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Intolerancia, racismo y negligencia

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Intolerancia, racismo y negligencia

Carlos Enrique Fuentes Sánchez | Política y sociedad / EL EDUCADOR

En menos de dos semanas, Guatemala ha podido ver tres fenómenos claramente existentes en el país: intolerancia, en el asesinato de Domingo Choc; negligencia, en la fiestecita del Condado, y racismo, en la amenaza contra la cantante Currichich.

Quince días después, la consternación por el premeditado, alevoso y sañudo asesinato de Domingo Choc no termina. Las investigaciones no concluidas llevan a pensar en un caso de intolerancia de unas personas pseudocristianas contra un ministro e investigador maya, Choc, por rencillas personales que llevaron a la venganza y el asesinato. Tal vez no hay racismo, pero sí discriminación; tal vez no hay fundamentalismo, pero sí ignorancia. Lo que más admira es la forma como lo asesinaron. No les bastaba pegarle un tiro o acuchillarlo. Tenían que quemarlo vivo porque era «un brujo». ¡Qué ignorancia! Las razones de los asesinos no caben en la cabeza de quienes se llaman cristianos, católicos o evangélicos. Y tampoco cabe en la cabeza que tantos vecinos hayan presenciado el hecho y no lo hayan podido evitar. Son cómplices. El encarcelamiento de los asesinos no paga la muerte de un estudioso maya, de un consejero, de un ministro que estaba luchando por conocer y dar a conocer más de la cultura de nuestro pueblo maya. Como antaño lo hizo la Iglesia católica, hoy los hijos del evangelio remedan la quema de los otros y su otredad, que no caben dentro de su iglesia, por ser brujerías y costumbres satánicas. ¡Qué intolerancia! ¿Sabrán estos «hermanos cristianos» y los de su iglesia que existe el derecho de libertad de culto, de pensamiento, de expresión?

Después, se destapa otro caso de racismo y también intolerancia, en la amenaza recibida por la cantautora guatemalteca de origen kakchiquel, Sara Currichich. La amenaza de «pegarle un tiro» por estar hablando de racismo en Guatemala, porque con eso divide al pueblo y que debe hacer «sho» y él se encargará de eso, es también una amenaza de asesinato premeditado. Es intolerancia y racismo a todas luces. Es no dejar que los otros piensen y digan. Es irrespeto a la otredad. Los pronunciamientos a través de Facebook no se han hecho esperar. Unos de solidaridad para con la cantautora, otros de repudio al mensaje y otros de ofensa al hechor. Lo necesario es hacer las denuncias a las instancias necesarias y buscar la manera de hacer que los medios de comunicación radiales, televisivos y escritos le den importancia a estos hechos y los repudien, y hagan un llamado al respeto a los pueblos indígenas de Guatemala y el mundo.

Finalmente, la negligencia y racismo evidentes en la fiestecita nocturna que se dieron los jóvenes y señoritas en Condado Concepción. No son niños, porque los niños no van a fiestas nocturnas donde hay licor y, quién sabe, si no drogas más fuertes. Son adolescentes mayores de 15 años y adultos. Sabían lo que hacían; sabían que estarían violentando varias normas de prevención contra el COVID-19 y sabían que contradecían al presidente y al Ministerio de Salud y, sin embargo, lo hicieron. ¿Obligados? NO. ¿Engañados? Tampoco. Si bien hay varios adultos implicados, no se ve en las imágenes que les estén apuntando con arma de fuego para que gocen la fiestecita. Y la presencia de uno de los chicos, familiar de una prominente familia guatemalteca, deja ver que se dieron la fiesta porque sí, porque les importa un carajo lo que diga el Gobierno, porque su poder y su riqueza les dicen que no los van a castigar.

Son muchos delitos en los que incurrieron: hay violación al toque de queda, al uso obligado de la mascarilla, a no realizar reuniones con más de 10 personas, a la ingestión de alcohol por menores, al distanciamiento social, etcétera. Pero, ¿qué pasó? ¿Por qué la Policía no los retuvo dentro del local para examinarles la temperatura y hacerles el isopado? ¿Por qué no los dejaron en cuarentena dentro del mismo recinto? ¿Por qué no los condujeron a un lugar de detención después de tantas violaciones? Esto contrasta con lo acontecido en el altiplano occidental, en donde cuatro señoras indígenas, con mascarilla, fueron detenidas por haberse pasado unos minutos del toque de queda para recoger su mercadería. Es una muestra de evidente racismo. ¿Por qué a los blanquitos ricos no los detuvieron, si sus infracciones eran más y sin tener más razón que la de querer contradecir lo preceptuado por el presidente de la República? Seguramente porque entre ellos hay «hijos de papi», hijos de personas poderosas económicamente que se creen superiores a las leyes y les enseñan a sus hijos e hijas a violar las mismas.

Los adultos promotores y consentidores de la fiesta deben ir a la cárcel. Igual que el dueño del local, el cual se espera, sea realmente clausurado. Así como han sido tratados cientos de personas que transgredieron la orden de respetar el toque de queda y fueron encerrados en la cárcel, igualmente debe ser tratado este grupo de personas inconscientes. Y que no vengan luego a decir: «Pobrecitos, son patojos que estaban aburridos del encierro», porque los padres de familia tienen la obligación de enseñar a sus hijos a respetar las leyes, no a violarlas, porque en este caso no solo pusieron en riesgo su vida, sino la de toda la población, como lo expresa un mensaje del Dr. Asturias, director de la Comisión Presidencial de Atención a la Emergencia COVID-19: «Hoy, cuando Guatemala sufre el intenso contagio de #COVID19 y la pérdida de compatriotas, el libertinaje de pocos pone en alto riesgo el esfuerzo de miles y la esperanza de una eventual desescalada».

Por todo lo anterior, la población guatemalteca debe adherirse a la exigencia de la oficina del Procurador de los Derechos Humanos: esta fiesta no puede quedar impune. Se violaron varias normas y se puso en peligro a la población. El Ministerio de Gobernación debe actuar apegado a la ley, sin miramientos ni preferencias.


Carlos Enrique Fuentes Sánchez

Pedagogo y Educador, con 40 años de experiencia docente en los diferentes niveles del Sistema Educativo nacional; surgido de los barrios pobres de la Capital pero formado en diferentes departamentos de la republica. participante y decisor en procesos y redacción de documentos de trascendencia en la educación nacional en los últimos años. Asqueado de la historia de injusticia social que vive Guatemala desde la invasión Española, así como de la historia de masacres y crímenes políticos sufridos por la población, aspira a una Guatemala diferente, justa, democrática y humana, a la cual se pueda llegar por medio de una educación popular y revolucionaria, para todos y todas.

El educador

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