De pandemias, calamidades y otras plagas
Luis Felipe Arce | Política y sociedad / EL CASO DE HABLAR
Creo que la vida en la Tierra está ante un riesgo cada vez mayor
de ser destruida por un desastre como una guerra nuclear repentina,
un virus creado genéticamente y otros peligros inimaginables.
Stephen Hawking
La vida de los seres humanos aquí, en nuestra casa común, ha estado expuesta -desde tiempos inmemoriales- a la incómoda presencia de gripes, plagas, pestes, azotes, calamidades y una interminable lista de enfermedades que han provocado la muerte de millones de personas en todos los rincones del planeta.
Los marineros besan y se van
En su célebre libro el Decamerón, el escritor italiano Giovanni Boccaccio (1313-1375) destacó lo que se dio en llamar como la «peste negra», la epidemia más mortífera registrada en la historia, un mal que asoló Florencia entre 1347 y 1353, en el cual solo uno de cada cinco habitantes salvó la vida.
Según se logró establecer en su momento, la principal fuente de contagio se atribuyó al comercio entre Asia y Europa por medio de los marineros que frecuentaban la ruta. Ante la magnitud del flagelo, cientos de miles de personas quedaron abandonadas a su suerte y muchas de ellas fueron expulsadas de sus casas por sus propios y aterrados familiares, indefensos ante la dimensión de la pandemia.
La noche vino del mar, más negra que el carbón
Con el descubrimiento, colonización y conquista del continente americano no solo llegaron los españoles con su ambición desmedida, su prepotencia y sus sueños de grandeza. Los representantes del imperio en decadencia que vinieron a nuestras tierras trajeron -aparte de su dios, sus leyes, los espejitos, el incienso y la pólvora- un azote más letal, una enfermedad epidémica que se expandió a muchos de los territorios recién descubiertos… trajeron la viruela.
La viruela, según las crónicas de reconocidos historiadores, jugó un papel determinante para la derrota de los aztecas que defendían Tenochtitlan y provocó la muerte del emperador Cuitláhuac. Años después, también fue un factor importante para la derrota del Imperio inca. La viruela mató al emperador Huayna Capac, cuyo deceso generó una guerra civil que fue bien aprovechada por los conquistadores. Antes de la llegada de los españoles, los incas contaban con una población de más de 14 millones de habitantes. Para el siglo XVIII, la población estimada consistía, únicamente, de millón y medio de habitantes.
Sucedió en Orán
«Las pestes y las guerras generalmente llegan cuando la gente está más desprevenida, esto es, cuando nadie está pensando en ellas».
Albert Camus (novelista, dramaturgo, filósofo y periodista francés, nacido en Argelia) ambientó su trascendental novela La peste en la ciudad argelina de Orán, azotada por una plaga a mediados del siglo XX.
Según Camus: «para conocer mejor a una ciudad hay que averiguar cómo se trabaja en ella, como se ama y como se muere».
Bajo ese concepto, sin lugar a dudas, la enfermedad y la muerte juegan un trascendental papel en el comportamiento de las personas. Orán, según el propio Camus «era una ciudad activa, fea y monótona en donde sus habitantes solo pensaban en trabajar para enriquecerse y reservar los placeres mundanos para los escasos momentos de ocio que se disponían. En esta cuidad, la rutina de la vida es frenética y rutinaria».
Sin embargo, algo cambiaría abruptamente esa forma de vida… la aparición de una terrible y desconocida epidemia que asoló a la ciudad, barriendo de la calle a cientos de cadáveres diarios.
Camus pone el dedo en la llaga; analiza que cada ser humano reacciona diferente frente al mismo problema, recalca que el conflicto radica en cómo el hombre, al verse cara a cara con un problema mayor, intenta hacerle frente con diferentes actitudes y posturas -como con todas las cosas que se salen de las manos-, estudia, a fondo, los diferentes conflictos entre los personajes y sus destinos… destinos que deben modificar por sus propios medios, si es que quieren salir con vida de esta infartante situación. Destaca, eso sí, el valor, coraje y determinación de los hombres -como sociedad- ante los desastres naturales y que las conductas humanas se mantienen inalterables en el tiempo. Tres posturas son las más señaladas en su libro: la soledad de los hombres, el compromiso con la humanidad y enfrentar lo inevitable.
La suma de todos los miedos
De los temores conocidos, el miedo podría ser definido como el principal para el ser humano, y lo desconocido, es el temor fundamental. Nuestros primigenios antepasados siempre estaban expuestos a posibles peligros y, si bien es cierto, sabían qué hacer ante lo que ya conocían, el hecho de aventurarse libremente en lo desconocido podría resultar de fatales consecuencias.
El miedo a lo desconocido puede ejemplificarse, más que todo, en una herramienta que nos ha sido y sigue siendo sumamente útil en la cadena evolutiva, desde la creación hasta nuestros días.
Los miedos y las inseguridades del hombre se han combatido desde el inicio de nuestro tiempo aquí en la Tierra, por medio de la superstición, y eran los chamanes y los brujos quienes, mediante panaceas, ritos, brebajes, hechizos y recetas, devolvían a las personas la esperanza y la fe. Toda sociedad, a lo largo de la existencia del hombre, se ha apoyado en la magia para alejar sus temores ancestrales. Por lo tanto, no resulta fuera de contexto el asegurar que la magia ha sido, y sigue siendo, una póliza de salud total, aunada a las bulas, las indulgencias, las reliquias y los amuletos.
El hombre, como tal, no ha cambiado gran cosa en los últimos milenios, el miedo y la inseguridad siguen siendo los mismos por los siglos de los siglos. Las vacunas, los antibióticos, el cloro o la penicilina, entre otros, si bien es cierto que han contribuido a reducirlos, no han podido evitar que aparezcan miedos a otros males como los nuevos virus creados genéticamente (caso del COVID-19). Matar un miedo significa, hoy por hoy, dar vida a otro u otros.
El reconocido investigador Dr. Isaac Marks, del Instituto de Psiquiatría de Londres, asegura que: «Temerle a lo desconocido es importante, si es que ese miedo se transforma en una ansiedad que paraliza al individuo. Si se convierte en un problema, dicho miedo es una respuesta humana básica que protege a la persona desde los tiempos de nuestros antepasados más lejanos, evitando así que entremos de forma impulsiva y peligrosa pero… como todo temor, debe ser controlado para poder funcionar y no ser presa fácil de la ansiedad».
En consecuencia, los humanos tendemos a asustarnos ante situaciones nuevas, no importa que tan valientes seamos, ya que el miedo a lo desconocido es universal y forma parte del comportamiento humano.
Conviviendo con la crisis
Volviendo a La peste, Camus nos narra en forma dramática las impredecibles reacciones en la forma de vivir, el comportamiento y la forma de analizar las crisis directamente al interior de los afectados. Destaca, con mayor profundidad, el valor y solidaridad humana ante situaciones de alto riesgo; en medio de semejante estado de calamidad pública resaltando como principal valor, la actividad de tres doctores que descubren el sentido de la solidaridad en su labor humanitaria.
La historia nos ha demostrado hasta la saciedad que, a pesar de los más grandes desastres y contingencias, la humanidad siempre se ha sabido reponer a las más crudas realidades. Con fe y determinación nunca ha sido derrotada, entre tropezones y numerosas caídas ha salido adelante a pesar de los más duros desafíos.
Es innegable que la globalización reduce el poder de los gobiernos nacionales, lo universal limita y oprime a lo local, y el nacionalismo, irremediablemente, se doblega ante el cosmopolitismo, sin embargo, dentro de este desolador contexto de las relaciones humanas, dentro de esta telaraña de miedos, resurge y brilla con luz propia el optimismo.
Si bien el optimismo por sí solo no derrota al miedo, ni a la inseguridad, ni a la muerte… simplemente la engaña. El optimismo encuentra su verdadera razón de ser cuando las crisis nos agobian, cuando no encontramos respuestas y cuando pareciera que el mundo se nos cae a pedazos ante la entrada de innumerables males sociales que no vienen solos ni aparecen de la nada y nos obligan a vivir en medio de las más dramáticas circunstancias, como las que nos trajo el nuevo año con el COVID-19.
Las prioridades cambian, la lucha por la vida se convierte en nuestra razón vital y nos demuestra que si no intentamos cambiar las cosas, de seguro vendrán males mayores. Sin temor a equivocarnos, estamos ante críticos momentos donde descubrimos que hay una falta clamorosa de solidaridad. La solidaridad fue el vínculo que nos hizo evolucionar del orden de los primates al orden de los humanos. Solidaridad implica reciprocidad, si no existiera la solidaridad no tendríamos manera de sobrevivir como especie.
Somos simultáneamente, sapiens y demens… dos caras de una misma moneda, es necesario comprometernos a fortalecer un incluyente pacto social que nos permita convivir y evitar que nos devoremos recíprocamente.
Estamos obligados a reescribir nuestra historia, obligados a buscar en nuestra raíz, a sacar el resto y asegurarnos que nos encontramos preparados para enfrentar cualquier tipo de conspiraciones y que podremos pasar sin mayores problemas, como bien lo escribió Manuel Galich en Del pánico al ataque (Tipografía Nacional, 1949).
Imagen principal, San Sebastián reza por las víctimas de la peste de Josse Lieferinxe, tomada de Wikimedia Commons.
Luis Felipe Arce
Guatemalteco. Ingeniero civil, por varios años gerente de Producción para Centroamérica de una importante corporación mundial dedicada a la fabricación de materiales refractarios y aislantes. Actualmente, consultor independiente.
Correo: [email protected]
Excelente reflexión sobre la vida y la muerte. Gracias Luis
Gracias estimado Tonito, ante situaciones críticas como la que actualmente vivimos, vale la pena recordar lo que en cierta vez escribió Antoine De Saint Exupery en El principito «El hombre se mide, se descubre; cuando se encuentra con un obstáculo»
Felicitaciones mi QH.: por escribir sobre interesantes temas de actualidad. TAF
Gracias estimado Esaú, en realidad esa es la linea editorial aquí en gAZeta, contribuir con opiniones fundamentadas que contribuyan y sirvan de orientación para poder ayudar a sacar entre todos, nuestras propias conclusiones
Me gustó su artículo, bien documentado. Agrego algo a lo que usted nos regaló. La conquista de Guatemala fue en 1524, pero la peste de viruela llegó en 1518 y mató gran cantidad de gente, entre ellos los dos caciques más importantes de los cakchiqueles, fueron los tamemes (comerciantes) quienes trajeron el mal de México.
Interesantisimo aporte estimado José, tan oportuno como necesario.
Mi agradecimiento sincero.
Oportuno como siempre mi querido Guichín, tocaste el punto y es una lucha constante la búsqueda de la verdad que es la medicina única que puede combatir el miedo.
Totalmente de acuerdo con tu comentario estimado Arturo y es que sólo con la búsqueda incesante por conocer la verdad es como se puede combatir al miedo, la superstición y el fanatismo que tanto daño han hecho en el mundo.