Vampiros. Cómo el mito llegó a la literatura (III)
Marilinda Guerrero Valenzuela | Arte/cultura / EL HUEVO ROJO
Otros rituales de entierro para evitar el vampirismo constaban en enterrar al cuerpo en sitios remotos, debajo de carreteras, a lo largo de fronteras entre países, mutilar el cuerpo por medio del uso de estacas a lo largo de los hombros, corazón, estómago, cabeza, decapitarlos, remover las extremidades, envolver el cuerpo en redes, amarrar las partes del cuerpo juntas para evitar que estas volvieran a unirse solas, colocar piedras dentro y sobre el ataúd para hacerlos permanecer dentro, llenar el ataúd de semillas o arena, algunos también dejaban comida por la costumbre que el alma necesita de agua, comida y dinero para hacer el viaje al otro mundo. Otros colocaban objetos como agujas, dagas, uñas, pequeños crucifijos.
En la tradición rumana, la hoz se coloca alrededor del cuello, así si el vampiro intenta levantarse de la tumba, se decapitará él mismo. Otra tradición rumana es la de atravesar tres estacas dentro de la tumba del sospechoso de vampirismo y esto automáticamente lo empalará y matará si el cuerpo trata de salir de la tumba.
Otra opción era quemar el cuerpo y esparcir las cenizas. Sin embargo, la cremación en esos años no era tan fácil de realizar. (Existía una superstición contradictoria que decía que se debía guardar un poco de las cenizas del vampiro cremado, de esa forma se podría mantener el poder de curar terribles enfermedades).
Algunos serbios desenterraban los cuerpos tres años después de la muerte para realizar rituales de limpieza a los huesos. Los huesos limpios aseguraban que el alma podría descansar en paz. En Grecia, el color de los huesos era importante: el blanco indicaba que estaba en paz, pero los oscuros revelaban la presencia de pecados, de modo que necesitaban la intercesión de rezos.
Los vampiros fueron asociados con enfermedades contagiosas, pestes, plagas a cultivos, sequías, muerte súbita, vidas de pecado y crimen. El vampiro europeo se contaminó con otras tradiciones, como el demonio de la noche (mora), duendes, el íncubo y súcubo. Los vampiros podían realizar apariciones en los sueños o asaltos sexuales en la noche. Podían tomar cualquier forma animal, más frecuente gatos, perros, ovejas, lobos, pájaros y caballos. El murciélago no fue un animal en el cual el vampiro se podía convertir, eso fue producto de la ficción y el cine.
Los vampiros eran seres con poderes supernaturales, con una marca física o podían ser hechiceros o brujas. En los tiempos contemporáneos, debido a las influencias de la literatura y el cine, los vampiros son vistos como personas con poderes supernaturales que fueron iniciadas al vampirismo por deseo o por el ataque del vampiro a través de la ingesta de la sangre como un acto de erotismo.
En el libro Causa contemptus mortis, Bartholin habla sobre la historia de un hombre llamado Harpye que ordenó a su esposa que lo enterrara en la puerta de la cocina, de modo que él pudiera ver qué sucedía en su casa después de muerto. La esposa realizó su pedido y después él se le apareció a varias personas en el vecindario, mató gente mientras estaban en sus ocupaciones, al punto que muchos de los habitantes empezaron a irse del pueblo. Un hombre llamado Olaus Pa tomó valor y corrió hacia el espectro con una lanza dirigida hacia la aparición. El espectro desapareció, llevándose el hechizo con él. La siguiente mañana Olaus hizo que se abriera la tumba de Harpye y encontró la lanza en el cuerpo del difunto. El cuerpo fue sacado de la tumba, quemado y las cenizas lanzadas al mar para que el espectro no regresara al pueblo.
En Polonia y Rusia los vampiros aparecían desde mediodía hasta la media noche, en lugar del atardecer y amanecer (la regla general). Una forma de volverse inmune al ataque de vampirismo era mezclando la sangre de un vampiro con harina, hacer pan y comerse una porción de este.
Pero fue hasta 1700 y 1710 que dos resoluciones, en el distrito de la Sorbona, que se prohibió cortar las cabezas y las mutilaciones de los cuerpos de las personas sospechosas de ser vampiros.
El acto de beber sangre no era nuevo. Existe una leyenda alemana conocida como Juan el fiel (Der Treue Johannes) donde una estatua le dice al rey: «Si tú, con tu propia mano cortas la cabeza de tus dos hijos y me salpicas su sangre, podré regresar a la vida». De acuerdo con ideas antiguas, la sangre es vida y recibirla es recibir vida, el alma del muerto desea vivir y, en consecuencia, ama la sangre. Es de importancia que el alma reciba lo que quiere porque si no es así, puede regresar y atacar a los vivos. Es posible que las mutilaciones de cuerpos, que hasta ese día acompañaron funerales, se hicieron con la creencia de que el espíritu se refresca con la sangre derramada. Los samoanos le llamaron «ofrecer sangre» a los muertos cuando los dolientes golpeaban sus cabezas hasta que la sangre corriera.
Los métodos para la detección de vampiros eran variados. Los habitantes de Valaquia escogían a un joven considerado inocente y con ningún tipo de impureza. Se colocaba sobre un caballo negro que no había sido montado por el joven y entonces el caballo caminaba a través del cementerio por todas las tumbas. Si el caballo se negaba a pasar sobre alguna tumba, a pesar de intentarlo varias veces, se creía que esta era hogar de algún vampiro. Existen reportes de que cuando se abrían estas tumbas por lo general se encontraban cuerpos con la apariencia de «hombres llenos de sangre, gordos y apuestos durmiendo plácidamente».
Por su parte, la iglesia aprovechó el vampirismo para excomulgar y castigar a pecadores. De esta forma, aquellos cuerpos que eran excomulgados era muy probable que se volvieran vampiros. Eso se podía determinar porque los cuerpos de estas personas «se volvían negros, emanaban líquidos y emitían un olor ofensivo». Así, los cuerpos de los asesinos y los suicidas eran considerados candidatos a ser vampiros si la familia no lograba el perdón del alma del muerto por parte de la iglesia.
François Pouqueville mencionó que cuando un cura o un obispo excomulgaba a una persona, este añadía a la sentencia de la excomulgación la siguiente frase: «Después de la muerte, que su cuerpo no tenga el poder de disolverse».
Imágenes tomadas de Julia Dias, Culietta.
Continuará.
Marilinda Guerrero Valenzuela
«Guatemala, 1980. Escritora, recolectora y contadora de historias, recuerdos y sonidos.Ha publicado los libros de narrativa Relatos de sábanas (Letra Negra, 2011), Escenarios de un mundo paralelo (Letra Negra, 2012) y Voyager (Subversiva 2015). Fue incluida en la antología Cuerpos, relatos eróticos por mujeres (F&G editores, 2015). En poesía publicó el libro Todos tenían derecho a estar presentes (Alambique, 2014). En literatura infantil y juvenil publicó la novela corta Odisea de tres mundos (Santillana, 2016) y Sector 23 (mención honorífica en la rama de literatura juvenil en el primer concurso Marilena López (2017), Editorial Cultura, 2019). Los cuentos Canelo y La abuela gata fueron ilustrados y publicados de forma digital como parte de un proyecto de difusión de literatura infantil guatemalteca. Actualmente forma parte del equipo editorial de la revista de cuentos Primeros auxilios y es fundadora de la revista de ciencia ficción Exocerebros. Con su biblioteca móvil va a distintos parques con el fin de incentivar el hábito de la lectura. Participó en el primer encuentro de narración oral Las Lobas en Honduras, 2018; en el 33 encuentro de narradores orales en Buga, Colombia, 2019. Realiza talleres de monstruología para incentivar la creación, la expresión a través de la pintura, la escritura y la imaginación.
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