¿Estará la inteligencia artificial cambiando la ciencia?
Vinicio Barrientos Carles | Para no extinguirnos / AUTÓMATOS
En lugar de los modelos de teorías hipotéticas se introduce una igualación directa de datos.
La correlación suplanta la causalidad. Sobra la pregunta del «por qué» ante el «es así».
Byung-Chul Han
Nuestra frase inicial está tomada del capítulo último del texto En el enjambre, del filósofo surcoreano Byung-Chul Han (pronunciado Pyong-Chol Han), quien es experto en estudios culturales y profesor de la Universidad de las Artes de Berlín. La obra, escrita originalmente en alemán, analiza de qué manera la revolución digital, esta Cuarta Revolución Industrial, está transformando la esencia y la configuración misma de toda la sociedad, poniendo especial énfasis en la influencia de la internet y las redes sociales. Según el ensayista y pensador, se ha conformado una nueva masa a la que él denomina «el enjambre digital». Aunque estas ideas flotan en lo interno de las conciencias de las personas de mayor edad, quienes crecieron y se desarrollaron en otro tipo de mundo, aparentemente ya muy lejano, el filósofo explica en una serie de breves capítulos qué es lo que ha pasado con el corpus de la humanidad.
En particular, el doctor Han sostiene que, a diferencia de la masa clásicamente concebida por filósofos que le han precedido, esta nueva masa del enjambre digital está constituida por individuos totalmente aislados, carentes de un alma y de la consciencia de un «nosotros» que sea capaz de una acción común, que pueda articular al unísono una determinada manifestación. De esta guisa, se ha construido un impedimento nuevo en la dimensión colectiva de las comunidades y de la sociedad en general, de forma que no existe un posible cuestionamiento crítico al orden establecido por los «sistemas». De toda una serie de reflexiones y análisis al respecto, Han concluye que ha quedado atrás la época de la biopolítica para dar paso a una nueva época, que él denomina de la «psicopolítica digital», porque, según explica, el poder proviene desde estructuras dirigidas a intervenir en los procesos psicológicos inconscientes de los individuos que conforman las comunidades. En este sentido, el psicopoder resulta mucho más eficiente que el biopoder que le ha precedido, en cuanto vigila al detalle, controla y moviliza a los seres humanos, no desde su exterior, sino desde adentro, de lo profundo de sus más interiores anhelos, deseos y temores.
Este último capítulo que hemos citado en el epígrafe, titulado justamente psicopolítica, el filósofo surcoreano cita al francés Michel Foucault, apuntando:
Según Foucault, desde el siglo XVII el poder ya no se manifiesta como la capacidad que el soberano tiene de imponer la muerte, sino como biopoder. El poder del soberano es el de la espada. Amenaza con la muerte. En cambio, el biopoder trabaja en la «incitación, de reforzamiento, de control, de vigilancia, de aumento y organización de las fuerzas que somete».
Lo novedoso y revolucionario del psicopoder es que ya no solo comprende factores externos a las personas, sino que refiere a otros que están en condiciones de penetrar en la psyche de la población. Esto implica un profundo cambio de paradigma social. La pregunta del millón es: ¿de dónde proviene este nuevo poder emergente, capaz de alterar a toda la sociedad humana? La respuesta está íntimamente ligada con las temáticas tratadas en esta columna Autómatos, y específicamente con un tema recientemente abordado respecto a los procesos de conocimiento tradicional y las novedades que la big data y el machine learning han ido abruptamente introduciendo en la cotidianeidad. Así, las condiciones tecnológicas imperantes en las redes sociales y el desarrollo vertiginoso de las capacidades de procesamiento realizado en la última década ha hecho posible que la vigilancia digital en el ciberespacio sea capaz de leer la psicología de los individuos, pero más allá de la lectura, ha construido una plataforma capaz de controlar estos pensamientos y emociones.
De esta forma, si la biopolítica no permitía la intervención en la esfera psíquica de las personas, el psicopoder no solo está en posibilidades de realizarlo, sino que es capaz de intervenir en toda una población. Esto tiene consecuencias éticas inconmensurables, pero no es únicamente en esta dimensión de la existencia humana que se están vislumbrando cambios radicales que invitan a reflexionar profundamente hacia dónde podríamos dirigirnos.
El titular de esta oportunidad tiene por finalidad despertar la curiosidad del estimado lector, porque al abrir tal puerta mucho habrá que discutir y poner sobre la mesa de las posibilidades. El mismo Han escribe que está en marcha un cambio de paradigma científico, y para ello cita un artículo de hace ya más de una década, del norteamericano Chris Anderson, cuyo título es «El fin de las teorías: el diluvio de datos hace obsoleto al método científico». De eso es lo que estaremos profundizando próximamente pues no podríamos dejar a la ligera un titular de tal magnitud. Para comprender los argumentos que Anderson presenta, viene al caso recordar lo que hemos compartido sobre el proceder del denominado método científico.
En el esquema de la imagen precedente, hemos explicado que el proceso inductivo tiene por objetivo primario la validación de proposiciones de tipo sintético a priori, aquellas que han surgido de una conjetura producto de la abducción de las observaciones que posibilitan la construcción de una determinada hipótesis o conjetura. Esta contrastación empírica, de índole estadística fundamentalmente, se ha visto notablemente enriquecida por el elevado poder computacional de los más desarrollados ordenadores de la actualidad y por las técnicas del enfoque bayesiano del aprendizaje, el cual llega a límites antes nunca imaginados con los cuales un autómata es capaz de «aprender» muchas situaciones de manera mucho más eficiente que la de cualquier ser humano. Por ello, el proceso de investigación científica se ha visto insospechadamente enriquecido por la simulación computacional, que no requiere en el enfoque empirista partir de modelos preestablecidos, sino que puede explorar a altas velocidades las opciones que mejor se comportan respecto a ciertas condiciones deseadas.
Anderson, en este artículo que hemos citado, afirma:
Los científicos están entrenados para reconocer que la correlación no implica causa, que no se deberían extraer conclusiones simplemente sobre la base de la correlación entre X y Y… En lugar de eso, debes comprender los mecanismos subyacentes que conectan a los dos. Una vez que tienes un modelo, puedes conectar los conjuntos de datos con toda confianza. Los datos sin un modelo son sólo ruido.
Para contrastar este enfoque científico «clásico», Anderson presenta varios ejemplos, entre los que destaca como contundente el siguiente:
El mejor ejemplo práctico de esto es la ametralladora de secuencia genes ideada por J. Craig Venter. Capacitado por secuenciadores de alta velocidad y superordenadores que analizan estadísticamente los datos que producen, Venter pasó de secuenciar organismos individuales a secuenciar ecosistemas enteros… En el proceso, descubrió miles de especies antes desconocidas de bacterias y otras formas de vida.
Amerita que regresemos a conversar sobre esta interrogante del titular, la que dejamos abierta, para que la inquietud evolucione en el estimado lector, con la salvedad que no queda en el olvido, sino todo lo contrario, para un más dilatado, quizá más mesurado, próximo abordaje.
Imágenes tomadas de diversos medios, editadas por Vinicio Barrientos Carles.
Vinicio Barrientos Carles
Guatemalteco de corazón, científico de profesión, humanista de vocación, navegante multirrumbos… viajero del espacio interior. Apasionado por los problemas de la educación y los retos que la juventud del siglo XXI deberá confrontar. Defensor inalienable de la paz y del desarrollo de los Pueblos. Amante de la Matemática.
Correo: viniciobarrientosc@gmail.com