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Poemas de Perla Rivera Núñez

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Poemas de Perla Rivera Núñez

-Perla Rivera Núñez | POESÍA

Mujer inédita

Sí, inédita.
Testigo de apellidos
escritos en páginas de agua.

Barcos de papel que diseñan la huida,
mutilados casi siempre en las alcantarillas.

De niña perdí el miedo a esos túneles,
curiosos laberintos subterráneos
tan parecidos a los ojos del viejo usurero de la primera calle.

Desde niña entendí que a la mujer del espejo
se le acaricia con la mirada
porque su luz es la herencia de nuestros ancestros,
la mujer de mi lado interno me guiña su tercer ojo
susurra lentamente que olvidó el ritual de ponerse de rodillas
y se negó a atar los Jilgueros
en los barriletes.

De De niña nunca le temí a los laberintos


Dicen por ahí que mi cuerpo es un pedacito de cielo cedido a los pájaros, que el diluvio se dibujó en mis retinas 540 años antes del eclipse, que mi voluntad es a prueba de premoniciones, y a veces doy la impresión de ser un pájaro kamikaze que se lanza desde un astro perdido.

Dicen también que he sido precipicio, que he leído demasiado a Pessoa ,casi como una devota, y aún hablo –sin mesura– de las ceremonias que se celebran dentro de un par de cráneos.

Han llegado a comentar sobre el pecado que ocultan mis manos, de mi condición intensa y territorial, y en algún momento también han percibido como se duermen las luciérnagas con el rastro de alguno de mis abrazos. Yo, lo confirmo todo.

De Mujer inédita


Fuego y jazz

Poco puede hacer una mujer sin voz
quizás dibujar caminos en el polvo de los objetos de su casa
u observar sus actos como descripciones apócrifas.
Poco podía hacer esta mujer sin un grito dentro,
confieso que me he encontrado.

Nena contaba que mis antepasados cruzaron el océano,
la travesía histórica por el estrecho de Bering.
Mujeres misteriosas con cabelleras encendidas
y con una cruz de sacrificios envuelta en sus pañuelos cuadriculados.
Les colgaban de su ropa mapas y brújulas
y tenían en sus trenzas grillos que cantaban jazz o algo parecido.
Todavía se asoman sus caras en mis gestos,
son los Nenúfares azules en mis amadas fotos de Matisse.
Con todo el sentido común me iniciaron en el arte de la premonición
me heredaron velitas blancas y estrellas de mar
y les debo cada letra de mi atormentado vocabulario.
Mi voz es ahora una llamarada que en algún momento sonará como el jazz.

De Mujer inédita


Debajo de mi falda

Hace siglos, desde que me hice niña, he podido sacarme el corazón y decorarlo con cintas, clavarle alfileres, dejarlo sangrar y seguir jugando. Hace siglos cuando mis cabellos eran una cascada sobre las piedras, yo volteaba y me sonreía frente al movimiento del agua, mordía mis labios.

Mis pasos oscilan en una cuerda hecha con mis propias arterias, el abismo no es más que un motivo. Ser mujer fue siempre el salón de los vientos, la música y el aullido.

El vientre ha sido motivo de censura y de espasmos. Olas y mar salvaje que se abre a la vida, que se multiplica en eslabones de ceniza. Un ejército de frases mudas muere con un rostro que se ha anclado en la palma de mi mano, esa mano acusada de fornicar y ceder a los delirios.

No soy de jaulas en mis cuerdas vocales, ni en ningún átomo de mi cuerpo y a pesar de los reparos, cada vez que digo mujer, desnudez, amor, sexo, debajo de mi falda hay un suicidio colectivo de estrellas.

De Nudo


Olvido

Se enmoheció el sitio donde cuelga nuestra foto:
plegaria con rostros aún sonrientes,
el tuyo, con el cristal como máscara que defiende una sombra
y el mío como un ave amarilla,
que resucitó de la guerra
esta tarde de junio.

De Nudo


Sobre un girasol que casi muere de sed

Hoy le pedí perdón a nuestro girasol.
Cómo explicarle que la vida me abrió las manos
y que mi cuerpo ingenuo, desnudo como un espejo,
perdió la memoria en el tuyo.
Le he olvidado por registrar un sol que no concluye en tus ojos.
Le he abandonado por dejarme caer desde tu boca.
Pero cualquier milagro puede ser, si existe una ventana.

La locura camina a mi lado, es cierto,
pero me sujeto a la brújula y el ancla que llevas en tus manos.
Lo humedezco con toda la ternura posible, así como me enseñaste a sentirla.
Siempre me dices que la dicha se encuentra en las cosas sencillas,
incluso en el vuelo de un par de luciérnagas.
Que las flores son poemas no editados
y perciben que el amor es tan urgente que nos apremia.

Tengo que traducirte ese susurro
en esta casa todavía llena de flores y de resurrecciones.

De Ensayo sobre la ternura (inédito)


Perla Rivera Núñez

(Ajuterique, Honduras. Licenciada en Letras y Literatura por la Universidad Pedagógica Nacional Docente, gestora cultural. Publicaciones: Sueños de origami (2014); Nudo (2017); Antología personale, editado en Venecia Italia (2019); Adversa editado en México (2019). Su obra «El abecedario del frío» ha sido seleccionada por la Editorial de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras para publicarse en 2020.

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