Publicidad y manipulación (II)
Vinicio Barrientos Carles | Política y sociedad / PARADOXA
La publicidad es básicamente persuasión, y la persuasión no es una ciencia, es un arte.
William Bernbach
Iniciamos este artículo en la parte precedente, poniendo sobre la mesa de la reflexión la tremenda falta de cuestionamiento crítico sobre el abuso que hemos silenciosamente aceptado por parte de los promotores y ejecutores de la publicidad salvaje, que se ha apoderado paulatinamente de los medios masivos de comunicación, sea para el intercambio de información o para el entretenimiento. En el trasfondo de la problemática se encuentra el capitalismo consumista, en cuyo seno se ha gestado el paradigma de la venta y el marketing como el objetivo primordial de cualquier empresa comercial, y de cualquier otra en la que el ser humano pudiera participar. Por ello, hablamos de la díada publicidad–consumo como una entidad inseparable, lo que se evidencia cuando tomamos consciencia que para el publicista especializado, cualquier ser humano es conceptualizado como un potencial consumidor. Por otro lado, se antoja pensar que esta publicidad, originalmente pseudocomercial, va de la mano de una sentida necesidad de la manipulación de las masas, por todo tipo de medio, que permita dirigir el pensamiento acrítico y entorpecido de las grandes mayorías. Hoy más que nunca se ha hecho manifiesta la clara intención de llevar a todos a una homogeneidad reconfortante, tremendamente facilitadora para quienes utilizan los medios masivos de manipulación.
La palabra manipular proviene de la misma raíz que la palabra mano, y aunque refiere, primeramente, al trabajo de modificación que se puede hacer con las manos, generalmente nos estamos refiriendo al control por parte de las personas que se encuentran detrás de los medios, para la alteración exprofesa e interesada de algo en función de sus propias conveniencias. De manera particular, cobra especial relevancia la manipulación de la información, o la manipulación mental de las personas, mediante cualquier mecanismo o medio. Así, nuestra misiva se encuentra orientada a denunciar los intereses perversos que unos poderosos ejercen sobre otros, llevándolos «como ovejas al desfiladero». Esta intencionalidad manipuladora resulta manifiesta en los usos sistemáticos de la mensajería subliminal, por un lado, y de las herramientas informáticas «inteligentes», desarrolladas para tales finalidades, por el otro. Sobre la primera, estamos suficientemente advertidos con el abuso advenedizo de la sexualidad como mecanismo publicitario.
Siguiendo el curso de estas ideas, no resulta extraño elevar esta pérdida del control sobre los medios a un extremo de pensamiento apocalítico paranoide, sobre algunos elementos que, al margen de toda ética, pudieran tomar las riendas y el control del mundo entero, llevándolo a su exterminio final. Las fantasías sobre el fin del mundo por una inteligencia artificial que intente gobernar los destinos de la humanidad, o bien, las del trágico ascenso de un poderoso y acaudalado líder que disponga a su sabor y antojo quiénes deban sobrevivir a males fuera de nuestro control, son dos icónicos ejemplos de tales extremos. En este caso ya no solo hablamos de la publicidad comercial, sino que aparece otro elemento con el que usualmente se le confunde: la propaganda. La propaganda es una forma de transmisión de información que tiene como objetivo influir en la actitud de una comunidad respecto a alguna causa o posición, presentando solamente un aspecto de la realidad, argumentando desmesuradamente a favor de ciertos valores o posturas. La propaganda, al igual que la publicidad, es usualmente repetida y difundida en una amplia variedad de medios, con el fin de obtener el resultado perseguido, generalmente en asuntos de naturaleza política o religiosa.
Dicho llanamente, la propaganda puede ser usada como un «arma de guerra» en cualquier lucha de tipo ideológico. Así, resulta diametralmente opuesta al suministro de información libre e imparcial, mostrando únicamente una parte de la realidad, sesgándola, con la clara intencionalidad de influir en una determinada dirección. Su modo de presentar los hechos, de manera deliberadamente selectiva, propende a una respuesta fuertemente emocional, irracional, respecto de la información presentada. Ejemplos históricos bien conocidos son el uso chauvinista en la propaganda nazi, promoviendo el Holocausto, y el formato racista del neofascismo ultraconservador de los tiempos actuales, como en los sonados abusos del presidente Trump.
El tema de la ausencia ética en el uso de la manipulación mediática fue expuesto por Aldous Leonard Huxley, quien aseveró: «La eficacia de una propaganda política y religiosa depende esencialmente de los métodos empleados y no de la doctrina en sí. Las doctrinas pueden ser verdaderas o falsas, pueden ser sanas o perniciosas, pero eso no importa. Si el adoctrinamiento está bien conducido, prácticamente todo el mundo puede ser convertido en lo que se desee». Es vital observar cómo en los últimos cincuenta años los avances acelerados de la ciencia han generado una creciente brecha entre los conocimientos del público y aquellos poseídos por las élites dominantes, quienes utilizan la neurobiología y la psicología aplicada para sus efectos de manipulación. De esta guisa, el sistema termina ejerciendo un mejor control sobre los individuos, que aquel que ellos mismos pudieran proporcionarse. Esto deriva en la pérdida de la consciencia personal y del autocontrol sobre la vida de las comunidades, fenómeno ampliamente analizado por el lingüista y pensador Noam Chomsky, quien ha publicado una lista de las «10 estrategias de manipulación mediática», presentada a continuación:
1) Distracción: mediante la inundación de continuos datos no significantes.
2) Crear problemas: para después ofrecer soluciones.
3) Gradualidad: para lograr que se asuma una medida inaceptable, aplicándola a cuentagotas, por años consecutivos.
4) Postergar: una decisión «dolorosa, pero necesaria», que será aceptada más fácilmente en un futuro, cuando llegue la resignación requerida.
5) Minusvalía: dirigirse al público como si fueran criaturas de poca edad, ya que por sugestión, se tendrá una respuesta inducida desprovista de un sentido crítico.
6) Acriticidad irracional: priorizando los aspectos emocionales, produciendo un «corto circuito» en el análisis racional.
7) Mediocridad: manteniendo al público en la ignorancia y promoviendo los métodos utilizados para su esclavitud.
8) Complacencia: hacia la mediocridad, como algo natural, haciendo creer que es cool el hecho de ser estúpido, vulgar e inculto.
9) Autoculpabilidad: en el individuo, induciéndole a creer que es él es el culpable de sus desgracias, provocadas por su falta de inteligencia, capacidad o esfuerzo.
10) Supremacía del conocimiento: del sistema sobre el autoconocimiento personal.
A pesar de todo lo que se ha mencionado, es importante resaltar que no toda la publicidad es mala en sí misma; se trata de tan solo una herramienta, muy poderosa, que debe ser utilizada para fines benéficos, de manera responsable, dado los efectos que la misma potencialmente posee. Es aquí donde la ética debe prevalecer, en pro de una lucha frontal contra la deshumanizacion de las masas, que hoy por hoy, en los albores del siglo XXI, se plantea como una prioridad indeludible en las estrategias mundiales a favor del desarrollo y la generación de la consciencia para el buen vivir en los siglos venideros. Dejamos estas reflexiones en la mente del ávido lector, para su difusión y meritoria discusión.
Imagen principal tomada de diversos medios, editada por Vinicio Barrientos Carles.
Vinicio Barrientos Carles
Guatemalteco de corazón, científico de profesión, humanista de vocación, navegante multirrumbos… viajero del espacio interior. Apasionado por los problemas de la educación y los retos que la juventud del siglo XXI deberá confrontar. Defensor inalienable de la paz y del desarrollo de los Pueblos. Amante de la Matemática.
Correo: [email protected]
efectivamente, es un tema que se debería discutir más abiertamente. Tener concienia de esto facilita entender los límites de la pregonada «libertad». Muchas gracias por este ilustrativo texto