Las luchas estudiantiles entre 1983-1985: por el mantenimiento del trabajo político-estudiantil de la Asociación de Estudiantes Universitarios Oliverio Castañeda de León
-Marco Fonseca | PUERTAS ABIERTAS–
El objetivo de estas notas es recuperar la memoria histórica en las luchas estudiantiles de la Asociación de Estudiantes Universitarios Oliverio Castañeda de León (AEU) entre 1983 y 1985. Sobre esto hay un vacío en la literatura referida al movimiento estudiantil universitario en Guatemala, así como respecto de los casos del secuestro, desaparición y asesinato de dirigentes estudiantiles, integrantes de la Coordinadora Estudiantil de la AEU en mayo de 1984 pertenecientes al grupo estudiantil Frente, y de varios grupos a cargo de asociaciones estudiantiles de unidades académicas que pertenecían al Frente Estudiantil Revolucionario Robín García (FERG), en 1985 y años posteriores.
Los trabajos de Virgilio Álvarez, Manolo Vela y Rodrigo Veliz han narrado los eventos de otros períodos importantes en la historia reciente de la AEU. Ni en el Informe de la Comisión del Esclarecimiento Histórico (CEH) se encuentran datos y narraciones respecto de estos casos, lo que profundiza más el desconocimiento de este período concreto en la vida del trabajo del movimiento estudiantil de la USAC en su conjunto y de la AEU en particular.
Debe decirse que algunas de las interioridades del período en cuestión permanecen solo en la memoria de sus protagonistas.
De esa cuenta, el presente comentario se ofrece como una modesta contribución para la reconstrucción histórica de estos eventos.
Como estudiantes directivos de la Escuela de Historia con el grupo RETO y también como cuadros estudiantiles de apoyo a la AEU clandestina en 1985 tras el secuestro de dirigentes de la Coordinadora de la AEU, y debido a que no se habían celebrado elecciones desde 1982, organizamos las manifestaciones en el campus de la Universidad de San Carlos de Guatemala (USAC) contra la dictadura de Mejía Víctores, en un momento en el cual se agudizaban las condiciones económicas y políticas, el Estatuto Fundamental de Gobierno legitimaba la represión ampliada y profunda contra las organizaciones populares y, a pesar de ello, cuando las manifestaciones pacíficas se expandían por toda la ciudad por el no aumento al pasaje del transporte público, pero sin ningún liderazgo central o claro en ese momento, la AEU una vez más jugó un papel históricamente protagónico y sirvió como organización aglutinadora de la protesta social.
Desde el asesinato de Oliverio el 20 de octubre de 1978 bajo la dictadura del general Romeo Lucas García, y la desarticulación del Secretariado de la AEU… «la AEU reestructuró su forma organizativa y para que sus dirigentes no fueran tan vulnerables, se abstuvo de revelar los nombres de éstos» (Wikipedia).
A pesar de las medidas de seguridad adoptadas por las organizaciones estudiantiles, incluyendo el cambio de rutinas, el uso de disfraces y abundancia de compartimentación, ya en 1984 habíamos perdido gente muy valiosa que había salido de las jornadas de protesta del 78 y de las filas de la CEEM, estábamos enfrentando, muchos/as sin ninguna preparación adecuada, más allá de lo ya mencionado, la indiscriminada aplicación violenta de la estrategia contrainsurgente de seguridad nacional por las fuerzas armadas al servicio de la dictadura.
Solo en un día, el 15 de mayo de 1984, fueron secuestrados siete miembros del Comité Ejecutivo de la AEU que incluían a alguna gente que también era militante de la Juventud Patriótica del Trabajo (JPT) así como del Partido Guatemalteco del Trabajo (PGT). Entre ellos/as estaban: Héctor Interiano, Marilú Hichos, Gustavo Adolfo Castañón y Carlos Cuevas –secretario de la AEU e hijo del exrector de la USAC, Rafael Cuevas Del Cid–.
A este crimen contra la AEU también hay que agregar el secuestro y desaparición, el 2 marzo de 1985, de Joaquín Rodas Andrade, Rafael Galindo y Ricardo Gramajo del Centro Universitario de Occidente (CUNOC), cuyo crimen fue haber participado en manifestaciones en Quetzaltenango contra una propuesta llevada ante la Asamblea Constituyente convocada por el dictador Mejía Víctores, para limitar la autonomía universitaria (ODAHG).
Nunca se volvió a escuchar de ellos/as.
La gente de Frente que controlaba la AEU en ese momento –y que había surgido en 1976– era en su mayoría gente de la JPT, y de una u otra fracción del PGT (Plaza Pública).
Estudiantes de grupos estudiantiles como el CEDI, BEO, Uve-Praxis, UDETS que pertenecían al último rescoldo de lo que fue Frente, decidieron después del secuestro de los miembros de la Coordinadora de AEU mantener el trabajo político-estudiantil de manera clandestina.
Pero no toda la gente que estaba colaborando con la AEU era de estas o de las otras organizaciones político-militares envueltas en la conducción de la lucha armada, y recientemente unificadas en la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG).
Éramos gente colaboradora, pero de primer ingreso, novatos, neófitos en cuestiones de política estudiantil –ya no digamos las luchas y divisiones intestinas dentro de la USAC como, por ejemplo, la rivalidad entre Frente/JPT y FERG/EGP–, de ninguna manera teóricos del marxismo guatemalteco o comunistas ortodoxos como sobraban en Guatemala. Algunos/as simplemente éramos gente con poca experiencia en la lucha antidictatorial, aunque sí –como es el caso propio cuando también fui estudiante normalista– fogueados/as en las jornadas de luchas estudiantiles y populares de los años 70 y, particularmente, en las grandes protestas que hicieron temblar al país en 1978. Sin embargo, sí éramos jóvenes apasionados/as y comprometidos/as, más deseosos/as de contribuir a la resistencia popular contra la dictadura que conocedores de una estrategia revolucionaria forjada por líderes distantes, clandestinos, en la montaña o en el exilio. Nuestra conciencia se templó al calor de los gases lacrimógenos de la dictadura.
Aunque estos golpes duros forzaron, en ciudad Guatemala, el cierre de la sede «legal» de la AEU –la nave central como se le conocía–, la misma en realidad solo se trasladó clandestinamente al tercer nivel del Edificio S-6, un salón amplio pero sin ninguna identificación obvia, que como se evidenció con la ocupación de la USAC en septiembre de 1985 ya estaba bajo vigilancia de la dictadura y, el cual, las fuerzas de ocupación procedieron a dejar totalmente limpio, llevándose hasta nuestras huellas digitales después de la ocupación.
Fue a fines de agosto 1985 cuando la dictadura propuso elevar la tarifa del transporte urbano en un 50 %. El golpe que esto representaba para la economía popular, como bien quedaba registrado en los anales de la historia de las protestas de 1978, era devastador y pronto se convirtió en una causa central de las protestas populares en la ciudad de Guatemala. De esto surgió una nueva coordinadora multisectorial que aglutinó a varias tendencias dentro del movimiento popular y estudiantil –detrás de las cuales había, por supuesto, varias tendencias y proyectos revolucionarios–, que eventualmente incluyó a la Unidad Sindical de Trabajadores de Guatemala (Unsitragua).
Representantes de la AEU estuvieron presentes en el nacimiento de este movimiento.
Al mismo tiempo, en la AEU se decidió continuar organizando manifestaciones pacíficas en contra de la represión desde el campus central de la USAC.
La convocatoria a una manifestación pacífica para el 3 de septiembre de 1985 fue determinante en los eventos que llevaron a la ocupación de la USAC tres días después, el 6 de septiembre de ese año.
La idea que había en los integrantes que decidieron continuar clandestinamente con el trabajo de la AEU, luego del secuestro de los dirigentes de la Coordinadora en 1984 que ya se mencionaron, era organizar una marcha multitudinaria desde el campus central, marchando por la Avenida Petapa y arribando a las puertas del Palacio Nacional. El objetivo era demandar la renuncia del dictador Óscar Humberto Mejía Víctores.
Pero, en medio de la manifestación que organizamos y a la cual asistieron cientos, si es que no miles, de gentes en lo que es hoy la Plaza de los Mártires, un grupo de estudiantes –del grupo llamado Unión Democrática Estudiantil (UDE) que aglutinaba a estudiantes de la Facultad de Derecho y otras unidades académicas– que no estaban de acuerdo con la estrategia de protesta pacífica que habíamos acordado entre la AEU y las distintas asociaciones estudiantiles de la USAC, decidió de todos modos movilizar a la gente que había asistido a la manifestación en el campus central y agitar los ánimos de la multitud, justo en la salida de la USAC a la Petapa.
Entre sus acciones estuvo la retención, a punta de pistola y balazos, de un furgón de combustible frente a la gasolinera Shell Santa Elisa y su subsecuente incendio. Esa fue, además de supuestos rumores de que hubo presencia de una columna guerrillera en los alrededores de la USAC y otros planes que ya estaban en marcha dentro de la dictadura, la causa inmediata y excusa perfecta que dio lugar a la ocupación del Ejército del campus de la Universidad de San Carlos, infamia que duró 4 días. Aunque el 31 de mayo de 1985 y con mucha retórica de «retorno a la democracia» ya había sido promulgada la actual Constitución Política de la República, con todo y su reconocimiento de derechos fundamentales, incluyendo el derecho de protesta, y aunque ya también estaba en curso el proceso electoral que habría de culminar en las elecciones generales para finales de ese mismo año, y de las cuales habría de surgir victorioso el gobierno demócratacristiano de Vinicio Cerezo Arévalo, quedaba bien claro quien estaba en control del destino nacional.
En el contexto de la ocupación nos movimos por toda la ciudad preparando manifiestos y comunicados de prensa de la AEU, y distribuyéndolos a las radios y otros medios de comunicación –similares a este que puede descargarse en este sitio–.
Nos reuníamos en casa de seguridad en la zona 1 así como, en alguna oportunidad, en lo que se conoció como la Casa del Estudiante, localizada en la 10.ª avenida A y 7.ª calle de la zona 1, «cuando las fuerzas armadas andaban cateando viviendas por la zona, y vigilando los alrededores, incluso con helicóptero».
Preparamos comunicados de prensa a máquina de escribir y a puro mimeógrafo que luego teníamos que llevar a las radios y periódicos para su publicación. Evadimos a las fuerzas de seguridad a veces –algunos de nosotros– caminando calle por calle entre hileras de soldados que nos miraban con sospecha, como si fuéramos militantes guerrilleros, en tanto que fingíamos ser homosexuales, sabiendo lo profundamente homofóbica que era y es la gente militar en Guatemala que, al vernos como gays, ni siquiera nos paraban para registrarnos, sin duda por miedo al contagio, al parecer más peligroso que el comunismo mismo.
Escapamos correteadas y balaceras de agentes vestidos de particular que, desde la zona 1 hasta el mercado El Guarda en la zona 11, de alguna manera se enteraban dónde y a qué horas nos íbamos a reunir. A pesar de todo, colgamos mantas en las afueras de la USAC y en las pasarelas de la Roosevelt y la San Juan durante todo el período después de la toma militar.
Esos años de 1983 a1985 fueron duros y terribles. Muchas de las «detenciones-desapariciones» y asesinatos que ocurrieron durante estos años fueron macabra y minuciosamente documentados en el Diario miliar. Hubo muy pocas victorias para celebrar más allá de colocar mantas alrededor del campus central, hacer pintas en varias partes de la zona 1 o colocar uno que otro comunicado de la AEU en las radios locales. La eventual ocupación del campus central de la USAC por la dictadura de Mejía Víctores –incluyendo, como producto de su inteligencia, la sede clandestina de la AEU en ese momento y todos sus contenidos con información personal de varios miembros/as claves– hizo que nuestras vidas se complicaran enormemente.
Sin embargo, a pesar de todo, mantuvimos viva la llama de la lucha estudiantil y activa la resistencia contra la dictadura militar.
¡Fuimos tras la vida, no tras la muerte!
¡Vivos se los llevaron, vivos los queremos!
¡En el centenario de la Asociación de Estudiantes Universitarios, la AEU sigue activa y vigente junto al Pueblo de Guatemala!
La presente edición de este comentario fue preparada con la ayuda y colaboración de Fernando Solís, editor, El Observador – Análisis Alternativo sobre Política y Economía.
Fotografía principal, camiones del Ejército dentro de la USAC, tomada de Prensa Libre.
Marco Fonseca
Doctor en Filosofía Política y Estudios Latinoamericanos. Actualmente es profesor de estudios internacionales en el Departamento de Estudios Internacionales, Glendon College, York University.
Me parece un buen trabajo el tema de
La memoria , algunos que vivimos esa época , tenemos una especie de bloqueo y al leer ese artículo logramos reconstruir esa época , donde almfinal si me parece que hubo logros , el primero como sea mantener el movimiento estudiantil , su mística , que como fuera supieran que las y los estudiantes estaban en algún lugar, luego la reconstrucción del movimiento , incluido el intercionalismo , sacr alguna pequeña brigada a cortar café a Nicaragua, dar a conocer que pasaba en guatemala ante la UIE , FMJF y la OClAE que al final dieron un gran apoyo para sostener y avanzar en el movimiento estudiantil , en fin son muchas pequeñas victorias y anécdotas , gracias por el artículo