Mercaderes de la fe (II)
Vinicio Barrientos Carles | Política y sociedad / DYEUS OTIOSUS
Pero los que viven con la ambición de hacerse ricos caen en tentación
y quedan atrapados por muchos deseos necios y dañinos que los hunden en la ruina y la destrucción.
Pues el amor al dinero es la raíz de toda clase de mal…
1 Timoteo 6:9-10
A fines del año pasado se supo que un juez, en Florida, desestimó una demanda presentada por la iglesia Casa de Dios, liderada por su pastor Carlos -Cash- Luna, quien alegaba que su congregación y él, en particular, fueron difamados por el telenoticiero Univisión, al vincularlos con el narcolavado de Marllory Chacón Rossell, la Reina del Sur, quien vivía a la vecindad inmediata de la residencia personal del prescrito «hombre de Dios». Ecos tan sonados evocan el caso de Roxana Baldetti, hoy en prisión, con el tema de una sobrevaloración de la bandera y su respectiva asta en la mencionada sede neopentecostalista. Lo sucedido en Guatemala no es extraño, sino todo lo contrario, pues se replica, de una u otra forma, a lo largo y ancho de nuestro controvertido mundo. Todo ello apunta a una vinculante y creciente relación entre los nuevos multimillonarios pastores evangélicos y las acciones pro capitalistas reñidas con la ley y con el orden de los diferentes Estados.
De esta forma, en la primera parte de este artículo mencionamos el sorprendente caso del pastor en Louisiana, a quien arrestaron después de que este solicitara el cheque de apoyo que el Gobierno Federal había entregado a parte de los fieles en su congragación. El pastor terminó en prisión, por este y otros delitos que se señalaron en su contra. Un análisis pronto y llano apuntará unidireccionalmente a un común denominador entre los políticos, los religiosos y los líderes de estructuras criminales: el priorizado interés por los capitales obtenidos a través de la mediatización y manipulación de las masas de sus seguidores. Al contrario de lo que reza el conocido proverbio, que cita que la religión y la política no deben mezclarse en favor de una concepción laicista del Estado, estas nuevas iglesias de la prosperidad se están caracterizando porque los políticos y los pastores se han constituido mediáticamente en dos caras de una misma moneda, en cabezas distintas de la misma bestia.
La avaricia demostrada por algunos pastores neopentecostalistas, a través de los benditos diezmos, enfatizan la primordial finalidad de tales organizaciones, libres de toda pretensión lucrativa, en donde se venden pedazos del cielo, a la auténtica usanza medieval, garantizándole al donador la «prosperidad» acá en la tierra. Muy lejos quedaron las legítimas protestas de Martín Lutero contra la estructura eclesial que se enriquecía por medio de los bonos divinos, las indulgencias. ¿Qué se podía saber en aquellos arcaicos tiempos del contemporáneo emprendimiento neoliberal? Ahora los tiempos son otros, cuando preguntamos retóricamente a un conocido ¿cómo te va?, sabes a qué se está refiriendo específicamente cuando te responde «pues bendecido, por la gracia de Dios».
En un artículo previo, enfatizamos la urgente y necesaria separación del Estado de los distintos tipos de fe que puedan adoptarse, y más aún si se trata de un credo dominante en la población. Advertimos de las interpretaciones que el teólogo y filósofo Enrique Dussel realiza, explicando sobre la estrategia norteamericana para el control sociopolítico de la América Latina del siglo XXI, iniciado unas cinco décadas atrás, en el centro de la Guerra Fría. A este respecto dice:
Un nuevo fenómeno son las iglesias evangélicas que están apoyando el proceso brasileño y en Bolivia, con un hombre desaforado como Luis Fernando Camacho, que ha dicho algo esencial: «Vamos a sacar de los lugares públicos la Pachamama y vamos a imponer la Biblia». Pero, atención, esa biblia no es la católica, es la de los grupos evangélicos. Toma la cultura popular de los pueblos originarios como un horrible paganismo que el cristianismo debe reemplazar a rajatabla… [porque] quienes salieron de la pobreza en Bolivia son sujetos que en el fondo aspiran a ser consumistas neoliberales.
El fascismo puede ser visto como una derivación extrema del fundamentalismo. A lo largo de la Modernidad se ha pretendido implantar la ciega aceptación de una superioridad del mundo Occidental sobre cualquiera otro. En el imaginario social se ha introyectado la cultura occidental como la mejor del mundo, que tiene la mejor religión (la única y verdadera), la mejor forma de gobierno (la democracia representativa), la mejor tecnociencia, y en fin, todo cuanto la constituye (incluyendo sus armas letales). De esta guisa, aunque se reconoce el fundamentalismo islámico, por ejemplo, se deja en suspenso el fundamentalismo cristiano. Tal visión abre un espacio muy amplio para la satanización de otro tipo de creencias. En suma, todo aquel que pretende ser portador exclusivo de la verdad estará condenado a ser fundamentalista y a cerrarse sobre sí mismo, sin diálogo con el otro. El fascismo surgirá y se desarrollará dentro de un determinado contexto de anomia, desorden social y crisis generalizada, como el que estamos viviendo actualmente, muy similar al presentado en Europa hace justamente un siglo.
La imagen precedente muestra a uno de los tantos pastores que dirigieron la campaña presidencial de Jair Bolsonaro, en Brasil, así como algunos de los tantos grupos neonazis que apoyan decididamente políticas ultrarradicales del presidente Trump, orientadas a una limpieza racial. Las fusiones y los hilos invisibles que les unen no son una fortuita casualidad.
Por otro lado, no es nada correcto, éticamente hablando, utilizar las necesidades espirituales de la gente para imponer las ideologías poíticas que aplicarán a todos por igual. Si se trata de negocios orientados al logro de la paz emocional espiritual, pues está bien, pero tales organizaciones deben empezar a ser tratadas como lo que son: negocios de lucro, lo que inluirá el correspondiente pago de impuestos para que el Estado pueda velar por todos por igual. No hay otra.
El gran problema de esta visión maniqueísta de creyentes y no creyentes (de buenos y de malos), es la gran segregación que produce, generando una polarización social innecesaria y ciertamente inmadura. Cuando se piensa en términos de «mi Dios», se plantan de manera sólida los pretextos suficientes para no actuar mediante mecanismos puramente humanos, en pro del rescate de la equidad ante las grandes desigualdades del mundo contemporáneo. En este marco de referencia, la democracia auténtica, basada en derechos igualitarios, resultará imposible.
Esta voracidad del hombre devorando al hombre no es algo nuevo. Viene a mi mente un pasaje del evangelio apócrifo de Tomás, (uno de los textos gnósticos en copto encontrados en Nag Hammadi, Egipto), en el que Jesús dice: «Dichoso el león que al ser ingerido por un hombre se hace hombre; abominable el hombre que se deja devorar por un león y éste se hace hombre». Esta idea se encuentra más claramente expresada en uno de los evangelios canónicos (Mateo 6:24) del cristianismo ortodoxo:
Nadie puede servir a dos señores, pues menospreciará a uno y amará al otro, o querrá mucho a uno y despreciará al otro. No se puede servir a la vez a Dios y a las riquezas.
A pesar de la claridad, ahí está el diezmo, una idea proveniente del judaismo materialista, idea que Jesucristo mismo adversó categoricamente. Hoy en día, me parece pertinente conscientizarnos de que, además de los politiqueros oportunistas, tenemos, en adenda ominosa e infame, los depredadores de la otra cara de la moneda demagógica, estos que estamos calificando como mercaderes de la fe.
Imágenes principales tomadas de diversos medios, editadas por Vinicio Barrientos Carles.
Vinicio Barrientos Carles
Guatemalteco de corazón, científico de profesión, humanista de vocación, navegante multirrumbos… viajero del espacio interior. Apasionado por los problemas de la educación y los retos que la juventud del siglo XXI deberá confrontar. Defensor inalienable de la paz y del desarrollo de los Pueblos. Amante de la Matemática.
Correo: [email protected]