Exponenciales para necios
Vinicio Barrientos Carles | Política y sociedad / PARADOXA
La necedad es la madre de todos los males.
Marco Tulio Cicerón
Buscando el epígrafe para este artículo, como antesala relativa a la necedad del ser humano, me he topado con una inmensa cantidad de posibles acápites, todos buenos y pertinentes, provenientes de distintos personajes de la historia, en diferentes contextos y con énfasis diversos. Y es que pareciera que la necedad ha sido y es una de nuestras más grandes falencias, la madre de todos los males, como bien señalaba Cicerón. Lo peor del caso es que la necedad puede ser colectiva, y más aún cuando el contexto particular lo permite y lo promueve, adquiriendo dimensiones fuera de toda racionalidad. En este sentido, no es ningún secreto la existencia ancestral de nuestra cultura de resistencia, pasiva y más recientemente expresada a voces en las redes sociales y los medios libres para la expresión personal. Sin entrar al detalle de las causales, uno puede reparar en la abundancia de personas que, desde ámbitos disímiles, se dedican a la negativa sistemática de todo lo que determinada autoridad pueda manifestar, básicamente, porque en sus mentes no existe una posibilidad distinta de esa: que toda autoridad miente, siempre, porque su fin último es la manipulación.
Esta cultura negacionista, o de resistencia sistemática, la vemos por igual confrontando distintos modos de autoridad social, sea que se trate de los gobernantes, de los académicos o de los expertos en determinado tema. El punto grave en esta actitud es que ellos, los radicales, terminan siendo las primeras víctimas de eso que quieren evitar: la manipulación mediática. El problema de fondo al adoptar este tipo de conductas extremistas, cerradas y unívocas, es la falta de sentido crítico que promueve, convirtiéndose en un círculo vicioso que no deja a nadie afuera. Aunado a ello, esta ausencia de pensamiento crítico se ve nefastamente incrementada en un pueblo que no posee las bases educativas suficientes para generar los niveles más altos en las taxonomías curriculares, impidiendo de esta forma los procesos mentales propios para la evaluación, el juicio crítico y la construcción de los esquemas personales de pensamiento.
Así pues, nuestras dolencias cognitivas, y generalmente las afectivas también, derivan en un terreno fértil e idóneo para la recurrente replicación de la irracionalidad y el pensamiento estrecho, altamente correlacionado con esto que llamamos las necedades. De esta guisa que caemos fácilmente en la polarización de criterios, que en los mares de la ignorancia alcanzarán su máxima expresión, dando carta abierta a la toma de decisiones basadas en nuestras precariedades individuales, provenientes desde la más profunda irracionalidad, que en lo personal es grave, pero que en lo social resulta catastrófica. La razón para ello es que la repetición necia de las falsedades termina convirtiéndolas en la gran verdad de las masas, idónea por su simplicidad y su inherente incuestionabilidad.
Aunque el estimado lector no lo crea, estos vuelos meditabundos y reflexivos provienen de algunos comentarios persistentes orientados a la negación del crecimiento exponencial de cualquier brote epidémico, como hemos descrito en algunos artículos referidos a este tema. En particular, me han llegado publicaciones y comentarios de supuestos análisis cuantitativos basados en los datos disponibles, que pretenden ajustar modelos lineales de crecimiento para la descripción de la evolución del contagio de esta pandemia en nuestro país. Me han parecido sorprendentes tales planteamientos, quizá tanto como aquellos que han criticado mis opiniones sobre la ausencia de un instituto matemático centralizado que pueda abordar con el nivel académico requerido las problemáticas de esta índole. No me he atrevido a corregirles, pues, siguiendo las experiencias que he tenido en las redes, en donde cualquiera se expresa creyendo que todo es opinable y que la verdad les asiste tan solo por la persistencia de sus argumentos, he optado por guardar silencio.
Enfocándonos, podemos concluir que la ausencia de cuadros doctorales e instituciones de referencia en las ciencias básicas en nuestro país hacen que un profesional, con unos pocos cursos universitarios más en una determinada disciplina, pueda ser catedrático de licenciatura y termine, al final de la historia, considerándose el mejor conocedor del tema. En contraposición, ejercer el nivel doctoral en el primer mundo implica desarrollar procesos de investigación en el área, realizando continuas publicaciones desde las instituciones que los sostienen, por lo que no son comparables los niveles de compromiso científico y los conocimientos que se manejan. Empero, aquí los tenemos, a estos profesionales guatemaltecos, proponiendo que los datos que se tienen de las confirmaciones del COVID-19 encajan mejor en un modelo lineal de estimación. Ni como juego resulta aceptable o permisible, convenciéndonos de que la pobreza del tercer mundo no es una cuestión exclusivamente económica o material.
La gravedad del problema de estos focos de difusión recae en el gran público al que llegan los mensajes erróneos, un auditorio en el que una posición académica no podría funcionar, y menos cuando existen seguidores interesados en quedar bien con los proponentes de determinados esquemas de decisión, entendibles quizá, pero igualmente equivocados. La irracionalidad en cualquier discusión crítica salta a flor de piel. Al pensar sobre los motivos que impulsan a cualquier tipo de terquedad, se descubrirán siempre estímulos e intereses de naturaleza política, es decir, algún aspecto de poder que se obtiene a través de la misiva que se sostiene neciamente y con férrea testarudez. En cierta forma, uno podría pensar que estas necedades se dan en personas sin escuela, no estudiadas, pero sorprendentemente nada está más lejos de la realidad. De hecho, es mucho más difícil cambiar la opinión de las personas que ostentan estudios o posición social, que la de aquellos que se encuentran más conscientes de su propia ignorancia. A este mismo respecto, se atribuye al Buda Gautama el siguiente aforismo:
Hay quienes lamentan su necedad, este ya no es un necio; más necio es aquel que sin conocerse a sí mismo, dice ser inteligente.
Concluyendo, tengamos claro que el crecimiento exponencial de un brote epidémico no es fortuito ni casual, como tampoco lo es la trayectoria parabólica que describe una piedra al ser lanzada por el aire o la forma catenaria que asume un cable sostenido por sus dos extremos. Las curvas y los procesos en estos fenómenos naturales responden a determinados modelos matemáticos incuestionables. Claro, en el caso del brote, hemos comentado la emergencia de muchos más factores, dada la complejidad social interviniente, pero me parece que será conveniente insistir en ello desde otra columna.
Alternativamente, ha sonado mucho la entrevista al médico infectólogo Eduardo Arathoon, a quien lastimosamente las autoridades gubernamentales no han querido escuchar más. Vale la pena continuar con este énfasis, compartiéndoles estas perspectivas para sus correspondientes análisis. Una cita atribuida a Albert Einstein nos sirve de epílogo para las mismas:
La sociedad avanza al ritmo de nuestros pensamientos, por lo que si quieres cambiar la sociedad, primero debes cambiar tu forma de pensar.
Imágenes principales tomadas de Systems JHU y elPeriódico, editadas por Vinicio Barrientos Carles.
Vinicio Barrientos Carles
Guatemalteco de corazón, científico de profesión, humanista de vocación, navegante multirrumbos… viajero del espacio interior. Apasionado por los problemas de la educación y los retos que la juventud del siglo XXI deberá confrontar. Defensor inalienable de la paz y del desarrollo de los Pueblos. Amante de la Matemática.
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