La familia, la propiedad privada y el Estado (I)
Anibal Barillas D. | Arte/cultura / CONTRAPARADIGMAS
La obra de Engels, quizá ya olvidada para muchos, hace un guiño sobre el origen de las tres instituciones más importantes dentro del capitalismo (la familia, la propiedad privada y el Estado), y puede servir como referencia o apenas como metáfora de las consecuencias que acarreará el coronavirus en la reorganización de un nuevo mundo.
Para este fenómeno en particular, debemos aceptar que el impacto en las formas de producción material afectará a la sociedad global en su conjunto y ello ya lo estamos viviendo. La escasez, la ruptura de las cadenas de producción y distribución, la especulación o el retorno del Estado como figura salvadora, son solo algunos de los tópicos.
En el plano internacional, hasta mayo se podían contar más de 5.5 millones de contagiados «oficiales» y 350 000 muertos, y la cifra sigue aumentando. Por tanto, el horizonte de eventos indica que estaremos bastante tiempo lidiando con lo peor del problema, sin librarnos totalmente de él.
Aunque en ciertos países, como Alemania o España, ya inició un proceso de desconfinamiento, cabe indicar que la cuarentena obligatoria para millones de personas implica una ruptura con el sistema al que estábamos acostumbrados.
Dentro de la globalización, las relaciones de mercado o, dicho de manera general, las relaciones económicas per se, determinaban las relaciones familiares, laborales y culturales. La ruptura con esa forma de vida implica que debamos ahora recalibrar nuestras relaciones totales, no a partir del mercado como rector, sino precisamente de la familia y el Estado intentando reconstruir o sostener un modelo económico. Esta reconfiguración o retorno a instituciones que dentro del neoliberalismo se veían disminuidas, implica repensar un mundo donde las relaciones familiares, necesariamente relaciones emocionales, sensibilidades pospuestas o el papel del Estado como garante de derechos y obligaciones pasen a revisión.
De momento, las dos constantes que aparecen como mecanismos de control sobre las tres grandes instituciones humanas han sido el miedo y la ignorancia. Y es que debemos tomar en cuenta que el aparecimiento, la presencia y la permanencia del virus tienen implicaciones dentro de la psicología social. La mente humana pronto transforma lo desconocido en un enemigo público y el bombardeo de desinformación coadyuva a fortalecer la ignorancia y la deformación del mal. Siendo una reacción natural de la propia psique humana, lo antinatural es utilizarla como instrumento político para servirse de él. De forma reiterativa es lo que hemos estado viendo en las actitudes bufonescas de Trump, invitando a inyectarse veneno a sus propios conciudadanos, en el negacionismo de Bolsonaro o las ausencias prolongadas de Daniel Ortega. Por su parte, en Europa, los nacionalismos de extrema derecha afilan los dientes, retomando su batalla contra la Unión Europea y la migración.
Lo cierto de todo ello es que una forma de neoliberalismo ha terminado y otra dará inicio, y dentro de esa vorágine, el virus va a redefinir las relaciones de poder a nivel internacional y al interior de cada Estado-nación (según su solidez y estructura). Y ello va a tener también un impacto en nuestras relaciones sociales, familiares e interpersonales.
Todo muy bien. Solo que, al igual que casi todos los científicos sociales y humanistas, dejaste fuera la ciencia y la tecnología. Yo creo que la importancia de estos dos factores se puede medir fácilmente si tomamos en cuenta que con ellos se todo aquello con lo que trabajamos: ellos son tan importantes como el trabajo mismo, pues ellos crean al trabajo.
Un fuerte abrazo,
Rodrigo Vásquez