Del Anthropopithecus al Pithecanthropus (II)
Vinicio Barrientos Carles | Para no extinguirnos / EPISTEME
Los monos son demasiado buenos para que el hombre pueda descender de ellos.
Friedrich Nietzsche
En la primera parte discurrimos brevemente sobre la ardua y difícil caminata recorrida para llegar al estado actual de la paleoantropología y ciencias relacionadas. De varias maneras al ser humano le ha resultado difícil aceptar ser una creatura más en la naturaleza, y que, como tal, es el resultado de una larga trayectoria de cambios y mutaciones sobre otras especies que le han precedido de forma directa. Sin embargo, a pesar de que todos estamos relacionados con las ideas fundamentales de la teoría evolutiva de las especies, aún persisten muchas nociones erróneas, como la bien representada en nuestro epígrafe. La expresión «el hombre desciende del mono» es totalmente imprecisa. El vocablo «hombre» lo entendemos como uno que se refiere a una especie, la nuestra (Homo sapiens sapiens), mientras que el término «mono» abarca a un número cuantioso de especies, todas ellas pertenecientes al orden de los Primates.
De hecho, un orden contiene muchos géneros, y estos a su vez contienen varias especies. Sin embargo, lo que se quiere expresar tiene que ver con el imaginario que considera que los simios antropomorfos actuales son los ancestros del ser humano. Aunque ante cualquier par de especies coexistentes en la actualidad debe existir un ancestro común a ambas, es equivocado pensar que una desciende de la otra. Así, es correcto aseverar que el hombre contemporáneo y el chimpancé tienen un ancestro común, pero es totalmente errado que uno anteceda a otro, pues todas las especies, por selección natural, por mutación aleatoria, van cambiando, transformándose en el tiempo. Esta es la esencia del transformismo evolutivo que vino a prevalecer sobre el fijismo, que afirmaba la inmutabilidad. La teoría sintética evolutiva moderna integra los elementos de la selección natural, la teoría genética como base de la herencia, la mutación aleatoria como fuente de variación y la genética de poblaciones.
Por otro lado, el transformismo evolutivo no proviene únicamente de Darwin, puesto que tanto el francés J. B. Lamarck le precedió, como también el naturalista, geógrafo y antropólogo británico Alfred R. Wallace elaboró una teoría evolutiva en forma totalmente simultanea e independiente. Al respecto del trabajo de Wallace, Darwin expresó: «Jamás vi coincidencia más impresionante; ¡si Wallace tuviera mi borrador escrito en 1842, no habría podido realizar un mejor resumen!».
En este imaginario evolutivo, que planteaba a una creatura simiesca predecesora del hombre actual, los hombres de ciencia del siglo XIX consideraron un estadio intermedio, un eslabón intermedio entre el simio y el hombre. Recurrieron entonces a las raíces griegas para hombre (ἄνθρωπος-anthropos) y para mono o simio (πίθηκος-píthēkos), formando términos compuestos por estas dos raíces. El primero en aparecer fue el de Anthropopithecus (en castellano antropopiteco), el cual literalmente significa mono-hombre, porque pithecus va de último, lo que vendría a significar un simio con características humanas. De manera similar, se utilizó la combinación Pithecanthropus (en castellano pitecantropo), que por la inversión viene a significar hombre-mono, es decir un hombre simiesco, porque la raíz anthropus va de último.
Aunque la historia sobre el uso de los términos es interesante, debemos estar claros que ahora los términos son obsoletos e inadecuados. Insistimos en la errónea idea de una evolución lineal, desde una especie, reunida en el genérico «simio», hasta otra, englobada en el término «hombre», pues no se toma en cuenta que los simios refieren a muchas especies como los hombres también. En este tema conviene estar muy al tanto del aspecto cronológico usando una pertinente escala antropológica.
Es relevante reconocer que la teoría evolutiva del siglo XIX requería de muchas precisiones que se han venido dando en el siglo posterior a su aceptación por la comunidad científica. Esto es particularmente cierto en los temas referidos al ser humano. En El origen del hombre (The Descent of Man, and Selection in Relation to Sex, 1871) Darwin aplica la teoría de la evolución de la selección natural a la evolución humana, abordando aspectos sobre psicología evolutiva, ética evolutiva y supuestas diferencias entre las distintas razas de seres humanos. Aunque el biólogo inglés se equivocó gravemente en muchas de sus aseveraciones, la idea fundamental al respecto de los distintos antecesores homíninos está claramente expresada:
La principal conclusión a la que aquí se ha llegado (…) es que el hombre desciende de alguna forma altamente menos organizada. Los fundamentos sobre los que reposa esta conclusión nunca se estremecerán, porque la estrecha semejanza entre el hombre y los animales inferiores en el desarrollo embrionario, así como en innumerables puntos de estructura y constitución (…) son hechos incontestables.
En un artículo previo comentábamos cómo los restos fósiles del denominado Ramapithecus, que hace cincuenta años se consideraba antecesor del hombre actual, permitieron realizar precisos análisis filogenéticos que han demostrado que se trata verdaderamente de un ancestro del orangután actual. Sirva el ejemplo para evidencia que últimas décadas han sido de verdaderos avances en estas ramas del saber. La siguiente imagen muestra los cuatro grupos en la la subtribu Hominina: Ardipithecus, Australopithecus, Paranthropus y Homo. El lector podrá verificar el uso de las raíces que hemos explicado significan simio y hombre.
Nótese también que al subir en la jerarquía de los taxones, se retrocede más en el tiempo, y se tiene a parientes más lejanos. Por ejemplo, compartimos la especie con el Neandertal (Sapiens), el género con el Homo erectus, y la subtribu con el Australopithecus (Hominina). Subiendo aún más, veremos que compartimos la tribu con el chimpancé y el bonobo (Hominini), la subfamilia con el gorila (Homininae), la familia con el orangután (Hominidae) y la superfamilia con los gibones (Hominoidea).
Cerramos con algo de la historia de nuestro titular. Los términos Anthropopithecus y Pithecanthropus fueron acuñados por el zoólogo francés Henri-Marie Blainville, en 1839, y por el naturalista alemán Ernst Haeckel, en 1868, respectivamente. Blainville usó el término para nombrar al chimpancé, y aunque posteriormente se seguía identificando a esta especie como Anthropopithecus troglodytes (1883), resulta que el género Pan ya había sido asignado con anterioridad, por el alemán Lorenz Oken, en 1816. Por ello, ante la sinonimia, la nomenclatura taxonómica prevaleció, por lo que el género Anthropopithecus perdió su validez. Curiosamente, para ese entonces ya el anatomista neerlandés Eugène Dubois había nombrado a una creatura descubierta en 1891, a las orillas del río Solo, en Java Oriental, como Anthropopithecus erectus.
Posteriormente, Dubois realizó estudios más detallados, y a partir de ciertas características anatómicas específicas decidió rebautizar a su espécimen de Java con el nombre Pithecanthropus erectus. Sin embargo, tiempo después, el paleoantropólogo alemán Franz Weidenreich comparó detalladamente los caracteres del hombre de Java de Dubois con los caracteres del hombre de Pekín, entonces llamado Sinanthropus pekinensis, para concluir que se trataban de la misma especie, y que por su semejanza anatómica con los humanos contemporáneos era necesario reunir a estos especímenes de Java y de China en una misma especie del género Homo, la cual reconocemos hoy como Homo erectus. De esta guisa, las combinaciones terminológicas correspondientes a Anthropopithecus y Pithecantropus fueron abandonadas y los géneros que nombraban ya no existen en la actualidad. La imagen muestra el árbol genealógico de la subtribu Hominina, la nuestra.
Imágenes principales tomadas de diversos medios, editadas por Vinicio Barrientos Carles.
Vinicio Barrientos Carles
Guatemalteco de corazón, científico de profesión, humanista de vocación, navegante multirrumbos… viajero del espacio interior. Apasionado por los problemas de la educación y los retos que la juventud del siglo XXI deberá confrontar. Defensor inalienable de la paz y del desarrollo de los Pueblos. Amante de la Matemática.
Correo: viniciobarrientosc@gmail.com