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Cartas de amor sobre la arena

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Cartas de amor sobre la arena

Luis Felipe Arce | Política y sociedad / EL CASO DE HABLAR

En un día como hoy
pasamos el tiempo libre escribiendo
cartas de amor sobre la arena

En 1957 (hace 63 años) el legendario cantante Pat Boom rompió el récord de ventas y colocó en el número uno del ranking de popularidad su famosísimo tema «Cartas de amor sobre la arena» (versión inmortalizada al español por Johnny Laboriel y los Rebeldes del rock).

El amor… ¿qué es el amor?

En el mundo occidental moderno, lo es todo. Tema de películas y novelas, razón suficiente para vivir, experiencia que encanta y lastima, que fortalece y al mismo tiempo… vuelve vulnerable.

Alguien lo describió como «una fiebre generalmente leve pero que es muy interesante contraer». Según algunas teorías, «el amor es un alma de doble filo», puede constituir una enorme causa creadora capaz de inspirar grandes obras de la literatura, la música, la arquitectura y la pintura. Hay quienes, en su nombre, luchan por lograr éxitos, fama y fortuna, pero… por el contrario, puede ser sobradamente destructivo.

El amor de tipo romántico es un fenómeno relativamente nuevo. En la historia de la humanidad -según investigadores serios y profundos- surgió por primera vez en la Europa Medieval. El perfecto caballero de esa época adoraba a una dama de alto linaje de la realeza y estaba dispuesto a sacrificar su vida para satisfacer hasta el más mínimo de sus caprichos, pero ese tipo de amor estaba desligado de la idea de casamiento. Gran parte de las «musas inspiradoras» de los caballeros medievales eran casadas y muy frecuentemente el «amante enamorado» no llegaba siquiera nunca a conversar con ellas.

El amor era demostrado mediante poemas y canciones -el romancero- cuyos temas revelaban su ideal amoroso combinado con el culto a la Virgen María. El caballero, por su parte, se limitaba a sufrir e idolatrar y, en no pocas ocasiones a morir de amor. Hasta nuestros días, el amor entre los occidentales se caracteriza por una búsqueda de la perfección. Cuando más fuera del alcance se encuentra ese ideal más se codicia. Es… «el deseo de la mariposa por la estrella, de la noche por la madrugada».

En fin… sirva toda esta introducción para hablar de un tema que, en las actuales circunstancias de pandemias y rollos similares puede resultar cursi pero que, independientemente de todo, continúa siendo encantadoramente delicioso.

Sin embargo… muy pocas personas por poderosas, débiles, realistas, ingenuas, pobres, ricas, adolescentes o mayores no han estado, de diversas maneras, ajenos a este «dulce tormento» y, a través de los años han dejado plasmados en muy particulares cartas de amor, sus sentimientos más profundos y auténticos. Estos hermosos mensajes han ido desapareciendo gradualmente.

En los tiempos actuales, las comunicaciones, los satélites, la informática y la tecnología han ido desplazando los medios tradicionales de enamorar. El teléfono celular, el WhatsApp, internet y el Zoom -entre otras facilidades de comunicación- invaden olímpica e irreverentemente en un mundo cada vez más activo pero, cada vez más impersonal.

Henry Miller criticó a la presente generación por su gran incapacidad de amar: «hombres y mujeres cada vez son más poseídos por una fuerza letal que… es capaz, en un solo instante de dulcificar hasta la ternura o enceguecerlos hasta la barbarie».

Presencia literaria

Desde Edipo rey de Sófocles, el Decameron de Boccaccio, El amor en tiempos del cólera de Gabriel García Márquez, Ensayo sobre la ceguera de José Saramago y La peste de Albert Camus, mucho se ha escrito sobre el tema del amor.

Albert Camus nos enseña que «las peores epidemias no son biológicas sino morales. En las situaciones de crisis sale a luz lo peor de la sociedad: insolidaridad, egoísmo, inmadurez, irresponsabilidad; pero también emerge lo mejor; siempre hay justos que sacrifican su bienestar por cuidar de los demás. La grandeza del ser humano reside en su capacidad de amor no en su ambición personal. No hay nada más hermoso en el dolor pero, indudablemente, nos abre los ojos y nos obliga a pensar».

«No hay verdadera bondad ni verdadero amor sin toda la clarividencia posible. La peste acaba aniquilando los valores, la humanidad se desliza hacia el nivel de conciencia de una res en el matadero que intuye el final sin reaccionar. Las epidemias matan el cuerpo y el alma».

El convivir en sociedad nos está recordando la importancia del contacto físico. El ser humano necesita tocar a sus convivientes, sentir su cercanía. Curiosamente, insiste Camus, «esa necesidad a veces solo se hace visible cuando se propaga una catástrofe y finaliza por contagiarlo. El único medio de hacer que las gentes se entiendan de verdad, unas con otras es… mandarles la peste».

Gabriel García Márquez, en su libro El amor en tiempos del cólera, nos presenta una visión apasionada, desequilibrante e intensa del amor «Fue el año del enamoramiento encarnizado, ni el uno ni el otro tenían vida para nada distinto que fuera pensar en el otro, para esperar cartas con tanta intensidad como las contestaban. Nunca en aquella primavera de delirio ni en el año siguiente, tuvieron ocasión de comunicarse de viva voz».

La periodista y escritora Mónica González Alvarez en su libro Historias reales en los campos de concentración (Valladolid, 1979) cita a víctimas del nazismo cuyos testimonios recoge en su libro. El relato de Helena Citronova es uno de ellos: «Los nazis intentaron quitarnos la dignidad, el honor, la emoción y el sentimiento, pero lo que jamás pudieron derribar fue el amor que sentíamos. Recordaba siempre las últimas palabras de mi padre… nunca olvides quién eres. El amor fue, para todos nosotros, un motor que nos ayudó a sobrellevar el día a día».

Albert Einstein lo definió así: «Hay una fuerza extremadamente poderosa para la que hasta ahora la ciencia no ha encontrado una explicación formal. Es una fuerza que incluye y gobierna a todas las otras y que, incluso, está detrás de cualquier fenómeno que opera en el universo y aún no ha sido identificada por nosotros. Esta fuerza universal es… el amor. El amor es luz, dado que ilumina a quien lo da y lo recibe. El amor es gravedad porque hace que unas personas se sientan atraídas por otras. El amor es potencia porque multiplica a lo mejor que tenemos y permite que la humanidad no se extinga en un ciego egoísmo. El amor revela y desvela. Por amor se vive y se muere. El amor es Dios y Dios es amor».

Quizás… para no perder el principio vital de humanidad, sea necesario recordar la Carta de San Pablo a los Corintios (capítulo 15) conocido como la «Carta del amor»

Les voy a enseñar un camino mejor.
Tener amor es saber soportar, es ser bondadoso, es no tener envidia ni guardar rencor.
Es no alegrarse de las injusticias sino de la verdad.
Tener amor es sufrirlo todo, creerlo todo, esperarlo todo… soportarlo todo.
El amor jamás dejará de existir.
Tres cosas hay que son permanentes:
La fe, la esperanza y el amor, pero la más importante es… el amor.

Como cada quien habla del santo, según su devoción. En lo personal, me quedo estancado en el tiempo y, como Roberto Carlos, el cantautor brasileño e ídolo romántico de mi generación, me gusta repetir «Yo soy de esos amantes a la antigua que todavía mandan flores, de aquellos que en el pecho aún abrigan recuerdos de románticos amores».

El siempre presente, oportuno y muy recordado Manuel José Arce decía que: «a toda hora y en todas partes se habla del amor, pero ¿qué amor aquel? Justamente la imagen distorsionada, deformada, monstrificada de lo que es el amor. Cuando no es el amor cáncer de los tangos, es el amor tequila de las rancheras».

En fin… cada quien tiene una historia de amor que contar y cada quien, a su manera, tiene una carta de amor que escribir… aún en los tiempos del coronavirus.


Fotografía principal tomada de Etsy.

Luis Felipe Arce

Guatemalteco. Ingeniero civil, por varios años gerente de Producción para Centroamérica de una importante corporación mundial dedicada a la fabricación de materiales refractarios y aislantes. Actualmente, consultor independiente.

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