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Varón y sombra

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Varón y sombra

-Soledad Perón Vecchio | NARRATIVA

No voy a dejar que todo empeore. Lo veo claro, con la nitidez más transparente de lo que se ve claramente claro, clarísimo. En la mañana cantaron los pájaros, el agua del río siguió su curso y el aire del amanecer me pegó fuerte en la cara. Si pensamos lógicamente, lo que todos vieron habría arrasado conmigo, y no podría estar sintiendo la vida tan viva como la estoy sintiendo. Pienso: el universo es uno, y yo soy uno con el universo. Si no soy nada o soy otro, el universo no podría estar acá dentro, palpitando. Seguiría siendo uno, pero con otro que no soy yo. Nada tiene sentido. Ahora pasó algo de tiempo y repaso los hechos: hacía frío y era de noche, como siempre que pasa algo. Las calles estaban más o menos iluminadas, y apenas pudo, la sombra se bifurcó y tomó otro sendero del parque. La vi, juro que era mi propia sombra. Antes de esa noche crucial, la sentí abandonarme otras veces, pero esta vez la vi con los ojos, claramente. Tenía mi forma, mi mochila, mi paso acelerado. La empecé a correr pero mientras más avanzaba yo, más avanzaba ella. Alguna vez escuché que para un hombre, no hay nada peor que una novia que lo engaña con otra mujer. Será una cuestión de masculinidad humillada, de desventaja ante el adversario, o tal vez puede ser, simplemente, dolor por un amor perdido, que es lo que yo pienso. Nadie me va a creer, todo es confuso. La sombra se bifurcó y corrió por el parque, cruzó las tres calles hacia la izquierda antes de llegar al árbol seco, donde se escucha el sonido del agua que corre y choca contra las piedras grandes de ese pedazo de universo, que es uno conmigo, y yo soy uno con ese universo. La sombra llegó hasta la casa donde Rocío me engañó con su amante, creo que ella se llamaba Sandra, o Ana, o Carla. La sombra era mía, pero estaba bifurcada. Me pregunto por qué se pensará que no hay nada peor para un hombre, ojalá pudiera entenderlo para sentirme mejor. La sombra buscó a Rocío, lo sé porque es mía aunque ella se crea autosuficiente. Ha sido una conmigo, ha sentido también la boca de Rocío, y sus manos y sus risas.

Será que un hombre nace y comienza a adquirir una determinación colectiva, que es la de la mujer rival como el mayor y peor peligro de todos.

Nunca estuve celoso o enojado, de lo contrario, Rocío hubiera cuidado mis sentimientos un poco más, o la hubiera cuidado a Sandra, Ana o Carla. Todos vieron que una sombra la arrastró hasta el río y la golpeó en las piedras. Nadie parece entenderlo. Me siento sucio porque era mi sombra, tenía la forma de mi cuerpo y se me escapó en los senderos del parque. Rocío seguro me entiende. En momentos de conexión profunda con lo espiritual, ella solía preguntarme cómo era mi alma en realidad, y en los ratos de mayor exasperación, me suplicaba con insistencia que fuera yo mismo, que le mostrara mis ojos. Ella me ayudó a escuchar la voz real, a unirme a mi verdadero ser interior, que se encuentra siempre que aprendemos a escuchar la naturaleza, la propia y la de afuera, que son la misma en realidad. No quiero la culpa, pero la asumo. Algo se rompió en el mundo cuando la sombra se me desprendió, o algo se rompió en mi interior, y tuvo que salir en busca de algo sin quiebres. Rocío es el ser más entero de todos, seguro que Sandra también lo era y por eso le gustaba… Sandra, Ana o Carla. También debió gustarle a mi sombra, que cruzó los senderos del parque para abrazarse a su cuerpo y llevarlo al río, al lugar cerca del árbol seco, donde los pájaros se posan y cantan con una voz parecida a un sol de verano. Esta mañana los escuché, sonaban como un coro de voces blancas. Eso no puede ser un cuadro imaginado. Rocío me acompañó en todo mi proceso de autoconocimiento. La sombra nunca se me había escapado, o lo hacía con cuidado y yo no lo advertía, aunque sí lo intuía. Si Sandra, Ana o Carla hubiese sido un hombre, hubiera sido lo mismo para mí, no veo la diferencia. Una boca es una boca y una risa es una risa, así como uno está amalgamado con la imagen de sí mismo proyectada por un farol o un rayo de sol en un pedazo de calle. O tal vez no, puedo estar equivocado. Puede ser que todos tengan razón, que haya una única cosa que es lo universalmente peor para un hombre, y tal vez, uno no esté tan íntimamente entrelazado con su sombra, y entonces yo no tendría la culpa que no quiero tener pero que asumo por ser parte del universo en el que todo esto pasó. Aunque también puede ser que no exista una unión cósmica y todos estemos arrojados arbitrariamente a esta existencia, en la que nos sentimos pavorosamente solos. Estoy confundido pero no voy a dejar que todo empeore. Quizás lo mejor sería decir que la sombra era un varón vestido de negro, que había neblina y por eso todos vieron una nebulosa fantasmal, que yo soy ese varón. Rocío me acompañó en todo mi proceso de conocimiento personal pero yo la vi alejarse lentamente, mientras mi verdadero ser se asomaba a sus ojos. Me acompañó cuando le hablé de mis sospechas hacia la sombra, cuando lloré de confusión, cuando entré a quirófano para la mastectomía, cuando mi interior se alineó con mi exterior, y creció la barba en mi rostro como crecen los yuyales en la orilla del río, y se agravó mi voz como se agrava la voz blanca del niño que habita en el árbol seco y ve la sombra en las piedras. No quiero más ambigüedades. Quizás mi proceso aún no termina y por eso no puedo entender. Pero estoy confundido y al mismo tiempo veo todo con claridad, con una nitidez más clara de lo que predica la palabra misma. No falta demasiado para que llegue la noche y vaya en busca de la sombra que no volvió y se quedó con Sandra, Ana, Carla. Rocío sabe que soy bueno y que no pude haber decidido lo que hacía mi sombra. O tal vez mi lectura es incorrecta, y esa era la sombra de otro y atravesó mi cuerpo para actuar con impunidad. Si fuera así, entonces efectivamente arrasó conmigo, con mi ser más profundo. En ese caso no sería culpable, o sí, por haber oficiado de cuerpo receptor. Pensándolo bien, esta vida tan viva que estoy sintiendo en realidad se encuentra en agonía, y es la sombra, mía o de otro, la que agoniza todo desde mi adentro. Algo está quebrado, no se puede pensar lógicamente. No voy a dejar que todo empeore. Mañana no habrá pájaro, río, sombra, bifurcación.


Fotografía principal por María Florencia Gadea Bacci.

Este texto fue seleccionado de entre los que participaron en la Convocatoria que la revista gAZeta abriera en febrero de 2020. La selección estuvo a cargo de Ana María Rodas, Andrea Cabarrús, Antonio Móbil, Carlos Gerardo, Diana Morales, Eynard Menéndez, Gustavo Bracamonte, Jaime Barrios, Leonardo Rossiello, Luis Eduardo Rivera, Manuel Rodas, Marco Valerio Reyes, Marcos Gutierrez, Marian Godínez, Monica Albizúrez, Roberto Cifuentes, Rómulo Mar, Ruth Vaides y Tania Hernández, a quienes agradecemos enormemente su apoyo y dedicación en este proyecto.

Soledad Perón Vecchio

Es argentina. Comenzó su carrera de Letras en la Universidad Nacional de La Pampa y luego se mudó a Córdoba, donde se formó en el área de Letras Modernas de la UNC y donde reside actualmente. Se interesa por los discursos que problematizan lo instituido en torno a los roles sociales, principalmente de mujeres y disidentes. En la mayoría de sus escritos se busca abrir debate sobre estas cuestiones sin dejar de lado el abordaje poético. El elemento fantástico sobrevuela en la mayor parte de su producción como un modo de ver y repensar lo cotidiano desde la óptica que ofrece la Literatura.

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3 Comentarios

  1. Belén Luque 20/07/2020

    Excelente relato. Aborda una temática de gran importancia en la actualidad.
    La construcción del personaje principal deja al descubierto facetas psicológicas que enriquecen la historía y te acercan a su modo de sentir de pensar. Me encantó este cuento!

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  2. Daniela 20/07/2020

    Un relato certero e inquietante. Para reflexionar sobre lo femenino, lo masculino, lo humano y lo sombrío dentro de cada uno.

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  3. Lautaro 25/07/2020

    Invita a reflexionarnos como sociedad. Cuestiona lo hegemonico y los estereotipos.
    Muy bueno!

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