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Violencia y clientelismo

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Violencia y clientelismo

Víctor Manuel Reynoso Angulo | Política y sociedad / INTERÉS PÚBLICO

Este martes 30 de junio se presentaron tres libros sobre las elecciones en Puebla, publicados por la asociación Puebla Contra la Corrupción y la Impunidad. Alejandro Guillén y Sergio Mastretta son los coordinadores de estas obras.

Resultado de enfoques y metodologías diversas, la riqueza y relevancia de estos textos es imposible de resumir en un artículo de opinión. Me limitaré a un par de temas, uno coyuntural y otro estructural.

El coyuntural es el de la violencia en las elecciones de 2018, sobre todo en la capital del estado. Una violencia inusitada, que no se veía en décadas. Algunos dicen que desde 1983. Pero evoca la elección de 1940.

Porque no tenía antecedentes inmediatos, y porque, esperemos, lo más probable es que no se vuelva a repetir, la considero coyuntural. Su explicación es clara: obedeció a la obsesión de un solo hombre, al creador del morenovallismo.

Lo dijo claramente alguien que conoció desde dentro ese gobierno y que vivió la elección del 2018 como opositor: la violencia electoral ya no se va a repetir (se refería a la elección de 2019), porque el autor de la misma ya no está.

Pero la experiencia debe servir de advertencia: en cualquier momento puede llegar una persona o un grupo que reviva lo peor de las elecciones mexicanas. Uno de los problemas de la violencia poblana de 2018 es que nuestras instituciones no fueron capaces de evitarla ni de sancionarla. El libro presenta un claro y convincente análisis de esta incapacidad institucional.

Entre los aspectos estructurales, los que llevan décadas entre nosotros y estarán aquí varios años más, destaca el clientelismo. El libro abunda en el tema desde diversos puntos de análisis.

Conviene definirlo: el clientelismo es una relación política de intercambio desigual, informal y «cara a cara». Desigual porque lo que intercambian las partes es muy distinto. De un lado, el «patrón» (al clientelismo también se le conoce como «patronazgo») tiene importantes recursos políticos y económicos. Del otro, la «clientela» tiene recursos como el voto o la capacidad de movilizarse en mítines y marchas.

Informal porque la relación no está normada por ninguna ley. Es una costumbre, un uso, un conjunto de reglas no escritas. Cara a cara porque se da entre gente que se conoce personalmente: el operador político establece una relación con las clientelas, o al menos con los líderes de las mismas.

Ha sido un fenómeno más o menos universal. En las elecciones en Puebla tiene vida plena, pero no en todo el estado. Se debe recordar la división de Bobbio en dos tipos de votos: de intercambio y de opinión. El primero es el clientelar. En el segundo, la gente decide su voto no porque le den dinero o algún otro bien, sino a partir de sus opiniones y preferencias políticas. También existe en Puebla. Y también es importante. Si no, no habría alternancia, ni tendría sentido hacer campañas.

El voto clientelar se basa en la pobreza. Hace años, un candidato de la oposición dijo en un mitin en una colonia popular: «ahora ya saben que su voto es libre y secreto, y que pueden votar por quien quieran». Una señora que ahí vivía le contestó: «eso siempre lo hemos sabido; el que no sabe es usted, usted no sabe lo que es ser pobre y que llegue algún partido a resolver alguno de sus problemas».

Ya se sabe desde don Miguel de Cervantes: «la pobreza tiene muchos inconvenientes». Una sociedad con la mayoría de población en situación de pobreza extrema difícilmente será democrática.


Víctor Manuel Reynoso Angulo

Profesor investigador de la Universidad de las Américas, Puebla. Doctor en Ciencias Sociales por el Colegio de México, maestro en Ciencia Política por FLACSO México y licenciado en Sociología por la UNAM.

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Correo: [email protected]

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