¿Cómo queremos ser?
Trudy Mercadal | Política y sociedad / TRES PIES AL GATO
Burgués
Hombre adinerado, insulso
¿Acaso miraste
por esa rendija de tu pequeñez,
que el oro pudiera servirle de engaste
a mi concepción?
¿Creíste que yo era
una traicionera
mujer que adoraba al becerro aquel,
sabiendo divino al Dios de Israel?
Guarda tu tesoro, que no me espolea,
le basta a mi antojo amar una
estrella.
Quita del camino, Creso, no me entiendes.
Prefiero a un boyero que siga la
pista
de Apolo-pastor o Pan el flautista.
Yo soy de otra cepa y no me
comprendes.
Magdalena Spínola
El poema que sirve de epígrafe al texto de hoy no lo puse a modo romántico, sino que nacional, o patriótico, si se quiere, aunque no soy dada a nacionalismos ni «gestos patrios». A pesar de que el rollo de la poesía es que la interpretación se le deje a cada quien, sugiero se entienda al «burgués» del poema como a la pequeña pero poderosa cúpula opresora y de cortos alcances que rige al país y sus venales mánagers en el Gobierno y algunos entes académicos.
El tema que me mueve hoy está inspirado por un evento que recién atendí. Por el encierro, los fines de semana oigo presentaciones de streaming en vivo para mantenerme al tanto del quehacer cultural y académico. Así presencié el inspirador foro «Encuentro de poetas: poesía para no callar», organizado por el grupo H.I.J.O.S. Este fue una lectura de poemas reivindicativos y de memoria colectiva con los poetas guatemaltecos Rosa Chávez, Pablo Sigüenza y otros respetables talentos del país (véanlo, está grabado).
Confieso —con algo de pena y nada de gloria— que en general no soy gran fan la de poesía. Muchas de mis amistades son poetas, así que leo su obra. La aprecio. Pero no es, digamos, mi género favorito. No obstante, la poesía (como la música) ha sido un canal importante de resistencia y rebelión, del discurso contestario, en los movimientos revolucionarios latinoamericanos. Por esto, es crucial que apoyemos con nuestra lectura y presencia los esfuerzos artísticos en Guatemala, así como apoyar a editoriales como Catafixia que, desde la poesía, la literatura comprometida y la resistencia, y sus charlas y lecturas por Facebook Live, se han convertido en un importantísimo referente nacional que atrae a lo más nutrido del ámbito artístico y académico de Centro América.
Vuelvo a la importancia de la poesía y la performatividad para pensarnos diferente. En la poesía, es importante tanto su lectura como su declamación pública. Una de las escenas que más me han impactado, a nivel emocional y político, es la experiencia de ver a Luis Carlos Pineda declamar su obra. El corpus artístico de Pineda, cuya labor teatral destapa las realidades más crudas de la sociedad guatemalteca, ha sido catalogado por la crítica como «antropología forense teatral». Pineda es uno de esos artistas conectados a su obra. ¡La vive! Cuando llegó al poder Otto Pérez Molina (de quien se sospecha estuvo implicado en las masacres del conflicto armado), militar que corrió con un logo y discurso de «mano dura», Pineda estremeció al público hasta la médula cuando exclamó, leyendo uno de sus poemas, «Y la mano dura cayó, calló, acalló, destrozó … Y la mano dura arrasó, destrozó, violó…», y siguió, desgarradoramente, gritando desde las entrañas, contraponiendo la violencia de la poesía a la violencia de la muerte, su declaración de guerra:
Y este poema no es más que
Otra bomba lanzada
Temed a la venganza
De un poeta, de un
Campesino sin tierra
Del niño con hambre
De la mujer ultrajada
Del ciudadano desarmado
Atrincherado estudiando …
Junto con la literatura y la poesía, el teatro de posguerra en Guatemala comenzó a revivir después de ser diezmado durante la guerra civil. Es de los pocos espacios en los cuales se puede disfrutar no solo obras de calidad, sino que nos dan contenido social, histórico y político para repensarnos. Es, también, junto con la literatura y poesía, uno de los espacios de resguardo de la memoria histórica y caldo de fermento de esperanza, de idearios de cómo pensarnos diferente, desde otra óptica.
No es coincidencia que lo mejor de poesía y teatro se ha dado en Guatemala desde los espacios de lo político y la resistencia. Así de pronto se me vienen a la mente obras como María Tecún, Equus, Marx ha vuelto, Soledad Broder, todo lo que producen Las Poderosas y Andamio Teatro Raro y ¡mucho más! Desde el arte conceptual, nada más parteaguas que las performances de artistas como Regina José Galindo o Manuel Tzoc, que desde el cuerpo y acción rompen con los paradigmas tan bienamados por la ideología conservadora. Mucho ha logrado Galindo, por ejemplo, con llevar al exterior las realidades pasadas y presentes de Guatemala a otros países. Y pueden estar seguros de que ningún o ninguna artista ha acumulado una vasta fortuna de su producción. Es gente que vive para decirnos su verdad.
Así, las artes performativas en Guatemala nos retan a pensar —a repensarnos— en otras formas de ser como ciudadanos, como pueblo, como nación. Y es que la meta de lo progresivo y radical es siempre la solidaridad, de soñar y concebir mundos mejores para todos —mejores y posibles—. Pues este sistema neoliberal nunca fue «inevitable» ni es «natural». Se puede cambiar, se le puede llevar a su fin. Podemos repensarnos de otras —mejores— maneras de ser y existir, que no conlleven los vetustos gremios industrialistas de siempre conduciendo la barca a su ton y son.
Estos artistas nos muestran que la izquierda aún es joven y rebelde y, cuando bien organizada y formada, esa rebeldía funciona en el mejor sentido posible. Lo conservador, por el contrario, por bienintencionado que sea —y tiende a no serlo, pues busca beneficiar desde una visión egoísta y mercantil— ansía conservar (a lo mucho, «reformar») el régimen establecido (sí, ese mismo que no ha funcionado). Lo conservador —que también puede existir en ciertos estamentos arcaicos y obsoletos de la izquierda— es autoritario e incuestionablemente obediente, cerrado, patriarcal, y busca aniquilar todo lo disidente y diferente por fresco que sea, no importando cuan noble, cuan deseado y cuanto bien haga para la mayoría de la ciudadanía.
La ideología que pervive desde la Colonia es homogenizante (ladinizante), negadora de la diversidad y la vida de los pueblos. Obvio es que, como se da en Guatemala (rancia y cruel), no beneficia a nadie excepto a muy pocos. El hambre y las enfermedades prevenibles imperan, el sistema público ha colapsado y el privado es, en su mayoría, explotador, corrupto, voraz e impelido a destruir todo lo que nutre el bien común. La pequeña y frágil clase media, que debiera ser motor de prosperidad, vive en precariedad laboral, cada vez con menos derechos y más endeudada. Grupos minoritarios (aunque en números no son tan «minoría»), como las mujeres, los indígenas y la diversidad, son consistentemente excluidos del quehacer nacional. Mas no por eso se han quedado quietos y pasivos.
¿Cómo podemos ayudar a cambiar esto? Pues, ¡claro que se puede! Y llevar al sistema ¿a dónde? ¿Cuál será el paradigma que funcionará aquí? ¿Cómo queremos ser como pueblo, como nación, como país?
Pero ni así pudieron y desde
Entonces nos venimos re armando
De esperanza
Como los Hijos de la historia
Venimos gritando, estudiando,
Tejiendo fino, fino …
Luis Carlos Pineda, de El gran teatro del mundo [inédito]
Imagen principal tomada de Reddit.
Trudy Mercadal
Investigadora, traductora, escritora y catedrática. Padezco de una curiosidad insaciable. Tras una larga trayectoria de estudios y enseñanza en el extranjero, hice nido en Guatemala. Me gusta la solitud y mi vocación real es leer, los quesos y mi huerta urbana.
Correo: [email protected]
El poema de Magdalena Spinola me ha conmovido.
Hay mucha fuerza en arte guatemalteco. Brega a contracorriente. Es de admirar.