CARGANDO GAZETA

Escriba para busca

Un respiro necesario: el paso ¿momentáneo? del show business a la ciencia…

Hoy en gAZeta Puertas abiertas

Un respiro necesario: el paso ¿momentáneo? del show business a la ciencia…

-Jorge Mora Alfaro / PUERTAS ABIERTAS

La entronización del pensamiento único, ideología devastadora, sustento de la sociedad mercadocéntrica, lleva aparejado la liviandad del pensamiento, los análisis movidos en la cresta de las olas, sin intención de profundizar en el conocimiento de los procesos sociales, la comunicación tipo tuit, centrada en lo banal y en la distracción, individualizando y evitando los cuestionamientos a un orden establecido de una vez y para siempre.

Resaltar al individuo y maximizar las potencialidades del mercado y las virtudes del empresario, negar la existencia de las relaciones sociales, refutar la relevancia de las ciencias dedicadas al estudio de la sociedad, invisibilizar a intelectuales y científicos cuyos pensamientos resultan perturbadores, anteponer la competencia a la solidaridad, lo privado por sobre lo público. Disminuir las capacidades del Estado y del sistema institucional, menoscabar a los funcionarios públicos, así como a las organizaciones sociales y satanizar, en forma constante, la política y a los políticos, sobre todo cuando sus propuestas resultan antagónicas con sus postulados. Estas son parte de las manifestaciones ideológicas habituales, transmitidas por medios, redes sociales y voceros con un papel protagónico en la vida cotidiana de nuestras sociedades.

El predominio del show business en la denominada sociedad del espectáculo, colocó en el primer plano a personajes de la farándula, el deporte, los propios medios e influencers, así como a hombres y mujeres de letras, poco cuestionadores de su entorno, aunque sí de la individualidad y de los comportamientos ajenos o limitantes de la competitividad y la forja de su propio destino. El llamado antiintelectualismo sentó sus posaderas en los sitios generadores de juicios y la calificación de privilegiados y miembros de un olimpo distante de las necesidades más apremiantes de la población se extendió por el tejido social. Salvo, desde luego, los espacios disfrutados con bondad por intelectuales orgánicos, columnistas y expositores de medios, críticos perennes del Estado y alineados con un camino cuyos obstáculos más categóricos son las regulaciones, los burócratas y sus canonjías y las ineficientes empresas e instituciones estatales.

En este mundo en el cual el entretenimiento y sus protagonistas cumplen el incalculable valor de ocultar exclusiones y desigualdades, ¿a quién le interesa las detenidas e innovadoras investigaciones de los científicos en sus laboratorios? ¿Qué importancia tienen para el desarrollo de la economía y la superación de las creciente pobreza el cultivo de las artes y de las letras? ¿Cuáles son los aportes de los estudios de las ciencias sociales, con los cuales se trata de ahondar en el conocimiento de los diversos procesos, manifiestos o larvados, existentes en la sociedad? ¿Quién presta atención a los estudios ambientales cuyos resultados pueden afectar de manera negativa el uso del suelo, generando regulaciones indeseables, o el desarrollo productivo y las exportaciones? ¿Tiene sentido invertir en la generación de nuevas variedades de semillas o de nuevas técnicas agrícola y en la investigación y el fomento agrícola cuando por medio de las importaciones se pueden llenar nuestras necesidades de alimentos? ¿Cuántas veces no escuchamos estas interrogantes, con respuestas ya adelantadas, para justificar decisiones, estrategias y políticas? ¿No han sido las contestaciones a algunas de estas preguntas el fundamento para proponer la reducción de presupuestos de universidades públicas y de centros de investigación científica y tecnológica y de los calificados como privilegios de investigadores y académicos?

Todo esto seguía su curso normal hasta la aparición de un virus cuya presencia produjo un quiebre en la sociedad, con una temporalidad y un impacto difícil aún de percibir en toda su magnitud. No soy muy optimista en relación con el surgimiento de una reorientación en la ruta del desarrollo seguida en este período histórico. Si algo nos enseña el pasado es la errónea consideración del automatismo de los cambios políticos o de los caminos trazados para darle continuidad a la reproducción del capital. Las correlaciones de fuerzas entre diversos actores sociales y políticos y su movilización son los elementos fundamentales para marcar el curso de los acontecimientos.

¿Hasta dónde las consecuencias de la crisis sanitaria –tales como la paralización de sectores clave de la economía, la caída de los mercados, el uso de monumentales montos de recursos financieros para salvar empresas y empleos, compensar a los afectados con la crisis e invertir en los sistemas de salud para atender la inesperada ola de contagios; así como, el cierre de pequeñas y medianas empresas sin condiciones para sostenerse ante la inestabilidad surgida de repente– podrían modificar las relaciones de poder? ¿Pueden estas nuevas condiciones generar una reactivación y articulación de actores alrededor de proyectos y propuestas sustentadas en las lecciones brindadas por la crisis humanitaria vivida hoy, en el sentido de la incapacidad de los mercados para responder a una situación en la cual se ve involucrada toda la sociedad y del rol insoslayable, estratégico, esencial, desempeñado, en las diversas dimensiones del proceso (sanitaria, económica, política, institucional, ambiental, cultural), por el Estado y los sistemas institucionales públicos? No solo para atender las demandas sociales originadas con la pandemia, sino para sentar las bases de la venidera reconstrucción.

Hasta el momento los grupos de poder fáctico, acostumbrados a marcar rutas desde sus propios espacios de comunicación social o desde el aparato estatal, acompañados por sus más connotados voceros, no muestran ninguna modificación en sus proposiciones de medidas al parlamento y el gobierno. Reducción de salarios, cierre de instituciones, eliminación arbitraria de derechos de los trabajadores públicos y privados (en el caso de Costa Rica, facilitar el despido y la reducción de jornadas laborales, no pagar el aguinaldo, las anualidades, ni el salario escolar), impuestos temporales a los salarios de los funcionarios públicos y oposición a cualquier intento de establecer algún tributo a los grupos de mayores ingresos. Sentados frente a las pantallas del televisor miles de personas perciben, algunos con cierta perplejidad, otros confirmando sus suposiciones y otros aplaudiendo con satisfacción, cuál es, sin reservas, el proyecto de quienes han trazado los senderos del desenvolvimiento de la nación desde hace más de tres décadas.

No será fácil, ni automática, la reorientación del desarrollo a partir de los desafíos comunes enfrentados por nuestra sociedad. No se vislumbran aún en el panorama político la voluntad de convocar a los diversos actores sociales, políticos y empresariales a un diálogo generador de propuestas equilibradas, con las cuales se distribuyan equitativamente sacrificios y beneficios de la acción estatal y con el firme propósito de favorecer a quienes, excluidos desde las fases previas a la pandemia, ven sumergirse sus esperanzas en la incertidumbre y el abandono de un sistema cuya lógica de funcionamiento los parece rechazar. ¿Se reacomodarán las cargas y volverá todo a la normalidad previa al COVID-19?

Mientras tanto, se reafirma en la sociedad la importancia irrefutable de la ciencia, la investigación, la protección del ambiente y la cultura en la vida social. Con muy pocas excepciones, no se discute en este álgido momento la relevancia de las inversiones en la formación de profesionales de calidad, con las capacidades requeridas para responder a las exigencias de la crisis, efectuadas por el país a lo largo de los años. Queda en evidencia la posición sustancial del sistema público de salud, su infraestructura y su presencia territorial, para dar respuesta a situaciones imprevistas y a demandas inesperadas, como las enfrentadas en estas largas semanas.

Los esfuerzos llevados a cabo por fortalecer la producción nacional y la agricultura familiar, considerada inútil por aquellos cuya única opción lo constituían las exportaciones agrícolas y agroindustriales. Todos recordamos el término de agricultores viables, con el cual se centraba la política y la atención del Estado en los agricultores en capacidad de reconvertir sus unidades productivas y dedicarse a la producción para el mercado exterior. Hoy, la semiparalización de los mercados internacionales y la continua demanda por parte de la población nacional, coloca a los productores de alimentos en un lugar estratégico en la sociedad. Los porfiados campesinos y su insistencia de mantener sus actividades productivas, pese a las adversidades, así como de los profesionales y técnicos decididos a apoyarlos en su terquedad, demuestran su imprescindible papel como proveedores de medios esenciales para la subsistencia de las familias.

Los espacios principales de los medios de comunicación pasaron a estar ocupados por biólogos, bioquímicos y químicos, médicos de diferentes especialidades, psicólogos y psiquiatras, economistas y especialistas en gestión de la información, entre otros. Muchos de ellos desconocidos para la mayoría de las personas, pues su destacada labor se desarrolla en el ámbito académico y en otras instituciones públicas o privadas, con excelencia y discreción, muy alejada de medios y redes sociales. Ese es el resultado de la cuestionada inversión pública efectuada por la sociedad costarricense en la educación en todos sus niveles, con especial distinción, en este caso, en su educación superior y en su investigación científica y su vinculación con el medio social.

Por un rato pasaron a un segundo plano, aunque tratan de asomarse por alguna rendija, los tradicionales personajes con los cuales llenan sus espacios los medios de comunicación. Hoy brilla la ciencia, los científicos y los centros de investigación e interacción con la sociedad, construidos gracias a muchos años de inversión de una sociedad capaz de resistir a los intentos de recortarle sus recursos y cuya valoración positiva de sus centros de enseñanza y generación de conocimientos han sido su principal sostén.

Algo ha andado mal en la sociedad, es de esperar de la humanidad el entendimiento y la voluntad para enderezar el rumbo.


Jorge Mora Alfaro

Sociólogo, investigador asociado de Flacso Costa Rica, unidad académica de la que fue su director de julio de 2008 a julio de 2016. Fue rector, vicerrector académico y secretario general de la Universidad Nacional (UNA) y director de la Maestría Centroamericana en Sociología de la Universidad de Costa Rica (UCR). Cuenta con numerosas publicaciones sobre el desarrollo social, político y territorial nacional y sobre la educación superior en los ámbitos nacional y regional.

Puertas abiertas

1 comentario

  1. El importante comentario de Jorge Mora Alfaro sobre los impactos del Covid 19 en Costa Rica demuestra: 1) Que los grupos de poder económico y las élites políticas siguen embrutecidos por la teología de mercado, y, 2) que, por suerte, en ese País la opinión pública ha pasado a ser conducida por la comunidad científica, cosa que, por desgracia, no ocurre en el Ecuador.

    Responder

Deje un comentario

Your email address will not be published. Required fields are marked *

apoya a gAZeta