Poemas de Juan Carlos Gómez Herrera
-Juan Carlos Gómez Herrera | POESÍA–
Aperturas
Abrir los ojos sin pestañear,
intentando tragarse el universo,
ver más allá,
poner la vista a cappella,
abrir los abrazos
en un aplauso interminable,
llenar el pozo de los deseos
con municiones
para desalambrar.
Abrir las sendas en manada
como se abre la blusa corinta
para airear el ombligo,
abrir la pregunta con un cisma
y cerrarla con una aserción.
Abrir las alas, las persianas, las ventanas,
dejar que el viento haga lo suyo,
abrir las fronteras, las quimeras,
soñar como decía Lenin,
con un sueño asaz plausible,
incluyente y aleatorio.
Abrir los candados, las compuertas,
las cloacas, los resortes;
echar las velas al viento
con buen norte
colectivo,
ser sujetos de nuestro tiempo,
levantarnos,
ayudarnos,
apoyarnos,
casquiplenos,
poderosos.
Rotar las pupilas,
vernos
en el ojo semiabierto
del que espera por nacer.
Canto de Orleans (telón)
Un cuervo negro abraza un rostro compungido,
hay dos ventanas que no se abrirán
jamás.
Una tauromaquia en tonos celestiales,
un torero de manto pálido.
Con la disminución de las luces
anuncian el cambio de turno.
Quizás la banda ya afinó detrás.
El rey y la mendiga
Ya se sabe que somos átomos
carburando,
que venimos de la eyaculación
de un volcán,
que somos azufre, aire, oxidación,
que tenemos los días contados
y las noches en marea constante.
Entre el firmamento y el cielo,
a metro setenta de la superficie
queremos comer y amar
y entre esos dos fútiles empeños
aparentemente tan sencillos,
nos odiamos, desconfiamos, traicionamos,
soñamos con ser enormes
o arañamos el siguiente día.
A veces uno de nosotros pinta
un rey deslumbrado por la mendiga
y la blancura del reposo de ella
y la blancura toda de su reposo
se vuelve una eternidad.
Knock-out técnico
Para Isabel Lehrner
Mujer que me tienes arremangado contra las cuerdas,
date cuenta que el amor no tiene edad
pero nos urge.
Soy tras tus faldas un cachorro negro
que se quiere tirar al Danubio
a bailar
pero no un vals.
Mujer que me pides que me quede en la cuerda tensa
guardando el equilibrio
en lo que tu proa ve si se endereza a Venecia
o le soplan los vientos alisios.
Mujer que me prestas tu cama para dormir solo,
dormir de viejo, de cansado, de hastío
o de sueño irresoluto
de una inconclusa niñez.
Mujer que te vas tan rápido
como el flash de una recámara
y apareces en la mesa de otro comensal,
no es mucho lo que te ofrezco:
un concierto de ronquidos, el libro de la selva,
una guitarra tempranera y un fuerte abrazo
en la madrugada,
con tal de ver en el instante de la duda
tus ojos profundos preciosos
tus ojos negros profundos preciosos
tus ojos negros, tus ojos
y esa mirada interrogante de intervalo:
que tirados los dos contra las cuerdas,
el amor nos urge.
Navegar
Navegar,
hacerse a la mar
porque a la mar se la domina.
Hacerse a la mar con viento en popa
o con calma chicha.
Hacerse a la mar con espíritu de aventura
y no de ruin invasor.
Navegar sin rumbo fijo
en un cayuco o en un vapor:
sentir el mar bajo la columna,
dejarse llevar por él.
Navegar cual si se fuera un magnate,
un polizonte, un ratón.
Navegar como huyendo de nosotros mismos,
como interrogando al mar
a sabiendas de que cargamos
nuestro pasado mecapal.
Navegar como si los problemas
se quedaran atracados en puerto,
como si la quilla nos abriera un parto,
como si fuera la primera vez.
Sentir la sal en el viento
y conjeturar desde cubierta hacia el cielo
de donde parecieran graznarnos
nuestras propias maldiciones
mil gaviotas resentidas.
Tumbarse en el camarote desnudo
dejándose mecer por la mar,
hacer de la mar nuestra amante
y de la noche un festín.
Andar por la mar, ver cómo rasgan las olas
con su frío bisturí otra arruga
bajo la cuenca desorbitada
del ojo del contemplador.
Navegar porque es gratuito el viaje,
porque hoy se pudo, porque sí;
como si no existiera el hambre,
como si todo se solucionara
con echarse otra vez al mar.
Juan Carlos Gómez Herrera
Huehuetenango, en 1966. Es nieto del poeta Adalberto Herrera Castillo. En un inicio se ganó la vida trabajando como corrector de textos en varias imprentas y editoriales. Trabajó junto a muchos escritores de su generación y fue publicado en revistas literarias y de arte como Tayer y La Ermita. Publicó dos o tres poemarios artesanales diseñados y editados por él mismo, algunos de los cuales presentó a la par de un recital de sus canciones en La Bodeguita del Centro. Desde 2001 vive en Oslo, Noruega, donde ese mismo año fundó la banda Klepsydra, que toca sus composiciones.