Guatemala multicultural ante la crisis mundial
Fernando González Davison | Política y sociedad / DING DONG
Ante esta crisis hay que entender que los pueblos no son los mismos en cualquier parte del mundo. Cada uno habla y enfrenta el peligro y su desarrollo de manera diferente, y así cuida a su familia o escoge esposa a su manera. Además del coronavirus, ahora viene la guerra de Turquía contra Siria y Rusia. En nuestros pueblos tradicionales vernáculos, los de fuera son unos excéntricos si les llevan soluciones a sus problemas porque no los conocen, ni a sus pueblos vecinos rivales.
La semana pasada recorrí Huehuetenango (un millón de habitantes) en compañía de mi hija que investigaba sus costumbres y cómo se alimentaban. Ella tiene la meta de que la gente coma mejor. Su geografía es la más alta y seca del país, con parajes tropicales al norte. Un síndico de la municipalidad de Todos Santos nos expuso la variedad geográfica y las diversas formas de producción de alimentos que se dan en su región: en las tierras altas y frías, donde escasea el agua, se produce solo papa y ovejas, que surten la lana para hacer ponchos, y avena para animales domésticos, pues la población no la come. Como la gente está aislada, le resulta difícil ir al mercado a comprar verduras y frutas que se producen en las tierras bajas, donde hay abundante agua. Al norte de Todos Santos, siguió el síndico, se produce café, muy apetecido en EE. UU. Los vientos secos lo protegen de las heladas en alturas de dos mil metros sobre el nivel del mar. De lo anterior se infiere que la variedad climática y la variedad étnica van juntas, en Huehuetenango hay cuatro etnias: mam, que predomina, akateko, q’anjob’al y poot; aparte están las villas hispanas o metizas (o ladinas) como parte de ese mosaico intercultural. La población mam también predomina en el departamento de San Marcos (incluso en Soconusco), y sus vecinos son los sikapenses, asakatekos, sakeepenses, waakatekos y sekapultekos. Para los frailes en la colonial Guatimalán era una babel de lenguas: cada etnia disponía de la suya en su ubicación geográfica con sus propias costumbres. En el departamento de Quiché viven separados k’iche’ y los poblados ixiles y kaqchikeles. En Petén están los itzá y q’echis, que también habitan en Alta Verapaz. En oriente se encuentran los pocomams, ch’ortis y xincas. El único dirigente que los unió a todos ellos fue Rafael Carrera, a quien llevaron al poder en dos ocasiones: 1839 y 1849, hasta que murió en 1865. En 1871 estas comunidades sufrieron expropiaciones y trabajo forzado con J. R. Barrios.
Los Acuerdos de Paz de 1996 reconocieron a todas estas comunidades o etnias como Mayas, pero la verdad es que sus lenguas, geografías y costumbres son diferentes entre sí y con los mestizos. Toca al Estado entenderlas y atender sus distintas necesidades para impulsar acciones de salud preventiva (bucal, nutrición), educación y empleo. Los mestizos del centro y oriente que hablan castellano tienen sus diferencias también. En oriente hablaban ladino de los sefarditas que llegaron de España en el siglo XVIII. Y ladinos les dijeron, término despectivo para el pardo o metizo de no fiar. El Acuerdo Sobre Identidad de los Pueblos Indígenas adoptó también el garífuna para los pobladores de Izabal es de origen africano. Eso muestra cuán compleja es Guatemala. Ante la crisis que se nos viene, hay que buscar el autodesarrollo (self reliance) y paz vía el Estado y la sociedad civil. Atender cada región y etnia según sus necesidades sin generalizar, porque Guatemala no es uniforme. Por culpa de la ignorancia, la corrupción y el narcotráfico incrustados en el Estado, y por los políticos vulgares estamos así de mal. Para responder a la crisis mundial hay que ir a los pueblos a aprender y actuar con ellos, no ir a «enseñar», como reza el lema de la USAC.
Fernando González Davison
(1948) Escritor, internacionalista y exdiplomático guatemalteco.