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Racismo, tan pandémico como el COVID-19

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Racismo, tan pandémico como el COVID-19

Carlos Enrique Fuentes Sánchez | Política y sociedad / EL EDUCADOR

El reciente asesinato de George Floyd, en Minneapolis, EE. UU., deja en claro que el racismo se mantiene como pandemia desde hace siglos y que no ha cambiado mayor cosa, sino que únicamente se hace más visible por las denuncias. De los casos más visibles se tiene las víctimas judías del Holocausto, en la Alemania nazi, los miles de afroamericanos asesinados en Estados Unidos de América durante los últimos siglos y los miles de indígenas mayas asesinados durante el conflicto armado interno en Guatemala.

Lo de Alemania no se olvida, es un hecho histórico juzgado y con muchos personajes enjuiciados y ejecutados por la justicia internacional. Pero no se olvida. Lo del racismo y asesinatos contra los afroamericanos en EE. UU. viene desde los siglos del esclavismo y se mantiene hasta la fecha, recrudeciéndose por épocas. El caso de George Floyd solo desnuda la realidad vivida por los hermanos afroamericanos en los diferentes estados de la unión americana. Y es indignante.

Razón tienen los habitantes de diferentes ciudades, a pesar del peligro de contagio del COVID-19, en salir a protestar por la conducta de uno de los policías de Minneapolis, quien en el vídeo se ve claramente involucrado en el asesinato de Floyd. No queda duda de su acción. ¿Asesinato involuntario? ¿Después de que Floyd gritó varias veces que no podía respirar? ¡Vamos! Es difícil de creer, sobre todo cuando la historia reciente demuestra que aún existen muchas personas involucradas en el tristemente célebre Ku Klux Klan. Hay mucha tela que cortar en el asunto, tanto jurídica como políticamente, pues las manifestaciones crecen y si hay más represión, esto le costará la elección al presidente Trump, pues en similares circunstancias se manifiesta el racismo y la xenofobia contra los migrantes latinoamericanos, aún los legalizados, y toda esta gente pensará dos veces en votar por un presidente que no atiende las demandas de los ciudadanos.

Pero como se dijo anteriormente, el racismo no es nuevo ni exclusivo de un país. Guatemala es otro país en donde el racismo se mantiene vigente. A lo largo de la historia, desde la invasión española hasta la actualidad, se ha visto y se ve gente racista, realizando acciones contra la población indígena de Guatemala. El informe de la Comisión de Esclarecimiento Histórico (1997) es claro: «La CEH registró un total de 42,275 víctimas, incluyendo hombres, mujeres y niños. De ellas, 23,671 corresponden a víctimas de ejecuciones arbitrarias y 6,159 a víctimas de desaparición forzada. De las víctimas plenamente identificadas, el 83 % eran mayas (las negritas son del autor) y el 17% eran ladinos». Como se dice en lenguaje coloquial, «más claro no canta un gallo».

La masacre de Panzós es un claro ejemplo de racismo e injusticia. Es necesario recordar, para no perder la memoria histórica, que el 29 de mayo se cumplieron 42 años de perpetrada la masacre de Panzós, en Alta Verapaz. Más de 50 personas asesinadas y más de 50 heridos por las balas del «glorioso» Ejército Nacional, por órdenes de los grandes empresarios que se querían apropiar ilegalmente de las tierras de los campesinos maya-kekchís, de las aldeas de dicho lugar, y que, obviamente, como a lo largo de la historia, tenían a su servicio al Ejército para acabar con todos aquellos que se opusieran a sus intereses de enriquecimiento ilícito. En el parque, frente a la iglesia, quedaron los cuerpos de indígenas kekchís que solo buscaban defender o recuperar sus tierras usurpadas por los terratenientes. Pero el colmo del racismo y la injusticia fue que los cadáveres no fueron dejados en el lugar del asesinato, sino que rápidamente fueron recogidos y llevados en camiones y tractores para enterrarlos en una fosa común, previamente preparada para tales efectos, para evitar todo vestigio ante la mirada nacional o internacional.

Pero el racismo también se nota en acciones y palabras cotidianas: Cuando el «amigo» le dice al otro: «No seas indio vos»; cuando la «patrona» le dice «m’hija» o «María» a la señora o señorita indígena que le vende tortillas o verduras; cuando no se permite el ingreso de una persona con su traje maya a un determinado centro de recreación o se le grita descaradamente «india sucia» o «indios sucios» como ha ocurrido en los últimos 20 años. O en lo más reciente: cuando los policías detienen a tres mujeres indígenas con su mascarilla que, vendiendo sus verduras, sobrepasan por unos pocos minutos el toque de queda, o no se permite a los agricultores mayas de Totonicapán o de Sololá sacar sus productos vegetales pero sí a las grandes empresas industriales extranjeras y nacionales. El racismo se sigue manifestando al matar a líderes y lideresas indígenas defensoras de los derechos humanos o del medio ambiente. Todo eso es racismo.

A pesar de que la Reforma Educativa de los Acuerdos de Paz ha intentado promover el reconocimiento de la multiculturalidad y alcanzar la interculturalidad, desde hace 15 años, las cosas han avanzado muy poco. Falta mucho para lograr erradicar la pandemia del racismo. La educación para lograr el respeto a la «otredad» debe bajar en cascada desde la universidad hasta los niveles elementales de la educación sistemática. Aquí es donde se hace patente el compromiso de la USAC y de todos los profesionales egresados de la misma. Parte de la revolución para cambiar el país es acabar con el racismo. Hay que empezar ya; desde la cátedra, el púlpito o la oficina.


Carlos Enrique Fuentes Sánchez

Pedagogo y Educador, con 40 años de experiencia docente en los diferentes niveles del Sistema Educativo nacional; surgido de los barrios pobres de la Capital pero formado en diferentes departamentos de la republica. participante y decisor en procesos y redacción de documentos de trascendencia en la educación nacional en los últimos años. Asqueado de la historia de injusticia social que vive Guatemala desde la invasión Española, así como de la historia de masacres y crímenes políticos sufridos por la población, aspira a una Guatemala diferente, justa, democrática y humana, a la cual se pueda llegar por medio de una educación popular y revolucionaria, para todos y todas.

El educador

Correo: [email protected]

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