Mi gestión en el cincuentenario de la AEU
-Víctor Hugo Hernández Anzueto | PUERTAS ABIERTAS–
Recibí la presidencia de la AEU en octubre de 1969 de manos del compañero Carlos Orantes Tróccoli, quien era a la sazón estudiante de la Facultad de Humanidades. Me encontraba al final del último año de medicina realizando mis prácticas de internado «rural» (así se denominaba el EPS en sus inicios), en el Hospital de Amatitlán, lo que me permitió asumir las responsabilidades de dirección estudiantil sin interrumpir el final de mi carrera, teniendo que viajar regularmente a esa población para cumplir con mis prácticas asistenciales, manteniendo una constante comunicación con mis compañeros de dirección de AEU, tomando una serie de medidas precautorias ante el temor de un posible atentado por parte de los grupos represivos paramilitares de la época.
Llegué a la AEU postulado por una Coordinadora Estudiantil, integrada por la Asociación Julio Juárez de Medicina, Unidad Democrática de Derecho, Unidad de Vanguardia Estudiantil de Económicas y Asociación Pro Retorno al Humanismo de Humanidades. Las elecciones se habían realizado en un clima de profunda confrontación con los grupos estudiantiles de la oposición, en particular el Frente Estudiantil Social Cristiano (FESC) y el de la Residencia Ciudad Vieja (Opus Dei), último que había tenido como candidato a Pedro José Asturias de Arquitectura, quien al quedar en un segundo lugar asumió la vicepresidencia de AEU, tal como lo establecían los estatutos vigentes en esos años. Las coaliciones de los grupos participantes tenían por lo general un carácter coyuntural electoral, aunque muchos de sus integrantes teníamos una larga y estrecha relación, no solo como universitarios, sino por nexos de afinidad política de izquierda, que venía desde nuestros años de secundaria en el FUEGO y como militantes de la Juventud Patriótica del Trabajo (JPT), sin faltar otras relaciones de amistad, aventuras y celebraciones juveniles en las cuales a veces resonaba aquella expresión de localismo escuelero: ¿Quién domina? ¡Medicina! y la consabida respuesta: ¡Sí, con Derecho encima!
Es importante señalar que nuestra llegada a la AEU formaba parte de un proceso que, desde el movimiento popular de marzo y abril de 1962, había estado representado por una saga de dirigentes estudiantiles que nos identificábamos políticamente como de izquierda democrática, y aunque existiera una «orientación o línea política» proveniente de laJPT, sustentábamos el principio de que el movimiento estudiantil universitario debía mantener sus propios rasgos y dinámica. De acuerdo a esta concepción, tratamos en todo momento de preservar su contenido, autonomía y desarrollo, ampliando espacios de participación y convergencia con otros sectores universitarios y populares.
Mi gestión en la AEU fue difícil desde su inicio, ya he indicado que de acuerdo con el sistema electoral estudiantil de la época, al candidato que ocupaba el segundo lugar en la elección general, le correspondía la Vicepresidencia, sin embargo, por las diferencias de visión del trabajo e ideológicas, el compañero Asturias nunca se integró a las tareas de la Junta Directiva, y por el contrario, conjuntamente con su hermano Gonzalo y el grupo que dirigían, desarrollaron una labor de crítica y cuestionamientos a la labores de la Asociación, por diferentes medios, pero en particular a través de la revista Apuntes Universitarios, una publicación de muy buena calidad editorial y amplia circulación, pero contraria a muchos de nuestros planteamientos y programas. Asimismo, teníamos en la oposición al Frente Estudiantil Social Cristiano (FESC) y los inicios de oposición y cuestionamiento por parte de la «nueva izquierda», la cual tomaría años más tarde el control y dirección de la AEU. Por aparte, de la totalidad de integrantes de la Junta Directiva, solamente un grupo reducido asumió de manera estable y responsable las atribuciones de nuestro plan de trabajo, recordando entre ellos a Marco Vinicio Monzón Saravia y Luis Alberto Padilla (Derecho), Manuel Cordero Quezada y Douglas González Dubón (Económicas), Roberto Oliva Alonzo (Ingeniería) y Mario René Villagrán (Arquitectura), se «completaba» nuestro equipo de trabajo con dirigentes de la Asociación de Estudiantes de Servicios Social (AESS) del IGSS, la cual se encontraba en proceso de incorporación a la AEU. Es igualmente importante destacar la labor desarrollada por estudiantes de Derecho que fungieron como asesores jurídicos en este período, en particular Factor Méndez Doninelli y José Faustino Collado.
Entre los principales problemas que afrontamos, estuvo la demanda por parte de la derecha estudiantil que exigía la supresión de la cuota estudiantil anual para la AEU y promovía la separación de algunas asociaciones facultativas (carreras «técnicas») de la misma. Fue un proceso que dio lugar a una serie de asambleas de consultas y resoluciones, logrando finalmente mantener la estructura orgánica de la Asociación. También hubo cuestionamientos por los servicios que se habían establecido como parte del apoyo asistencial y educativo: el Instituto de Educación Media, las clínicas médica y odontológica y el bufete popular, los cuales finalmente logramos mantener y que siguieron funcionando por varios años.
Las condiciones políticas de la Universidad y del país tampoco eran favorables para un mayor desarrollo y crecimiento del movimiento estudiantil. A pesar de que a la Rectoría había llegado el Dr. Rafael Cuevas del Cid y en el CSU contábamos con profesionales y estudiantes destacados, el peso de los sectores conservadores era muy grande. En el plano nacional, los años 1969-70 fueron los últimos de la gestión del Lic. Julio César Méndez Montenegro, quien había sido electo en 1966 y confirmado por el Congreso de la República luego de la suscripción de un «pacto» o «acuerdo» con el alto mando del Ejército, que lo sometía por completo a las decisiones castrenses, principalmente en lo relativo a las acciones represivas contra las organizaciones de izquierda, el movimiento popular y todos aquellos dirigentes o personas catalogados como «comunistas» o «subversivos». Al inicio de nuestra gestión, solicitamos una entrevista con el mandatario para demandar garantías y seguridad que nos permitieran desarrollar nuestro plan de trabajo, en especial las actividades de la Huelga de Dolores y las conmemorativas del Cincuentenario, ante lo cual el presidente mostró anuencia, dando el aporte «presidencial» a la Huelga (era parte de la «recaudación» en aquellos años). Días más tarde, recibimos una «oferta» de su parte, para un aporte económico mensual para la AEU, a cambio de nuestra disposición a un «diálogo periódico» o «arreglo» para contrarrestar (así lo interpretamos) movimientos de protesta o demandas de carácter universitario, gremial o popular, para evitar conflictos y confrontaciones a nivel público con el Gobierno. Considerando lógicamente que tal acuerdo comprometía la independencia de AEU, «cortésmente» declinamos la oferta, sin romper en definitiva las posibilidades de diálogo con el sector civil del Gobierno, en particular con algunos funcionarios de la Presidencia, quienes eran conocidos por sus ejecutorias previas y un perfil democrático y consecuente que mantuvieron hasta el final de su mandato.
El vicepresidente de la República era el Lic. Clemente Marroquín Rojas, reconocido y polémico periodista director del diario La Hora. Como vicepresidente nunca ejerció poder ni influencia en el Gobierno (autodenominado «tercer gobierno de la revolución»), limitándose a cumplir cargos de representación sin mayor trascendencia. La «relación» de AEU con Clemente, si así puede llamarse, se produjo a raíz de un artículo que él publicó sobre el movimiento estudiantil y que fue aprovechado para dar una respuesta e iniciar en varias entregas, un debate denominado «Diálogo con Marroquín Rojas» sobre aspectos históricos, políticos, económicos y sociales del país en el diario La Hora, polémica que consideramos importante, por cuanto los espacios en los medios de comunicación estaban prácticamente cerrados para la AEU, con contadas excepciones, como algunos radioperiódicos y el diario La Nación, que nos dieron espacios reducidos, teniendo que realizar gastos importantes en «campos pagados» para exponer públicamente la postura de la Asociación en temas de interés universitario y nacional.
Sobre el papel de la Iglesia católica mantuvimos una actitud crítica, ya que su jerarquía había estado siempre en complicidad con la política represiva del Estado, mostrándose indiferente ante los graves problemas de la población, tolerante con las graves violaciones a los derechos humanos y más interesada en condenar y excomulgar huelgueros irreverentes, que en asumir una función social a favor de los más necesitados, en contraposición a los cambios generados en otros países, en particular la Teología de la Liberación promulgada en América por Mons. Helder Cámara, arzobispo de Recife. Sin embargo, había ya en nuestro país muchos sacerdotes y cuadros «de base» que cuestionaban el papel de la Iglesia, asumiendo compromisos político-sociales con los sectores populares con graves riesgos en el desempeño de su misión religiosa y social.
Un momento particularmente difícil de nuestra gestión fue la participación como intermediarios para lograr el canje del canciller Alberto Fuentes Mohr, secuestrado por las Fuerzas Armadas Rebeldes (FAR), por Vicente Girón Calvillo, militante de las FAR secuestrado por el Ejército, tal intermediación fue requerida por personeros de la Presidencia de la República y el canje efectuado días más tarde en la sede de la embajada mexicana en Guatemala. Esta nueva acción política de la organización guerrillera había venido a sumarse al reciente asesinato del embajador de Estados Unidos, John Gordon Mein, en agosto del 68, agudizándose aún más la confrontación y acciones de represión gubernamental con el asesinato del embajador de la República Federal de Alemania, conde Karl von Spreti, en el mes de marzo del 70.
Luego del cambio de gobierno el 1 de julio de 1970, cuando asumió la Presidencia de la República el coronel Carlos Manuel Arana Osorio (más conocido como «el Chacal de Oriente»), los nexos coyunturales con algunos funcionarios del Ejecutivo se rompieron, dando lugar a una mayor confrontación de la AEU con el régimen militar.
Resumo a continuación algunos de los principales puntos del programa de trabajo y demandas de la AEU durante el período 1969-70:
- Defensa de la autonomía universitaria, ya que temíamos en cualquier momento una intervención militar, comparable a la que se había producido años antes en los establecimientos educativos públicos de secundaria.
- Democratización de la enseñanza superior, facilitando el acceso de cualquier estudiante a la Universidad.
- Oposición a préstamos y financiamientos que condicionaran a la Universidad a control y penetración norteamericana y/o transnacional, en particular con el BID.
- Oposición a proyectos de explotación de los recursos naturales del país, en particular de las concesiones a la empresa minera EXMIBAL.
- Implantación del servicio social obligatorio (hoy EPS), como parte del pénsum en todas las carreras universitarias.
- Por una mayor representatividad estudiantil en los órganos de dirección de las facultades y de la Universidad.
- Contra la apertura de universidades privadas elitistas o de carácter confesional, por considerarlas entes al servicio de los grupos tradicionales de poder.
En relación con el programa conmemorativo del Cincuentenario menciono los siguientes:
- Institucionalización de la fecha 22 de mayo como Día del Estudiante Universitario.
- Festival Literario de Estudiantes Latinoamericanos.
- Estreno de la obra musical Muerte de un personaje del maestro Jorge Alvaro Sarmientos.
- Reunión conmemorativa en Guatemala, con participación de las asociaciones estudiantiles de Centroamérica y Panamá.
- Actividades de la Huelga de Dolores: No nos tientes, desfile y velada, instituyendo para esta última el premio «Chabela de oro» para el mejor acto teatral.
Concluyo este recuento sobre el Año del Cincuentenario de la AEU, en este momento en que se plantean demandas de seguridad y protección para todos los trabajadores de salud que luchan contra la pandemia del COVID-19, recordando que luego de un largo y difícil proceso, durante nuestra gestión se logró, en abril de 1970, un incremento salarial y mejora de condiciones laborales para todos los trabajadores del sector salud del país. Hago asimismo un recordatorio y homenaje perenne a la memoria de tod@s nuestr@s mártires estudiantiles, profesionales y trabajador@s universitari@s y de todos los hombres y todas las mujeres, caíd@s a lo largo de nuestra historia, en la lucha por lograr un mejor país con democracia, paz y justicia social. Hoy, en el Centenario de la Asociación de Estudiantes Universitarios Oliverio Castañeda De León, quiero repetir lo que en esos años de lucha fue nuestra consigna:
¡Transformemos los minutos de silencio en largos años de lucha revolucionaria!
Fotografía principal por Mauro Calanchina.
Víctor Hugo Hernández Anzueto
Nací en Huehuetenango en 1943, siendo yo muy pequeño mi familia se trasladó a vivir a Quetzaltenango por razones de trabajo de mi padre. Estudié en el Instituto Normal para Varones de Occidente (INVO). Durante las huelgas estudiantiles de esos años, me vinculé con compañeros y compañeras del FUEGO, con quienes seguí manteniendo relación hasta el inicio y curso de la carrera de Medicina que inicié en 1962. Posteriormente me integré junto a otros compañeros de medicina a la JPT, y más tarde constituimos la Asociación Julio Juárez, nombre en homenaje a uno de los estudiantes caídos en las jornadas de julio de 1954. Fui vocal 4º. estudiantil en la Junta Directiva de la Facultad de Ciencias Médicas 1967-68 y presidente de la AEU 1969-70. Me gradué como Médico y Cirujano de la USAC en 1970.