El balón de fútbol
Hernán Alvarado | Para no extinguirnos / VUELO DE ÁGUILA
El balón, el esférico, la bola, la pelota, es el principal utensilio futbolístico; el cual se trata a patadas y manotazos, disputándoselo aguerridamente desde el minuto uno. Resulta sorprendente que un juego tan simple capture a tanto espectador durante 90 minutos casi sin aburrirse. Y más allá, porque basta una bola de plástico, de trapo o de papel para que el fútbol comience a rodar en cualquier calle, acera o playa.
Este objeto redondo tiene una larga historia y más lejanos antecedentes, desde que fuera inventado hace por lo menos 3000 años. Todas las culturas ancestrales encontraron su modo de fabricarlo; los chinos usaron piel de animales que rellenaban con pelo, los griegos envolvían pelo en una sábana, los egipcios usaban lino para envolver semillas, los mayas las hacían de goma aprovechando que tenían árboles de caucho.
En el siglo XIX, en el Reino Unido aparecieron los balones de tiento, llamados así porque usaban ese material para cerrar las costuras finales de cuero. Pero se deformaban y rebotaban mal, volviendo difícil su dominio. Para peor, el cuero mojado se volvía muy pesado, era peligroso para golpearlo con la cabeza y difícil de atrapar con las manos. Por eso se celebró tanto el que inventara Charles Goodyear en 1836, que era de caucho vulcanizado.
A partir de 1970, con el balón de hexágonos Telstar (Adidas) para el mundial de México, continúa un desarrollo vertiginoso, observándose mejoras técnicas y de forma en todos los mundiales siguientes. Las características ya se han homologado y ahora la circunferencia debe estar entre 68 y 70 cm con un peso entre 410 y 450 gramos, con una presión entre 0.6 y 1.1 atmósferas a nivel del mar. Su equilibrio, peso, dinámica y velocidad han mejorado favoreciendo dominio, precisión, remate y atajada, cada vez con más independencia de las condiciones climáticas. Hoy es un círculo ergonómico con una superficie vistosa de textura adecuada a zapatos y guantes.
Entre sus más curiosas resonancias está que representa en miniatura la redondez del planeta y de los cuerpos celestes. Probablemente, sea parte de la fascinación que dicha figura causa, que se agrega a su particular relación con la gravedad del planeta. Sus movimientos son simples y previsibles pero ilimitados. Hacen las delicias del hemisferio derecho del cerebro humano, asociado con el movimiento de los cuerpos en el espacio y sus formas curvas [1].
El círculo, su representación más abstracta, simboliza la perfección y la armonía de la equidistancia. De ahí se deriva la espiral que tiene un significado muy importante para los mayas y los incas, entre otros pueblos originarios, pues es la forma más simple de representar la evolución de la vida y su carácter cíclico. Hoy en día hasta se ha tomado como un fetiche más [2].
La relación del guardameta con el balón también es especial. En tiempo efectivo de juego puede tocarlo con cualquier parte de su cuerpo, aunque se reduzca al área de penal. Poder tomarlo y pasarlo con las manos le confiere una cercanía mayor, que hasta implica cierta prioridad de posesión que ningún otro jugador disputa. Si hay un «dueño» de la bola es el guardameta. De hecho, cuando el equipo sale a la cancha o si se hace una fotografía del grupo, el balón aparece en sus manos.
Esto también tiene que ver con la estrecha relación entre el esférico y el marco, específicamente, con la raya de meta y el gol. Todo el esfuerzo se concentra en llevarlo con los pies hasta hacerla encajar en el área de gol, tantas veces como sea posible, a lo cual un guardameta opondrá su férrea resistencia.
Si el equipo tiene el balón en sus pies ataca, pasa a la ofensiva, llevándolo lo más cerca posible al lado contrario para buscar allá una oportunidad de remate. Si no lo tiene en los pies, se defiende y lucha por recuperarlo. La posesión o no del esférico marca así las dos facetas del juego: ofensiva y defensa. Uno de los indicadores más recientes de rendimiento competitivo es precisamente el tiempo de posesión del balón, presentado de manera porcentual. Mientras más se acerca al 50 % de posesión más equilibrado es el juego, o sea, menos se ha definido cuál equipo domina el partido. De manera semejante las tres funciones principales del guardameta vienen marcadas en relación con la bola. Cuando esta viene hacia el marco le toca atajar, cuando el meta va hacia el esférico anticipa y si lo tiene en sus manos, o en sus pies, inicia la ofensiva.
Hay un principio táctico fundamental relativo a la pelota que no siempre se respeta, con lo que se perjudica el espectáculo: el balón no se cansa, por ende, es el que debe correr. Significa que la mejor forma de moverlo es mediante la acción colectiva, cooperativa, a punta de pases, mediante un tome y deme. Así que pasar la bola es la clave del éxito en un deporte donde la diferencia la hace la asociación entre jugadores. Moverla individualmente puede ser más rápido, en cierto momento, pero también más arriesgado. Por otro lado, la mejor defensa es esconderle el balón al adversario, lo que quizá solo sea otra manera de decir lo mismo.
[2] El fútbol puede verse como una especie de religión laica que los seguidores de Diego Armando Maradona quisieron institucionalizar. Ver: Villoro, J (2006) Dios es redondo. Barcelona: Anagrama.
Hernán Alvarado
Director técnico titulado, Universidad Nacional, Costa Rica, mejor promedio de 1994. Exguardameta de tercera, segunda y primera división. Sociólogo y economista, con Maestría en Teoría Psicoanalítica de la Fundación Mexicana de Psicoanálisis. Autor de varios libros y artículos; entre ellos: Alvarado y Alvarado. Guardametas de fútbol. Estrategia para el siglo XXI. Heredia: Editorial Fundación UNA, 2003.
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