Altura del indigenismo en gloria relegada al olvido
Alfredo Saavedra | Arte/cultura / ROSA DE LOS VIENTOS
La joven Sara Curruchich, es un nombre representativo de la actualidad cultural indígena, y por excelencia, referencial de la cultura nacional de Guatemala. Bonita, de semblante dulce, Sara es la imagen del pueblo nativo de un pasado remoto que palpita en la conciencia de su gente, muy golpeada pero no derrotada.
De la señorita Curruchich, de origen maya de la etnia kaqchiquel, su perfil dice que desde su carácter de compositora y cantante, es activista en defensa de los derechos de las mujeres y de los pueblos originarios de Guatemala, en ese margen es emblemática su canción titulada Resistir. En su camino más allá de los límites geográficos, porta una guitarra, como sus antepasados de ayer llevaron un fusil en la búsqueda de la verdadera emancipación.
La valoración de la cultura indígena ha estado sujeta a la concepción del proceso educativo de la sociedad, conforme los criterios prevalecientes en los diferentes grupos que componen el conglomerado poblacional. Como fue propuesto en artículo anterior, la discriminación en perjuicio del indígena es endémica y casi irresoluble en la constante nacional y paralela a la ocurrencia en otras latitudes del continente.
Cuando la cantante indígena ecuatoriana, Tamya Morán Cabascango, tras obtener una beca, ingresó a la universidad nacional, por primera vez experimentó la discriminación, según lo describió en una entrevista a RT. Narró que ni siquiera había comenzado en la casa de estudios, cuando tuvo un primer episodio de discriminación. Buscaba la sede de la universidad y una señora se le acercó y le dijo: «Mijita, ¿estás buscando trabajo? Aquí necesitan una muchacha», tras asumir que, por ser indígena y estar caminando por una zona de gente acomodada, ese era su objetivo.
Rango discriminatorio se perfiló con un error de estimación del Premio Nobel de Literatura , don Miguel Ángel Asturias Rosales, cuando en su mocedad su tesis de graduación académica fue titulada El problema social del indio, título insinuante de discriminación, y en el contenido de la tesis había un listado de propuestas con igual interpretación. Considerado en su conjunto todo el texto, resultó una urticante ofensa para el espíritu indigenista y que motivaría al laureado poeta indígena k’iche’, Humberto Ak’abal –ya fallecido–, a declinar el Premio Nacional de Literatura, que ostenta el nombre de Asturias. Aka’bal ha sido el único escritor premiado en rechazar ese reconocimiento.
Es de advertir que aunque la calidad de la obra de Ak’abal fue muy bien acreditada, también tuvo el riesgo de que su personalidad ─riesgo también para la cantante Curruchich─ fuera convertida en un motivo de atracción turística, para consumar otro acto discriminatorio. En una emulación que evocaría, aunque en diferente grado, el desacierto del fallecido escritor Mario Monteforte Toledo, procurador de un fenecido certamen anual de novela, quien promovió en sus años irresponsables la llevada desde Petén, al parque La Aurora, de unos indígenas lacandones para lo que sería con el tiempo calificado de oprobiosa exhibición pública.
Por aparte, el presente texto intenta exaltar las figuras del entorno indigenista, que en diferentes aspectos han desempeñado un rol en el enaltecimiento de la cultura nacional. Es ya histórica la presencia de Atanacio Tzul, indígena de estirpe maya k’iche’, descrito por la crónica como figura representativa del levantamiento colonial indígena de Totonicapán de 1820, que derribó al poder español e impuso un efímero pero simbólico gobierno de la región conocido como el Reino de Guatemala. Preámbulo de la denominada independencia de 1821 o 1823.
En la contemporaneidad es recordada la proeza del nativo deportista Mateo Flores, relevante al conquistar el primer lugar en la Maratón de Boston, Estados Unidos, en 1952, y cuyo triunfo fue celebrado de forma multitudinaria. Su formación inicial de atleta la tuvo al correr de ida y vuelta todos los días desde su natal municipio de Mixco hacia el barrio llamado el Guarda Viejo, ahora zona 8, lugar de su trabajo por ese tiempo. El estadio nacional olímpico lleva su nombre.
De igual forma, en estos días es celebrada la personalidad de María Tun Cho, indígena atleta, originaria de Raxrulá, Alta Verapaz, primera guatemalteca maya participante en una de las pruebas más importantes de Estados Unidos como lo es la Maratón de Los Ángeles y también en otra competencia similar en España que se caracteriza por niveles de dificultad para los corredores, de acuerdo con las noticias.
Significativa para el cierre de este espacio de interpretación del indigenismo en Guatemala es mencionar a la genial niña Yahaira Tubac, que a los siete años es una pianista de extraordinario talento, con capacidad interpretativa de música clásica de autores de renombre entre los que mencionaría a Mozart, Beethoven, Chopin, entre otros, en una de sus caracterizadas entrevistas a la prensa y en particular a la televisión.
Un documental de televisión reciente mostró a una niña, indígena también, de doce años de edad, en un paraje turístico del municipio de Lanquín, Alta Verapaz, que, aunque vendedora de algún comestible, puede formar oraciones gramaticales de saludo en unos diez idiomas. Sorprendente precocidad pero que promueve la pregunta, ¿no podrá motivar a alguien la inquietud de rescatar a esa criatura, para que su talento tenga mayores alcances con una instrucción adecuada, para su beneficio, el de su comunidad y hasta para esa patria que la tiene en el olvido?
En ramas de la actividad cultural, que comprenden las artes plásticas, la música, literatura y también la presencia de profesionales en las ciencias sociales, la medicina y las humanidades, el indigenismo ha tenido una notable presencia, con merecimiento del respeto del conglomerado social en su totalidad.
Pioneros desde los inicios de la inauguración de la nacionalidad guatemalteca, los indígenas, mujeres y hombres, tienen por principio de derecho, recibir el obligado reconocimiento de todos los que hemos nacido en este territorio que don Miguel Ángel Asturias, en la cima de su carrera literaria, denominara «flor de pascua en la cintura de América».
Fotografía principal, Sara Curruchich, tomada de Prensa Libre.
Alfredo Saavedra
Periodista y escritor. Reside en Canadá desde 1982, donde continuó ejerciendo su oficio. En Guatemala trabajó en los diarios Prensa Libre y La Nación. Ha sido editorialista de radio y televisión, escribe y ha publicado poesía, narrativa e interpretación histórica.
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