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La vida como accidente y como viaje: Emilia Serrano, una española-americana y las mujeres de hoy

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La vida como accidente y como viaje: Emilia Serrano, una española-americana y las mujeres de hoy

Mónica Albizúrez | Arte/cultura / INTERLINEADOS

Indudablemente, para las mujeres en el siglo XIX y principios del siglo XX –para muchas hoy en día también–, la vocación por pensar o escribir ha tenido que pasar por caminos accidentados, minados de obstáculos. El DRAE proporciona dos definiciones útiles de accidente: suceso eventual que altera el orden regular de las cosas o del que resulta un daño involuntario para las personas o cosas. Los accidentes son esos quiebres que nos desvían de lo pensado o deseado, son grandes o pequeñas alteraciones de lo que esperábamos o asumíamos como la regularidad de nuestras vidas. De ellos, se redefinen expectativas, se emprenden nuevas luchas y, también, se reacomodan definiciones centrales de uno mismo y de los demás. Los accidentes conducen también a tragedias.

Emilia Serrano (1838-1922), escritora española revalorada en los últimos años, no puede entenderse sin lo accidental. Originaria de Granada, pero afincada desde niña en París por razones profesionales del padre, Emilia se casa con un aristócrata inglés, el barón Wilson. El matrimonio, a lo ojos de hoy, sería un delito. Emilia tenía quince años. La vida matrimonial termina muy pronto. Dos años después de celebrado el enlace, Emilia Serrano enviudece. Poco después, fallece su pequeña hija de cuatro años de edad, Margarita Aurora. Un nombre demasiado luminoso para una madre que ve alterada su vida para siempre.

Evidentemente, la solidez económica familiar amortigua estos golpes. Podríamos comparar, por ejemplo, para la época, la situación contraria de la escritora y activista peruana-francesa, Flora Tristán, hija ilegítima, obrera, esposa maltratada y fugada, que parte al Perú para reclamar una herencia paterna, que finalmente no consigue. De este viaje queda el diario Peregrinaciones de una paria, publicado el año del nacimiento de Emilia Serrano (1838) y que constituye un cuidado y apasionado estudio etnográfico de la sociedad peruana.

Para Emilia Serrano, el duelo significa redefinir su vida, «el origen del cambio total que se operó en mi modo de ser y de pensar» (América y sus mujeres 14). Leona Martin indica que un viaje a España, el ejercicio de traducciones, la publicación de un manual de conducta para jóvenes, el Almacén de las señoritas, y la progresiva participación en revistas, como la conocida Revista del Nuevo Mundo, reconducen la vida de Emilia Serrano, cuyo pensamiento había estado «fijo en la catástrofe» (América y sus mujeres 14). Disciplina y movimiento: claves de sobrevivencia. Según recuerda la propia Serrano, en esos años empieza un sueño que se convierte en un proyecto central en su vida: ir a América. Los amigos y la familia reciben con escepticismo su voluntad de viaje, encarnando una sola voz: «la empresa sería grandiosa si no la viera como imposible para ser realizada por una mujer» (América y sus mujeres 21).

La empresa fue grandiosa. En 1865, Emilia Serrano viajó a Latinoamérica por primera vez, y la realidad americana la impresionó tanto que volvió dos veces más, estableciendo residencias prolongadas en Argentina, Perú, Ecuador, Cuba y México. Tal como aclara Carmen Burgos, Emilia Serrano no fue una turista, no obstante sus recorridos épicos por montes, ríos y volcanes, como la ascensión al Aconcagua o al Chimborazo. Burgos indica: «Y esos viajes no han sido de turista, han sido de mujer estudiosa, laboriosa, que ha trabaja incansablemente». En efecto, Emilia Serrano tuvo un objetivo claro: entrar en contacto con el mundo intelectual hispanoamericano y, particularmente, con las escritoras hispanoamericanas, como sería el caso de la argentina Juana Gorriti, la colombiana Soledad Samper o la peruana Clorinda Matto de Turner. Leona Martin apunta que hay un detalle fundamental en los viajes de Emilia Serrano: su maletín. Las notas guardadas en él se convertirán luego en cartas que sostendrán redes amistosas e intelectuales, artículos para revistas de circulación local y continental, y un listado admirable de libros, como por ejemplo, De Barcelona a México (1891), América en el fin de siglo (1897), El mundo literario americano (1903), América y sus mujeres (1890) y Bocetos biográficos. Mujeres ilustres (1899).

En este último caso, se trata de libros que cumplen una función importante: visibilizar a las mujeres que llevaban adelante una actividad intelectual en Hispanoamérica. Para Emilia Serrano era importante hacer circular un modelo de mujer independiente, implícito en la pregunta retórica siguiente: «¿Por qué la mujer no puede entrar en la senda de la laboriosidad intelectual, que, en un momento dado, la lleve a proporcionar con decoro la subsistencia de sus padres, sus hijos, o la suya propia, cosa que hoy por hoy le sería casi imposible, puesto que pocos, muy pocos, son los caminos que no le están vedados?» (Las perlas del corazón, 44). De ahí que sus libros centrados en mujeres, implican desplegar una cartografía de mujeres audaces que escribían, debatían y proponían ideas, y a la vez, con muchas dificultades, construían una independencia económica.

Pero también, como Beatriz Ferrús Antón señala, la escritura de Emilia Serrano excede el modelo romántico occidental que le era contemporáneo y, tal exceso, se concreta en una operación simultánea: la valoración de las culturas prehispánicas y de las mujeres. Ferrús acota cómo en América y sus mujeres, Serrano recopila mitos prehispánicos, pero sin someterlos totalmente al corsé de la leyenda romántica o cómo ella puede valorar una cultura milenaria a través de los restos arquitectónicos que desmentirían a «algunos historiadores europeos [que] niegan la civilización india y presentan todas las regiones americanas en la época de la conquista, como degradadas y salvajes» (América y sus mujeres 246).

Las relaciones entre los intelectuales españoles e hispanoamericanos en la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX fueron tensas. Los primeros adujeron muchas veces una ingratitud de los hispanoamericanos por adoptar modelos culturales franceses en desmedro de las raíces culturales hispánicas. Los segundos veían en ciertas figuras españolas intelectuales una autoritarismo incomprensivo con lo que estaba pasando en el mundo intelectual de las excolonias. Emilia Serrano logra salir de estos enfrentamientos desde su marginalidad frente a las instituciones culturales. No obstante su extensa labor literaria, editorial y de relaciones públicas, como mujer y como residente itinerante (lugares accidentados en las redes de trabajo), Serrano se sitúa fuera de cuotas de poder, consecuencia de ello es su olvido en las historiografías literarias. Esa marginalidad, sin embargo, fue clave: ella pudo ver más allá de lo establecido porque se movía con cierta libertad y porque sus ópticas eran frescas.

Pienso en tantas mujeres intelectuales y escritoras hispanoamericanas, hoy, que también se mueven en los márgenes de las instituciones culturales, con identidades atípicas, sin puestos de poder, transitando entre territorios y regiones, como Emilia Serrano. Me parece que ellas alcanzan muchas veces una capacidad de análisis vanguardista (la liviandad de no pertenecer), que escapan a categorías, vocabularios, poses, fronteras y rendición de cuentas de hombres y mujeres en el centro de la institucionalidad cultural, leáse universidades, fundaciones, organizaciones internacionales, organizaciones no gubernamentales, órganos educativos, etcétera. Evidentemente también, como Emilia Serrano, tienen menos visibilidad y, de ahí, el reto de ubicarlas, estudiarlas y valorarlas. Me parce que muchas de ellas, con otros maletines en la mano, están aportando ideas y perspectivas que son y serán fundamentales para entender este momento epocal en el arte y la escritura, momento de intensas paradojas.


Nota: este artículo se nutre de las siguientes fuentes:
1. Leona Martin «Emilia Serrano, Baronesa de Wilson (¿1834?-1922): intrépida viajera española; olvidada «Cantora de las Américas»», tomado de Ciberletras.
2. Beatriz Ferrús Anrtón, «Emilia Serrano, baronesa de Wilson y la literatura de viajes», tomado de Academia.

Fotografía principal, Emilia Serrano, retrato enviado a José Zorrilla en 1854, tomada de El Independiente de Granada.

Mónica Albizúrez

Es doctora en Literatura y abogada. Se dedica a la enseñanza del español y de las literaturas latinoamericanas. Reside en Hamburgo. Vive entre Hamburgo y Guatemala. El movimiento entre territorios, lenguas y disciplinas ha sido una coordenada de su vida.

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2 Comentarios

  1. Ethel Batres 23/01/2020

    Excelente artículo, Mónica. Gracias por traer a contexto el trabajo de Emilia Serrano. Sin duda, mostrar un rostro escondido nos hace sentir la presencia de múltiples mujeres que, en circunstancias similares, permanecen sumergidas en un mar de adversidades diversas que igualmente pueden ignorar un aporte intelectual destacado, sin importar la época.

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    1. Monica 26/01/2020

      Estimada Ethel Agradezco mucho tu lectura. En efecto, es importante rescatar la presencia de mujeres que, en el pasado, enfrentaron obstáculos y llevaron adelante una labor intelectual. Te mando un fuerte abrazo

      Responder

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