Retórica versus parresia
Anibal Barillas D. | Arte/cultura / CONTRAPARADIGMAS
Sin lugar a dudas, dentro y fuera de la filosofía a todos nos «suena» la palabra retórica, su evolución atraviesa varios siglos y en todo ese tiempo no ha abandonado su condición esencial, la de ser un recurso de persuasión dentro del discurso. Por su parte, la parresia ha sido olvidada, retomada en el siglo XX por Michael Focault y aplicada por la escuela cínica y epicureista, consiste en el acto de decir la verdad con cierto atrevimiento y sin intenciones de persuadir, la verdad tal cual la percibe la conciencia del locutor.
Frente a ello debemos decir que la retórica se ha subdividido de manera informal, se le estudia dentro de la literatura o dentro de la política, y puede persuadir sobre una verdad o sobre una mentira, mientras que la parresia apela a la verdad aun con el peligro de ofender. Ello implica que la parresia, como instrumento para buscar y decir la verdad, no contiene la contradicción intrínseca de la retórica; hoy sería una versión de la honestidad, que tanto escasea, o de la transparencia, decir las cosas sin tapujos y sin segundas intenciones.
Todo ello nos apercibe de una realidad dual y contemporánea, donde los medios de comunicación se desviven entre la retórica de la verdad y la retórica de la falacia. Y donde la parresia aparece como el privilegio de algunos valientes (medios, intelectuales o pensadores).
En un mundo plagado de «noticias falsas» (fake news), tuits sobre ocurrencias y estupideces, comunicación fugaz y fútil en las redes, siguen siendo estos dos recursos griegos los que usa la comunidad mundial para comunicarse: retórica o parresia.
La verdad es un reflejo de la realidad, alcanzarla solo depende de la capacidad intelectual y la experiencia de la conciencia. Alcanzada la verdad, en cada estrato del conocimiento, la pregunta sería cómo trasladarla (método de exposición), persuadir al público a través de un lento rodeo o soltar el mazo descomunal de lo que está escondido detrás de las apariencias, de la superficie. Las opciones están a la carta. Valentía, cobardía, vergüenza, sutileza o astucia, muchas son las excusas para usar la retórica, por su lado, la parresia no tiene más que una forma de exponerse al público: descarnadamente, sin dejar nada a la subjetividad del observador.