurdo para vivir en este mundo absurdo.
– Sí. Eso es de Cortázar, creo.
– ¿Qué hora será? Deben ser como las tres de la mañana. Déjame ver. Exacto. Las tres y cuarto. Mierda, no tengo ganas de irme.
La abraza, luego se levanta, busca en el suelo sus ropas. Se siente feliz. Mientras se mete en los pantalones le dice «Un streptease al revés», y ella sonríe. Luego pasa trabajo en encontrar los tenis a oscuras. Se calza.
– Voy al baño.
Orina. Se alisa un poco el pelo y se echa agua en el rostro. Luego coge un poco de pasta dental y se enjuaga. Regresa. Vuelve a besarla.
– ¿Tú me amas? – pregunta ella.
– Yes. I love you, Ia Liubliú, A negdley yi.
– No, chico, en serio, ¿me amas?
– Claro, si no, no estuviera aquí contigo. ¿Y tú? ¿Me amas?
– Sí.
Él acerca la boca en su oído, le susurra «Sí, te amo infinito, en todas las reencarnaciones»; luego se levanta y se cuelga la mochila en el hombro.
– Llámame –pide ella–. Tenemos que aprovechar todo el tiempo.
– Hasta mayo. Cuando venga Claudio.
– Sí.
Fotografía proporcionada por Rodolfo Alpízar.
Rodolfo Alpízar Castillo
Traductor literario (portugués-español), narrador, exlingüista, con una extensa lista de publicaciones propias (literarias y lingüísticas) y de traducciones de autores como José Saramago, Mia Couto y Pepetela, ente otros, tanto en su país como en el extranjero. Premio de la Federación Internacional de Traductores por la obra de la vida (2011), junto a otros reconocimientos nacionales. Desde hace dos años mantiene un espacio bimestral dedicado al intercambio de narradores con los lectores.
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