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El coronavirus se llevó a la mamá de mi hermano

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El coronavirus se llevó a la mamá de mi hermano

Julio Floresache | Arte/cultura / EL ARTE DE LA FUGA

La ingresaron por un accidente doméstico, un resbalón en una grada, una caída de esas que nos suceden a todos o le han ocurrido a alguien en la casa donde vivimos. La llevaron al Parkland Memorial Hospital, en Dallas, el mismo a donde llevaron a Kennedy el día de su asesinato en 1963, era tan solo una fractura de cadera que ameritaba intervención médica inmediata. Una persona de 83 años con una fractura de ese tipo requiere cuidados mayores y tratamientos hospitalarios especiales, y por eso la llevaron apenas el 22 de marzo. La mala noticia llegó el 26, había sido contagiada de coronavirus allí mismo donde la atendían por una fractura. Y así fue como el 30 notificaron que falleció. Es la primera persona de mi círculo cercano, de mi entorno y de la memoria familiar. Toca dar el pésame a mi hermano y a sus hermanas, y es este un homenaje a ella y a todos los que nos están dejando en estas tristes condiciones.

Ante esto surgen los temores sobre lo que podría pasarle a mi madre de 89 o mis tíos de edades similares, y por supuesto, a mis vecinos en la ciudad y a lo largo y ancho de este país anclado en la miseria histórica, con un sistema de salud en harapos por la corrupción y un Gobierno errático que dicta medidas de contención enfocadas a la protección del capital en lugar de hacerlo en beneficio de los ciudadanos más necesitados.

Con la familia extensa conversamos, en torno de algún momento en que todavía se podía uno reunir a comer o conversar sin las medidas extremas a las que estamos llegando, sobre las posibilidades de contagio que tenemos como trabajadores o estudiantes que debemos salir a cumplir con nuestras labores o quehaceres cotidianos. Aún no se había implementado el estado de sitio ni el toque de queda, tan solo se sabía del primer infectado en el país. Imaginábamos cómo sería el momento en que nos enteraríamos de alguien conocido, algún familiar o amigo que resultara en la cuarentena y confinamiento obligatorio que se implementó como primera medida y nos pusimos a elucubrar sobre las posibilidades de contagio, mientras comentábamos algunas de las teorías conspirativas o los innumerables memes y bromas que circulaban en las redes sociales.

Llegaron los días en que se hizo cada vez más difícil juntarnos. Ya no íbamos al trabajo, a menos que fuera estrictamente necesario y comenzó la comunicación virtual, en videollamadas o en chats colectivos que ahora están al alcance de un toque de pantalla y en algún momento volvió a surgir la inquietud de esa cercanía del contagio que todos estábamos evitando. Nos ha calado la incertidumbre de que teniendo Guatemala las condiciones sanitarias y el sistema de salud por los suelos, tengamos tan pocos contagiados y la curva del comportamiento del virus muestre que se le está ganando la partida. Uno desearía que todo eso que el Gobierno divulga como noticias oficiales fueran reales, pero nos damos de frente con los estudios científicos [1], que nos indican lo contrario[2]. Surrealismo puro, pensamiento mágico o fantasía, se nos aconseja ayuno y oración, y se apela a las bendiciones como única salida a una crisis de dimensiones planetarias.

Volviendo a la situación con el fallecimiento de la mamá de mi hermano, lo que se ve es que ciertamente en Estados Unidos, luego de lo de Italia y España, la situación ya se está saliendo de control. Nos llegan las noticias de grandes cantidades de fallecidos diariamente, llegando ya a casi los 5000. Se va convirtiendo cada persona en un dato más de las estadísticas y se comienza a perder el sentido de individualidad que como persona casi solo va quedando para sus seres cercanos y amados.

Me llegan noticias al whatsapp, desde el chat con un amigo que vive en Nueva York. Me cuenta del desabastecimiento en su condado, me indica: «está mal. Ya solo hay productos médicos de emergencia hasta para este domingo: batas, máscaras, guantes, etc.». Luego pasa a contarme que, como profesor de música que es en una escuela estatal, las clases en línea no funcionan como debiera de ser, puesto que los alumnos, pese a estar allí acompañados de sus padres que no van a trabajar por la cuarentena, no participan, no hacen tareas, solo firman y se van. Para agregar al caos, quienes dirigen el sistema educativo los han amenazado con que en Semana Santa tendrán que seguir dando clases sin el descanso respectivo. No puedo evitar contarle la sensación de impotencia que nos generan acá las medidas gubernamentales, ocultando aparentemente las dimensiones reales y los datos del contagio y la propagación, los que según los estudios científicos mencionados, harían la diferencia para medir en serio las condiciones reales en que se encuentra nuestro país con relación a la pandemia.

Es casi la hora del toque de queda de un jueves de cuarentena. Toca encierro obligado después de correr a comprar unas tortillas para el almuerzo, lo único que me ha obligado a salir hoy, mientras evito visitar a mi madre, quien, bajo el cuidado de mis hermanas, está pasando un día más de sus casi 90 años que cumplirá en agosto.

[1] Grecia Ortiz. «Profesor Chang: para combatir el COVID-19 se necesitan datos y para eso más pruebas». En La Hora, 29 de marzo de 2020.
[2] Ríos, Rony. «Guatemala es de los países con menos infectados, pero porque estamos diagnosticando menos gente». En elPeriódico, 1 de abril de 2020.

Julio Floresache

Músico con formación antropológica, o antropólogo con formación de músico. Escritor sin formación más allá de la lectura voraz. Publicó Tocar el cielo… con Editorial La Tatuana, Guatemala, 2010. Apasionado por la música, la cultura y la educación. Algunos textos suyos se han publicado en revistas virtuales y físicas.

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Correo: [email protected]

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2 Comentarios

  1. Ánimo y entusiasmo, apreciado Julio. En estos días volví a leer Tocar el cielo. Hace más de un mes que no voy donde la Chinita Anita. Esa última vez tuve una agradable conversación con los maestros de marimba.

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  2. Julio Floresache 10/04/2020

    Gracias, apreciable Denis. Tristes cosas que nos pasan en estos días.
    Me comentaron mis compañeros marimbistas.
    Abrazos.

    Responder

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