La AEU
Rafael Cuevas Molina | Política y sociedad / AL PIE DEL CAÑÓN
Pajarillos libertarios
Igual que los elementos.
Violeta Parra
Pocas instituciones como la AEU en Guatemala, con tanta tradición, tal gravitación en la vida nacional, tanta vigencia. El mayor dolor fue haberla visto secuestrada por las mafias que ahora pululan en la USAC, que como un cáncer se expanden y pudren lo que tocan. Verla de nuevo en primera fila, acompañando las luchas populares, fue la certificación que había recobrado su naturaleza.
Es lo que la hace peligrosa para los enquistados en el poder, los de siempre: que sea beligerante, rompedora de esquemas. Por eso fue la perseguida, la clandestina, la atropellada. Todo eso sinónimo de compromiso y dignidad, en el país de los militares que orinan los muros.
La esencia de la AEU ha sido ser revolucionaria. Dijo Salvador Allende: «… ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica». Lo es más en una sociedad con tanta lacra, con tanta injusticia, como la guatemalteca.
Ser revolucionaria lo ha pagado muy caro, todos lo sabemos. La ciudad tiene pequeños monumentos en sus calles que certifican y recuerdan que ahí los esbirros hicieron de las suyas. Son hitos de la memoria, mojones que orientan el camino, que no dejan que se apague la luz que reiteradamente apedrean los matones del barrio.
Centenaria es joven, eternamente renovada, un flujo que está cambiando siempre en el torrente estudiantil que fluye, pero arraigada en tradiciones que forman ya parte de la identidad guatemalteca. La Huelga de Todos los Dolores, la Chalana. Y a ellas asociadas nombres fundamentales de nuestro siglo XX, Miguel Ángel Asturias, David Vela, José Luis Valcárcel.
En el futuro, habrá un signo que nos indicará cuando las cosas habrán cambiado en la Patria, que estamos bien enrumbados: cuando la AEU no deba temer a los que, de turno en turno, se sientan a medrar en el banquete de los despojos.
Mientras tanto, estará ahí, ojalá siempre a salvo de malandrines y traidores.
Qué vivan los estudiantes / jardín de nuestra alegría.
Rafael Cuevas Molina
Profesor-investigador del Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Universidad Nacional de Costa Rica. Escritor y pintor.
Lindo homenaje, bastante agridulce. Lo último que muere es la esperanza.