Bandera blanca, a ti juramos…
Analinda Meneses | Política y sociedad / ABRAZOS Y SERPIENTES
Leyó bien, esta será para los indignados, para los necesitados, para los sedientos de justicia, en Guatemala, el nuevo juramento. Un juramento que arranca los lamentos más desconsolados del fondo de la garganta de un pueblo sumido en la miseria y en la injusticia, es ver hondear con rostro y color la miseria en la que viven muchos guatemaltecos. Todos ellos con grandes necesidades, desde niños, mujeres, hombres, ancianos, salen desesperados a orillas de la carretera, de sus chocitas de trozos de lámina oxidada, con paredes de nylon y sin agua, a implorar por un poco de atención. Que los transeúntes volteemos con una mirada de compasión hacia ellos y compartamos algo, un poquito de lo afortunados que somos de no estar parados como ellos, allí, alzando una bandera blanca.
Hoy se dicen muchas cosas, que algunos no tienen necesidad, que tienen la fortaleza física para trabajar, que son tantos…
No hace falta alzar una bandera blanca para manifestar el estado de precariedad que sufren los hospitales a los que ellos van, a donde se les ha dado la espalda, desde hace mucho tiempo. No hizo falta comprobar los sueldos de miseria que reciben los niños cortadores de caña o los niños que pican piedra a la orilla del camino. Pero el pueblo los vimos con ojos de indiferencia porque no eran nuestros. El Gobierno y los patrones los veían con ojos de oportunidad, porque cobraban míseros pagos, los que recibían para mitigar por unas horas el hambre del día, el dolor de la jornada en la que un trozo de pan compartido en casa sería el único aliciente, para salir al sol calcinante a intentarlo con todas sus débiles fuerza humanas de criatura con necesidad, a sufrir «un día más, un día igual».
La bandera blanca es la nueva bandera de Guatemala, ojalá los más privilegiados, al fin, nos quitáramos el velo del desprecio por los más necesitados y alzáramos la voz por ellos, eso realmente haría un cambio.
La bandera azul y blanco viene desde el privilegio, desde el secuestro de nuestra identidad, desde que un grupo de uniformados se la ha tomado como suya y pretende «engalanarla» desde el engaño generalizado de que «defiende a la patria» cuando el presupuesto más grande de todas las carteras ha ido a parar a sus barriles sin fondo, a sus arcas rebosantes y a su defensa a la soberanía de un país pisoteado por ellos mismos. Allí ondea la bandera azul y blanco, en los edificios de los que se llevan a sus arcas la oportunidad de abastecer los hospitales, a un centro hospitalario equipado como pocos en Guatemala, que sirve solo para atender sus emergencias y a los peores delincuentes que han sido mal llamados padres de la patria y han dirigido nuestro país, mejor dicho, muy bien encaminado a la ruina en la que se encuentra. Por eso y mucho más, me arropo con la otra bandera, la blanca, la de los pobres, la de los marginados, me enjugo las lágrimas y la impotencia con ella, me la echo al hombro y camino con ella, porque ya me cansé de ver a mi pueblo sufrir por la ignorancia que no es su culpa, es que así nos quieren, ignorantes, nos quieren débiles. Nos quieren cobardes, para que de esta manera no les podamos mover el suelo fértil y próspero que ellos están labrando y cimentando en el terreno de la corrupción y la injusticia.
¿Qué falta para que nos unamos para ofrecerle a nuestra bandera blanca «lealtad perenne, honor, sacrificio y esperanza, hasta la hora de nuestra muerte»?
Cuando decidamos a quienes merecemos servir, entonces le vamos a encontrar sentido a la vida. Nuestro pueblo pobre, es quien realmente nos necesita.
Fotografía principal por Daniela Meneses.
Analinda Meneses
Hija de la periodista, escritora y poetisa, Magaly Sánchez Salazar, quien fuera miembro de la Unión de Mujeres Periodistas de Centro América y El Caribe. Periodista, comunicadora social, activista en pro de los derechos humanos y luchas de género, escritora, columnista y directora en Guatemala, del diario El Minuto de Chile.
Correo: analindameneses1@hotmail.com