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Cortinas de humo

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Cortinas de humo

Luis Felipe Arce | Política y sociedad / EL CASO DE HABLAR

Una vez que has excluido lo imposible, lo que queda,
por improbable que parezca, debe ser la verdad.
Sherlock Holmes

Comúnmente se define el término «cortina de humo» como la metáfora que se usa cuando se quiere tapar un hecho con otro. Frecuentemente es muy empleado por los diversos medios de comunicación, en las estrategias logísticas, en la política y por el Gobierno central que nos dice «la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad». Sin embargo, su origen se remonta originalmente en los campos de batalla donde se quemaba paja como táctica para obstaculizar la visión de las fuerzas enemigas. Históricamente, se atribuye a la Guerra de Secesión de Estados Unidos (1862) como el origen de las cortinas de humo.

A lo largo de 1915, durante la Primera Guerra Mundial, la situación en los frentes de batalla en la «Gran Guerra», supuso la creación de un arma revolucionaria: el tanque.

Con la necesidad de crear un transporte que sobrepasara las trincheras y las alambradas, los ingleses construyeron las primeras piezas como componentes de un tanque (tank) de petróleo. Los aliados lo experimentaron en la primera batalla de Somme (1916), en la ofensiva de Chemin des Dames (1917) y demostraron su superioridad en Villers-Cotteret (1918). Con la aparición de los tanques y los carros de combate, era muy frecuente que los avances terrestres fueran precedidos por ásperas cortinas de humo que los camuflaba y permitía sorprender las defensas del bando enemigo.

El hecho de usar cortinas de humo como anzuelo y distractor para ocultar las verdaderas intenciones ha sido muy socorrido a lo largo de la historia. Que se sepa, poca gente consiguió tomar el pelo y engañar al dirigente alemán Adolf Hitler. Uno de los que lo consiguió fue Juan Pujol, alias Garbo, un agente doble que prestó sus eficaces servicios durante la Guerra Civil Española y en la Segunda Guerra Mundial. En la primavera de 1944, logró convencer al Führer de que el inminente desembarco aliado tendría lugar en las playas de Calais y no es las de Normandía, como fue en realidad. No todos los altos mandos alemanes le creyeron, pero… sí quien daba las órdenes.

Falacia de la verdad a medias

Una verdad a medias, es una mentira completa.
Proverbio judío

El que avisa no es traidor. Las verdades a medias o medias verdades son frases engañosas y falsas que incluyen algún elemento de verdad. Se utilizan especialmente si se trata de engañar, evadir la culpa o mal interpretar la verdad. El propósito de la verdad a medias es buscar hacer parecer algo que solo es una creencia y presentarla como un conocimiento de causa. Si bien es cierto, parten de algún elemento de verdad y pueden tener algo de verdad, pero… no todo es verdad. Provocan un engaño generado por omisión a propósito. Decir una verdad a medias es lo mismo que mentir, pues al omitir la verdad se queda oculta.

Cuando no se actúa con transparencia, se distrae de lo relevante y no se presentan reglas claras de convivencia y comunicación, el resultado, en vez de aclarar interrogantes, tiende más a confundir, a crear zozobra y desconfianza. Las personas interesadas en crear atmósferas distractoras, manipulan los números y las estadísticas a su total conveniencia. Informan lo que quieren informar y no lo que el pueblo desea escuchar. Propagan medias verdades y mentiras recurrentes con el exclusivo fin de engañar y falsear la verdad para ocultar sus verdaderas intenciones.

Esa dinámica existe desde los más remotos tiempos. La mayoría de los actos impulsados por la humanidad se han cubierto bajo el pesado manto de la mentira para alcanzar los objetivos trazados con anterioridad, ya sean mentiras piadosas, mentiras a medias o mentiras absolutas (ejemplo: el caballo de Troya).

En nuestro caso en particular, Guatemala se ha construido sobre la base de la mentira y el olvido -el olvido es el hijo consentido de la historia-. Desde la conquista, pasando por la independencia y los sucesivos gobiernos liberales, conservadores, militares y civiles hasta el presente (sin excepción), la negligencia, la corrupción, la impunidad y todos los males mayores que nos agobian, han tenido vasos comunicantes relacionados con la mentira recurrente.

Pinocho, prototipo de los mentirosos

El término «cortina de humo» hace referencia a una serie de distractores generados por personas, empresas o gobiernos de turno para ocultar algo de importancia, desviar el foco de atención de la opinión pública para trasladarlo hacia otro destino (según sea su real beneficio). A la persona o las personas que recurren a esta reprochable estrategia se les conoce como «vendedores de humo» porque sobreactúan o exageran actitudes (lágrimas, ojos cansados, voz apesadumbrada y débil, hasta falsos triunfalismos) para ocultar información y dar a entender algo que, en realidad, no es de capital importancia y se aleja de la verdad.

El presidente Donald Trump, un oscuro personaje y líder errático, es actualmente el máximo abanderado en el arte de mentir, poco le importa propagar noticias falsas si se acomodan a sus intereses. Ha gobernado fomentando la división antes que la unidad. Antes de calmar los ánimos, se ha dedicado a echarle gasolina al incendio y con su actitud intolerante y confrontativa está llevando a su país, en particular, y al mundo, en general, a una grave crisis, solo comparada con la de la época de los años 60.

A los más de cien mil muertos por COVID-19, la peor crisis económica en los últimos 60 años y los continuos desatinos de Trump, habrá que sumarle las encendidas protestas raciales de los últimos días. En la década de los 60, el caldo de cultivo del caos nacional se principió a cocinar con el asesinato del presidente John F. Kennedy (1963) se alimentó con el fuego creado por el malestar de la larga participación de Estados Unidos en la Guerra de Vietnam y llegó a su máxima ebullición con el asesinato de Martín Luther King (abril 1968), sumado al apogeo del movimiento por los derechos humanos en el país. Como en el presente 2020, 1968 también era un año electoral.

Mentirle al pueblo se ha convertido en un arte de muy mal gusto. Mientras más descarada y falaz es la mentira, más se hace uso indiscriminado de ella.

El arte de mentir

La ley y el orden son siempre y en todas partes,
la ley y el orden que protegen la jerarquía establecida.
Herbert Marcuse

En este país bizarro, para ser presidente de la República se debe alcanzar, como prerrequisito, un doctorado en el arte de mentir. Tal parece que, en ese sentido, el Lord lo sacó con nota cum laude, con altos honores (coloquial: salió corregido y aumentando).

Desde el principio de su gestión como mandatario de la nación, en todos sus discursos, en todas sus apariciones en público o por cadenas nacionales de información ha echado mano de un innumerable uso de cortinas de humo -medias verdades o verdades a medias- con publicaciones potencialmente engañosas tendientes a desorientar a la población de los verdaderos fines que están detrás de todas sus decisiones; ocultando oprobiosamente los mezquinos provechos del poder hegemónico que hace y deshace según su real conveniencia.

En la boca del mentiroso, hasta lo cierto se hace dudoso

El personaje adicto a la mentira o el mentiroso crónico llega a creer sus propias mentiras, una mentira lleva a otra con el fin de ocultar a la primera. Esta perversa estrategia parte de falacias -que les nacen desde su muy particular punto de vista- y construyen fácilmente discursos complacientes. Son maestros en descontextualizar, inventan cifras, suman peras con manzanas; son mentirosos profesionales… sofistas, dirían los más cultos y leídos.

Mienten los boleros… mienten los demócratas.

No debo favores políticos.
Gobernaré con los más honestos y capaces.
No busco interés personal sino servir al pueblo.
Lo más importante es mi Guatemala.
Los dineros públicos son sagrados.
El hospital que estamos construyendo en el Parque de la Industria, será el mejor hospital de Centroamérica para hacerle frente al COVID-19, albergará a más de 3000 pacientes…
Manipulación de cifras reales de contagios y fallecidos por la pandemia.
¡Qué no me recuerden como un hijo de puta más!

El mentiroso es un individuo que experimenta un desajuste de personalidad y un desorden de carácter que lo motiva a sentirse inseguro de sí mismo y a refugiarse detrás de apariencias. Mentir siempre ha sido éticamente perverso pero políticamente efectivo. Estamos en medio de una guerra mediática, una guerra de propaganda en la que una de las ofensivas centrales está orientada, precisamente, para desorientar y confundir hasta hacer que creamos fanáticamente en que la sordera y la ceguera que nos imponen los poderes absolutos son, en verdad, «lucidez» y «plenitud».

Bajo este nefasto proceder, se ha estimulado la cultura del engaño, de la improvisación, de la irresponsabilidad, la corrupción y la impunidad.

Sin embargo, cada cortina de humo tiene fecha de caducidad y límite de cobertura. Una cosa sí es absolutamente cierta: primero se cansa el ofendido de escuchar mentiras que el mentiroso de inventar. Un viejo refrán dice: «la mentira dura mientras la verdad no llega», hace referencia a que cuando las mentiras son descubiertas, se tornan insostenibles y el mentiroso queda, irremediablemente, al descubierto.

Abraham Lincoln conceptualizó este espinoso tema muy bien: «Nadie tiene la memoria suficiente para mentir siempre con éxito. Podrás engañar a todos durante algún tiempo; podrás engañar a alguien siempre; pero no podrás engañar siempre a todos».


Fotografía principal tomada de Daltons’s Magazine.

Luis Felipe Arce

Guatemalteco. Ingeniero civil, por varios años gerente de Producción para Centroamérica de una importante corporación mundial dedicada a la fabricación de materiales refractarios y aislantes. Actualmente, consultor independiente.

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