Emigrar hacia la nada, de Sebastián Arce
-gAZeta | RESEÑAS–
Recuerdo con precisión el momento en que por primera vez hablé con Sebastián Arce, en Nicaragua, en el marco del Festival Internacional de Poesía de Granada. Ahora que lo pienso, no fue hace mucho tiempo, a lo mejor el suficiente para que el recuerdo provoque cierta nostalgia. O a lo mejor, la forma en que medimos el tiempo nunca hace justicia a la velocidad con la que lo vivimos. De ese entonces para acá, vimos la calle Santander donde entonces tomábamos cerveza, atizada por el miedo y la rebeldía, la rabia y la indignación de la gente. Luego, la vimos sumirse en una especie de letargo, que en nada se parecía a aquellas noches que a nosotros, entonces, nos parecían interminables.
Lo que más recuerdo de ese encuentro es que Sebastián estaba ahí, entre otras cosas, para recopilar información para su tesis de maestría. Una tesis verdaderamente impresionante, que versaba sobre el sistema poético centroamericano. La ponencia que acabamos de escuchar ha sido construida bajo la posibilidad de ese documento. Desde ese momento, o a los pocos meses, le dejé saber mi admiración por semejante trabajo. Se trataba de una tesis que, a todas luces, había sido concebida con el afán de aportar, de discutir; respondiendo a esa necesidad apremiante de vernos como región, de pensar la poesía y la cultura de Centroamérica más allá de los estrechos límites de los estados nación. Por eso, el hecho de que Sebstián presente un libro, publicado en Guatemala, en este país, me parece algo muy significativo. Creo que es un gesto que responde a una búsqueda. Una búsqueda que hemos hecho algunas personas que, en ese peregrinar, nos hemos dado cuenta de que la poesía no puede ni podría jamás tener patria. Hoy tenemos el gusto de conocer esta poesía nómada de Sebastián en el marco de este congreso. Y eso me hace sentir honrado y feliz.
A propósito de las patrias y las pertenencias, quisiera hacer un comentario, descriptivo y limitado en función del tiempo, sobre lo que me dijo Emigrar hacia la nada, cuando lo leí hace apenas un par de noches.
El poemario me parece muy heterogéneo en cuanto a sus temáticas. Sin embargo, creo que es posible hacer algunas generalizaciones y, a partir de ahí, indagar sobre sus posibles sentidos.
En principio, me parece que es un poemario cuyos textos surgen de una subjetividad reflexiva, muy volcada sobre sí. Los poemas hablan de una búsqueda personal, de un autodescubrimiento. Se trata de poemas que profundizan en el yo, que van en una espiral pero no expandiéndose sino haciéndose cada vez más pequeña, para calar más hondo y explorar con mayor profundidad en esos elementos que lo configuran. Es ahí donde encontramos el temor, la tristeza; pero también donde encontramos la fuerza y la tranquilidad. Es dentro de sí que el poeta encuentra las colinas para hacer rodar sus angustias.
De la autorreflexión surge una poética profundamente racional, que encuentra su sentido luego de una interpretación meticulosa, que por momentos se torna críptica. El poeta, cerrado sobre sí, se presenta como un viajero que ofrece su corazón hacia la noche, con una identidad inestable, como la del río; fragmentada en sonidos y paisajes: imágenes sensoriales que buscan hablar, o representar una subjetividad compleja.
De forma obsesiva aparece la mención del fracaso, ambigua en su definición, pero clara en el efecto que provoca para el lector. La frecuencia con que se menciona logra transmitir la importancia y el agobio sentido por no lograr adecuarse al marco de desarrollo individual, en cualquier ámbito, que siente el poeta.
La extensión de los poemas es muy variable. Algunos le apuestan a la síntesis de las poéticas del momento, que buscan representar un instante –aunque muchas veces no se trata de una representación descriptiva, sino de una aguda reflexión– que opera luego en un campo de descubrimientos y autoflagelaciones. Hay otros, en cambio, que son un poco más extensos y son esos los que prefiero. Poemas como «El místico» o «Balada interminable» que se suscribe a otra de las temáticas frecuentes del poemario, que es la crítica del sistema de la poesía, son, a mi parecer, los que mejor se logran construir. Cuestionan a su vez esa falsa idea, heredada por el romanticismo, de la relación del arte con el bien, el cultivo del espíritu y la mesura. Incluso, cuestionan la idea que relaciona al arte con la solidaridad y la convivencia fraterna.
Al terminar la lectura del poemario, me quedé con una sensación muy triste. Es inevitable poder generalizar cierto pesimismo, cierta visión desencantada de las perspectivas que se tienen sobre el mundo. Pensé entonces que la desolación debería de medirse en distancias, siempre distancias: metros, kilómetros, años luz. Es la distancia que nos separa de nosotros mismos. La genealogía de la tristeza es la distancia. Las luces intermitentes de la carretera que nos recuerdan que el mundo está hecho de gente yéndose, despidiéndose en busca de otros encuentros y construyendo un camino de hormigas silenciosas, que hurgan entre el corazón ofrecido como sacrificio a la noche, que aparece tanto en los poemas. ¿Qué nos dice un camino sobre el caminar? Es difícil saberlo. A lo mejor sea solo una pregunta al aire, pero me gustó mucho la respuesta que nos da Sebastián en el libro:
mientras persistás en el éxodo,
ahí estaré…
S. A.
Por Carlos Gerardo
Este libro fue publicado en Guatemala, por Proyecto editorial Los zopilotes en 2019.
Texto leído en la Universidad Rafael Landívar para la presentación del libro, en el marco del XIII Congreso Internacional de Filosofía.
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