Enfermediciones
Rómulo Mar | Arte/cultura / SALTO DE LIEBRE
Saca tu metro y mide desde el COVID-19 hacia cualquier parte.
La capacidad de los gobiernos se mide por la efectividad o ineficiencia con que manejan la crisis sanitaria en sus respectivos territorios. Y se emiten comunicados internacionales sobre los países más seguros o inseguros, de acuerdo con las cifras de infectados que registran.
Los encuarentenados intentamos medir el tiempo que falta para que la vida vuelva a la normalidad, pero el calendario y el reloj juegan con nosotros: se estiran, se encojen, se dilatan, diluyen… la incertidumbre impera.
Medimos nuestras finanzas y el abastecimiento o desabastecimiento de nuestra despensa familiar. El hambre. Medimos la libertad, las igualdades y la seguridad, la privacidad. Los abusos de los políticos y las utopías del bienestar social total.
Y medimos las pandemias más letales de la historia: el VIH/sida. Año 1976. Más de 32 millones de muertes. Gripe española, 1918-19. 50 millones de muertes. Viruela, 1520. Más de 56 millones de fallecidos. Peste negra, 1348. Alrededor de 200 millones de muertos.
Medimos el tamaño de este texto. (Me exigen y me exigí medir para ser coherente con el contenido, y también porque la medición de palabras obliga a ser más exacto, más preciso). También medimos nuestra ignorancia ante la enmarañada, enredada tecnología.
Medimos el volumen de nuestro cuerpo. La barba y el pelo. Medimos nuestros sueños. Deseos. Los niveles de entretención o diversión, de aburrimiento y soledad, las alegrías. La cordura. El insomnio. Nuestra paranoia. Nuestros miedos.
Pensamos en la medida del descubrimiento del otro después de la pandemia. ¿Nos ha hecho falta la relación cara a cara con la cercanía del abrazo apretado, el sonido natural de su voz y su aliento tibio, la conversación amena, los relatos a viva voz tan entretenidos? ¿El otro como sujeto de compañía grata y deseable?
¿Medimos la pausa, la velocidad, versatilidad y genialidades del jugador de fútbol pensando que al pisar la gramilla de nuevo lo hará tieso y haragán? ¿En las edades de Messi y Cristiano Ronaldo que pierden tiempo y que posiblemente ganan peso?
Medimos los días, y no sabemos qué día es. ¿Y el mes? Estamos pensando que tal vez cuarentena no significa cuarenta, sino ochenta, ciento sesenta, trescientos veinte…
Medimos las distancias. Las distancias entre una persona y otra. Las distancias que podemos recorrer cada día con nuestros pasos, en vehículos y con la vista. Las fronteras se limitan. Las horas duran menos afuera, adentro se alargan.
Los migrantes desmiden, ¡más bien, todos desmedimos! Los migrantes quedan en el limbo, en el vacío, ya no pueden alcanzar ni su propio país, son indeseables por considerarlos posibles portadores del virus.
¿La confianza en el prójimo está en desmedro? Si la cuarentena se prolongara más de lo esperado, la desesperación podría orillar a algunos a cometer fechorías. Hay que medir y fortalecer nuestros valores: la solidaridad, el apoyo, la caridad, la bondad, el altruismo, la generosidad, la amabilidad, el respeto. El amor.
¿Medimos el amor?
No hay que caer tan bajo, la humanidad debe asumirse, debemos seguir midiendo y manteniendo su calidad, su raciocinio y su corazón, que lo diferencia de los animales, o cantaremos con Roberto Carlos «Yo quisiera ser civilizado como los animales».
¿Y las buenas mediciones? Nos lavamos las manos con más frecuencia, lavamos con más cuidado las frutas y verduras que consumimos, y mantenemos más limpio nuestro entorno. Menos comida callejera. El planeta Tierra se descontamina, se descongestiona, hay una levísima disminución en el trabajo de las fábricas e industrias que vierten químicos en los ríos, hay menos carros circulando, es decir, menos humo negro que enrarece la atmósfera y el oxígeno que genera energías y mantiene y vitaliza la vida. Ojalá que también haya menos tala de árboles.
Imágen principal editada por Rómulo Mar, a partir de diversos medios.
Rómulo Mar
Escritor. Fundador del canal de videos Letras en Directo y del periódico impreso El Revisor. En 2018, por acuerdo municipal del ayuntamiento de Chiquimula, fue declarado «Valor Cultural del departamento de Chiquimula». Ocho libros publicados: 2 de poesía, 2 novelas y 4 de cuentos.