El museo de los pequeños
-Yessika María Rengifo Castillo | NARRATIVA–
A Samuel, mi pequeño de los jueves de sol.
Hace muchos años, en Colombia, en los tiempos de las mariposas amarillas, en una ciudad llamada Bogotá, había un museo. A ese lugar llegó un grupo de pequeños que pintaba el arcoíris. Ese arcoíris que plasmaban los chiquillos era el reflejo de las estaciones del año que iluminaban sus dulces corazones. En el museo, los pequeños se encontraron con una maestra muy especial y empezaron hablar con ella.
Los niños le contaron a la maestra que estaban muy felices de pintar todas las mañanas el arcoíris con sirenas, príncipes, dragones y caballos. Sus vidas eran mágicas porque ser niños es un sueño interminable. Les parecía fantástico que sus dientes se cayeran y que un pequeño ratón llegara a media noche e invadiera sus almohadas de chocolates.
La maestra escuchaba a los niños con mucha atención. Como los pequeños se veían tan encantados con su relato y un leve sueño los invadió, les propuso que se tomaran de las manos y cerraran sus ojos. Mientras descansaban, los chiquillos notaron que las sirenas cantaban himnos al sol, a tal punto que las nubes jugaban con las estrellas de colores. Los príncipes hablaban con las rosas sobre los puentes que tendrían que recorrer en el otoño de las águilas valientes.
Los pequeños se vieron caminando en el Jardín Botánico. El tiempo pasaba tan rápido que la luna danzaba en los rayos del cielo gris. Años después, los dragones volaban cerca de las orquídeas y besaban a los caballos azules que bebían del manantial de vida. Los niños estaban sorprendidos ante todo lo que estaba ocurriendo que no deseaban abrir sus ojos. Girasoles entonaron rondas que los sumían en un sueño interminable, mostrándoles que las hormigas construyeron pequeñas aldeas en la ciudad de Boyacá, departamento de héroes del país.
Estando en ese departamento, conocieron a la hermosa Policarpa Salavarrieta, quien les contó que varios capítulos de la historia del país se escribieron con un mar carmesí que recorre las venas de hombres y mujeres valientes que anhelaron cuidar al país como al mágico cóndor que adorna las montañas llaneras. Ante ese relato, los niños prometieron cuidar el país desde sus barrios y la escuela con prácticas como el reciclaje, el cuidado de la naturaleza y el amor desmedido por la familia y la escuela.
Los niños estaban tan fascinados que deseaban ver más cosas, pero el cisne les recordó que al mediodía regresarían al museo. Entonces, las camelias y los robles les contaron que el general Bolívar era tan viejo que solo podrían narrarles que sus últimos días en la Quinta de San Pedro Alejandrino son el reflejo de un hombre que luchó por un continente de deberes y derechos, que pequeños como ellos hacen florecer entre azucenas de paz.
Los pequeños estaban tan felices y el reloj recordó que faltaba un minuto para el medio día. Leones los llenaron de juguetes y dulces que los acompañarían en su regreso al museo. En ese momento, los pequeños despertaron y se dieron cuenta de que estaban en el museo, junto a la maestra que los había llevado a ese mágico viaje. Sorprendidos, le preguntaron a la maestra si era verdad todo lo que soñaron. La maestra respondió:
La vida es un museo de sueños: que pinta los arcoíris que los niños desean.
Yessika María Rengifo Castillo
Escritora colombiana. Docente, licenciada en Humanidades y Lengua Castellana, especialista en Infancia, Cultura y Desarrollo, y magíster en Infancia y Cultura por la Universidad Distrital Francisco José De Caldas, Colombia. Desde niña ha sido una apasionada de los procesos de lecto-escritura, ha publicado en varias revistas. Ha participado en diferentes concursos nacionales e internacionales de cuentos y poesías. Autora del poemario Palabras en la distancia (2015), y de los libros El silencio y otras historias, y Luciana y algo más que contar, en ellibrototal.com. Ganadora del I Concurso Internacional Literario de Minipoemas Recuerda 2017 con la obra No te recuerdo, Amanda.