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A la AEU en su centenario: momentos estelares de su historia

Especial AEU 100 años Pido la palabra

A la AEU en su centenario: momentos estelares de su historia

Jorge Solares | Política y sociedad / PIDO LA PALABRA…

Recordemos uno: si alguna gesta libertaria en Guatemala ha tenido color y sabor a juventud, esa es la de las Gestas de Marzo y Abril de 1962. Protagonistas indiscutibles fueron jóvenes, unos casi adultos, otros casi niños, que anónimamente hicieron historia de libertad.

Estamos refiriéndonos a la Asociación de Estudiantes Universitarios, AEU. En dicho momento, la AEU –hoy en su centenario- sublimó su conciencia cívico histórica aglutinando a fuerzas vivas de la ciudadanía urbana guatemalteca, las cuales por la voz estudiantil universitaria, se conglomeraron y lanzaron a una lucha estrictamente cívica y civil para terminar con el Estado militaresco, corrupto y entreguista, empoderado desde la invasión de 1954 que derrumbó el proceso democrático de la Revolución de Octubre.

Referirnos a las Gestas de Marzo y Abril 62 significa abordar la tercera de las grandes rebeliones juveniles en Guatemala contra un poder autocrático dictatorial durante el siglo XX y el primer levantamiento urbano civil contra dicho poder impuesto en 1954 por sectores de derechas, del Ejército y el Gobierno de Estados Unidos, después de la destrucción del régimen democrático. La primera gesta, la de 1920, está prácticamente olvidada por esta nación que ha sido domesticada para no recordar ni soñar con lo trascendental ni lo significativo a efecto de que el recuerdo del pasado no sea una lección para el futuro; algo semejante ha sucedido con las Jornadas de Marzo y Abril de 1962 y que tienen como trasfondo internacional los movimientos de rebelión juvenil universitaria en lugares como México, Estados Unidos, Francia, en contra del statu quo, el colonialismo y los efectos de la Guerra Fría. Nos situamos ya en la antesala de las Gestas de Marzo y Abril de 1962. Traigamos a la memoria lo acontecido.

La Junta Directiva de esa AEU tomó posesión en septiembre de 1961 y constaba de veinte integrantes, dos por cada asociación estudiantil. Por su naturaleza plural, en un principio esa Directiva no era homogénea, no compartía trayectoria, ideología ni experiencias comunes. El nivel cultural de sus integrantes era parecido, no así el político, pero había algunos que superaban la generalidad, independientemente de su orientación ideológica. Ya pesaba el cansancio hacia el gobierno del General Ydígoras por su participación en 1954, la abierta corrupción, su entreguista intromisión en la invasión a Cuba, más el fraude electoral por él perpetrado en las elecciones de diciembre 1961 para diputados al Congreso de la República, así como el estado de sitio decretado. Crecían manifestaciones de descontento entre diversos sectores que fueron severamente reprimidos y utilizados de pretexto para restringir libertades incluyendo toque de queda. El 15 de diciembre, la AEU, conjuntamente con la Asociación de Estudiantes El Derecho, había denunciado lo anterior, así como el encarcelamiento de numerosos detenidos en la tenebrosa Penitenciería Central. Se decidió entonces convocar a una Asamblea General urgente a finales de febrero de 1962 para obligar a anular todas estas medidas y ello representaba realmente un ultimátum al presidente de la República. Se realizó la Asamblea General en un abarrotado Salón General Mayor donde se acordó exigir lo anterior, así como efectuar paros estudiantiles, pedir adhesión al comercio, colegios profesionales, entidades privadas, sectores civiles e incitar a la protesta pública, integrar un Comité Cívico Nacional de Defensa de la Constitución, notificar a la Reunión Interamericana Permanente de Congresos sobre la ilegalidad, hacer presencia de luto en la mañana del día siguiente 1º de marzo, antes de la toma de posesión del Congreso. Con ello se acorralaba al Gobierno: o claudicaba ante los estudiantes acatando las exigencias de la AEU o enfrentaba el riesgo de una inminente insurrección civil. Al ignorar lo primero, se desencadenó lo segundo.

Inhábilmente el Gobierno recurrió a una intimidación al colocar una bomba en la sede de la AEU, la cual provocó la solidaridad de todas las asociaciones estudiantiles universitarias, de posprimaria en su ya bien organizado Frente Unido del Estudiantado Guatemalteco Organizado (FUEGO, vigorosa e inclaudicable organización de jóvenes estudiantes de Educación Media, hombres y mujeres), claustros de profesores universitarios y el mismo Consejo Superior Universitario, partidos políticos como Democracia Cristiana, Agrupación Revolucionaria Democrática, diputados del Partido Revolucionario, con el apoyo de los obreros, de los periodistas asociados, maestros, funcionarios de tribunales, comerciantes, pequeños empresarios, sindicatos, periodistas, pueblo en general, etcétera. Cundió algo así como «este es el momento esperado desde hace 8 años». Así, la AEU aglutinó energías sociales latentes y pronto se convirtió en núcleo de concentración y expresión de fuerzas civiles, del frente de maestros y sectores de comerciantes. A su interior, las fracciones que en un principio antagonizaban, redujeron sorprendentemente sus fricciones y, unidas por un interés ya común, llegaron a deliberar solidariamente en atmósfera de camaradería mientras sus diferencias ideológicas y políticas fueron subordinándose a un espíritu de cohesión y responsabilidad universitaria en los directivos, al grado que el grupo entero llegó a ser bastante más homogéneo que antes. La AEU pedía ya la renuncia de Ydígoras y un cambio estructural del Estado. La respuesta: progresiva violencia. La tensión subió.

La Directiva fue articulándose tareas: definir estrategias, obstaculizar edificios públicos, bloquear vías públicas, interceptar buses, convocar a sesiones estudiantiles. Empezó a haber víctimas, incluso mortales. Los empleados de tribunales decretaron huelga general «hasta que disponga la Junta Directiva de la AEU». Las noticias trascendieron al ámbito internacional donde la revista Times de Estados Unidos (incautada por el Gobierno) apoyaba a los estudiantes universitarios y de posprimaria. Hubo valiosas asesorías solidarias de personajes relevantes en la política nacional. En medio de violenta represión, se dio el segundo paro que abarcó a buena parte de la actividad económica de la capital bloqueándose los accesos a la misma, perturbándose el tránsito en diversas zonas con clavos y barricadas, proliferando aglomeraciones de estudiantes de posprimaria quienes conformaron verdaderos muros humanos. Aumentó el número de muertos y heridos, civiles todos. Prevaleció un estado de caos, cacería de líderes, escaramuzas urbanas, ataques armados. La ciudadanía respondió con cierre de comercios, concentraciones, sabotaje a camionetas.

Otro asesinato, quizás el más emblemático, sucedió en la víspera de la Huelga de Dolores, al ser baleados a mansalva tres estudiantes de Derecho en su misma Facultad por una patrulla de la Policía Militar. El manifiesto de la AEU concluía así: «La AEU, hoy más que nunca, ratifica su lucha a muerte contra el Gobierno de la República, llamando a todo el pueblo de Guatemala a la resistencia en cualquier campo que sea posible y por todos los medios que tenga a su alcance para luchar hasta el final contra los asesinos del pueblo y la Universidad». Ese Viernes de Dolores, el Consejo Superior Universitario exigió la renuncia del presidente Ydígoras, sumándosele el Consejo Superior Universitario Centroamericano (CSUCA). Cuando el caos era ya generalizado y la caída del Gobierno parecía inminente, se realizó en abril una magna Asamblea General en el Paraninfo, adonde acudieron hasta empresarios y comerciantes connotados del centro comercial capitalino. Cualquier posible intento de solución fue abortado por las fuerzas gubernamentales al invadir al atardecer y con lujo de fuerza el Paraninfo. Estrépito, gritos de advertencia, bombas lacrimógenas desde los ventanales y puerta central saturando de humo el gran salón, disparos, estampida de los asistentes. Todavía pudo el presidente en funciones, (actual secretario general) pararse sobre la mesa proclamando fuertemente «huelga general». Adentro se formó un tumulto pugnando por escapar hacia el jardín, donde la atmósfera era turbia e irrespirable por las bombas lacrimógenas. El acoso de la Policía, la Judicial y el Ejército fue aplastante. Fueron perseguidos y apresados sin juicio, universitarios y destacados dirigentes.

El fanático arzobispo Mariano Rossell Arellano, complaciente y acólito de déspotas como Ubico o Franco y uno de los artífices del derrocamiento del gobierno democrático del presidente Árbenz, lanzó manifiestos acusando al movimiento estudiantil de ser «una amenaza del comunismo ateo… en contra de la fe y la moral cristiana. Todos los católicos deben acatar el principio de respeto a la autoridad legalmente constituida… que Dios libre a Guatemala del comunismo ateo, materialista y totalitario». Ydígoras entregó el Gobierno al Ejército. Fuerzas de izquierda divergentes pero antagónicas a Ydígoras se habían unido al movimiento. Las muchachas y los jóvenes de FUEGO seguían formando barricadas humanas en las calles. Un día se informó muy discretamente que esa noche sectores del Ejército darían al fin un golpe de Estado que depondría a Ydígoras e instauraría una junta cívico–militar con universitarios, la AEU y partidos políticos. Pero todo terminó en nada. El Ejército entonces defendió a Ydígoras, solo para derrocarlo al año siguiente.

Con la llegada de la Semana Santa se suspendió todo. Después trató de reiniciarse el movimiento pero el momento ya había pasado y la situación fue decayendo hasta terminar. Para la dirigencia estudiantil quedó claro que obviamente no podía ir más allá de lo que le determinaba su propia naturaleza. Así, empezando mayo, la Junta Directiva, la Asamblea General de la AEU y el Consejo Superior Estudiantil, ante la falta de opciones, hubieron de acordar la suspensión de la huelga general pues «las medidas tomadas hasta ahora, aunque fueron efectivas, carecen ya de fuerza dado el actual estado de cosas». El relevo de la Directiva de la AEU fue en la tarde del 15 de septiembre de 1962. A años de distancia y transfigurados los fuegos juveniles, apreciamos que el movimiento y su desenlace marcó indeleblemente a una serie de generaciones jóvenes. Las resonantes Jornadas de Marzo y Abril de 1962 que fortalecieron la fraternidad de los estudiantes con la ciudadanía, sirvieron de puerta, ejemplo y experiencia. Durante todo el proceso, las individualidades y temores iniciales en la Directiva se subordinaron a la responsabilidad cívica y patriótica afianzando relaciones de compenetración.

Guatemala debería recordar a todos y todas quienes en legiones juveniles dieron lo mejor y más grande de sí mismos: el desafío, el valor, la entrega y hasta la vida en esos turbulentos y sangrientos meses de marzo y abril de 1962. Quienes se apoderaron de las calles de su capital y subsecuentemente de otras ciudades del país. No nos enaltece el que muchos de esos héroes sean hoy anónimos, no recordados por la historia ni la memoria y sus nombres tal vez sólo ocupan una mínima mención en los periódicos de la época. Son los que a sabiendas aceptaron el riesgo y momento de su muerte. Así, este patriótico e idealista movimiento social no fue tanto de figuras grandes cuanto de figuras en crecimiento. El ideal de estos jóvenes, tanto universitarios como escolares, no se reducía simplemente a la destitución de un gobernante indigno sino a recuperar la dignidad nacional. Para tal fin, todos los sectores rebeldes se sumaron a la excitativa de la Asociación de Estudiantes Universitarios, AEU, pero pudieron hacerlo porque esta ya años atrás se había organizado en torno a valores éticos, forjado una estructura basada en principios de dignidad individual y nacional, creando escuela de formación cívica y actuando ya en acciones impulsadas por tales principios en lazo indisoluble con la ciudadanía. Su nombre trascendía a toda la nación. El subsecuente oportunismo y claudicación cívica, preponderante en épocas posteriores, no existía para aquellos contingentes que fueron subordinando diferencias ideológico políticas y personales para asumir una responsabilidad cívica nacional.

El lanzarse con estrépito a las calles, hombres y mujeres por igual, y conquistarlas con sus cuerpos significó el crear espacios de libertad y dignidad. La movilidad constante era una estrategia. Cada minuto tenía su escenario. Una calle obstaculizada bajo las balas era una calle libre. Un edificio protegido contra las huestes policíacas, era un territorio libre. Y en tal voluntad, no valieron argucias del gobernante para transar y esquivar el peligro. Racional e intuitivamente, por la fuerza demostrada se tenía la certeza de que espacio libre es sólo el espacio conquistado, un espacio otorgado se distingue muy poco de la trampa. En cada día, en cada esquina, en cada aula, estaba formándose escuela que serviría a la nación en cualquier momento en que las libertades fueran atropelladas. Nada más elocuente que las fotografías de grupos de estudiantes de posprimaria y universitarios, plantándose sin protección alguna frente a los pelotones represivos o corriendo para trasladar el escenario de una calle a otra. Cada escenario tenía su momento. Cada rostro juvenil lo expresaba cuando sin armas provocaba en las fuerzas policíacas, ansiedad no disimulada. Porque en cada grito desafiante oían un tiro triunfal.

Se aceptaron alianzas sin la cuales el triunfo no era posible pero había una condición inexcusable: Ser genuino. La acción fue más espontánea que planificada. La rebelión necesita actividad pero no ansiedad. Esta distrae, perturba y hace ver espejismos. La dignidad de un país estigmatizado desde la invasión de 1954 tenía qué recuperarse y ese era el ideal de grandes sectores populares. ¿Cuál habría sido la futura Guatemala si el desenlace hubiera sido otro? Posiblemente, un derrotero diferente que habría evitado una larga lucha interna pero que igualmente hubiera logrado la dignificación del pueblo y la de la nación. Mas afuera de preguntas y conjeturas, sí queda claro hoy: que en aquellas épocas, la Universidad de San Carlos y la AEU eran instituciones escuchadas y respetadas por la ciudadanía guatemalteca y por el mundo universitario internacional. Tenían algo que luego fue perdiéndose. No se vendían a factores ni poderes externos. No buscaban lo fácil sino lo digno.

Un tributo a la hoy centenaria AEU que irradiaba lecciones de gran peso universitario y ciudadano: El espacio concedido es fácil pero vale poco y es volátil. El espacio conquistado es difícil y con altísimo precio pero perdurable y sobre todo, digno. Resulta en lección de los procesos. Es bella la libertad, pero más el proceso para buscarla y descubrirla.


Fragmentos entresacados de: 50 años. Jornadas patrióticas de Marzo y Abril de 1962. FLACSO – USAC, 2012.

Fotografía principal por Mauro Calanchina.

Jorge Solares

Evocando un desarrollo humano integral con justicia social dentro de una democracia culta, participativa, equitativa, en esta sociedad étnicamente plural, económicamente desigual, políticamente golpeada. El camino, una Ciencia con Conciencia como docente, investigador y editor, integrando Humanidades, Ciencias Sociales y Ciencias de la Salud.

Pido la palabra …

Correo: [email protected]

1 comentario

  1. Juan Roberto Díaz 05/06/2020

    Brillante relato Dr. Solares, gracias por compartirlo.

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