¡Descontaminamos o desaparecemos!
Roberto Ganddini | Para no extinguirnos / ESPIRAL
Pasando por el mirador de algún hermoso lago (Amatitlán, Atitlán, Izabal) o varios puertos u otros cuerpos de agua, nos fijamos en seguida en el bello paisaje. Uno de los orgullos de cualquier chapín, pues nos jactamos que tenemos los lagos más bellos del mundo.
Pero, lamentablemente, cuando conocemos la realidad, nos damos cuenta de que estos cuerpos de agua están en peligro de extinción debido a la contaminación, especialmente la provocada por aguas servidas. Esto hace necesaria la implementación de diversas prácticas que contribuyan a disminuir su contaminación y volverlos nuevamente bellos y limpios.
Una práctica obligatoria debería ser la de poner en funcionamiento plantas de tratamiento de aguas servidas.
Una planta de tratamiento de aguas servidas consiste en realizar procesos de separación de los componentes que llevan dichas aguas, los cuales son físicos, químicos y biológicos. Su fin primordial es eliminar los contaminantes que contienen las aguas servidas, para devolverlas a la naturaleza lo más descontaminadas que fuese posible.
Cuando las aguas no son tratadas, llevan una cantidad de sustancias contaminantes que se caracterizan por el exceso de proteínas, las cuales se depositan en los cuerpos de agua y van eliminando el oxígeno y la biodiversidad, creando grandes cantidades de algas que destruyen las especies y generan destrucción.
Las aguas servidas provienen, en su mayor parte, de sectores habitacionales, instituciones, industriales, comerciales, etcétera. Estas son transportadas por los drenajes para luego ser derramadas en barrancos, ríos, afluentes como lagos u océanos, sin ningún tratamiento, a veces el tratamiento es focalizado solo en algunos sectores.
Lo primordial debe ser que estas aguas se traten en los lugares donde se generan, es decir, sin importar si es un centro comercial, institución o colonia residencial que estas tengan la obligación por ley de tener una planta de tratamiento. Además, que las municipalidades tengan una planta de tratamiento general, donde la mayoría de las aguas servidas llegan.
¿En qué consiste una planta de tratamiento? Empieza con la separación física de los sólidos, empleando diversos sistemas; uno de las más comunes son las mallas o rejas. Seguidamente viene la separación de arena, o desarenado. Luego una sedimentación primaria para separar más sólidos y metales que se encuentran suspendidos en dichas aguas, como fósforo y plomo, principalmente. La sedimentación secundaria consiste en la conversión progresiva de la masa biológica a través de bacterias, aquí la masa biológica es separada o removida del agua en tratamiento. Finalmente, un proceso terciario, que es el tratamiento de las aguas como desinfección, filtración, etcétera. En este momento, ya está prácticamente lista el agua para lanzarla a las corrientes naturales, como ríos, barrancos, lagos o mares.
Lo ideal sería que los gobiernos locales contaran con una planta de tratamiento general para garantizar que estas aguas se encuentren lo más libres de contaminantes antes de llegar a los cuerpos de agua. Los gobiernos locales deben de tener no solamente una planta de tratamiento, sino varias que sean esenciales para garantizar que el agua que lanzan a la naturaleza no contamina.
Los sólidos residuales pueden ser reutilizados como abonos naturales y las aguas como fuente de riego en las zonas que sea posible, también en sectores poblados con una planificación dirigida, estas aguas pueden usarse para sanitarios lavables.
¿Si lo vemos tan fácil entonces cuál es el problema?
Diríamos primeramente que es una inversión, pero que esta no da beneficios económicos para que puedan ser aprovechados por los bolsillos de los funcionarios, sino que es una inversión para preservar el medio ambiente y garantizar la vida, o sea la existencia del ser humano.
En segundo lugar, no existe una conciencia ambiental entre los servidores públicos para implementar estas medidas, pues desconocen los beneficios que estas plantas de tratamiento pueden producir.
Los funcionarios públicos están acostumbrados a realizar acciones u obras que sean de una visión inmediata, como adoquinamiento, un estadio de deportivo, salón de usos múltiples, una carretera, etcétera. Estas obras les traen beneficios económicos, no importando si son los esenciales para los municipios o la población en general, sino siguiendo la cadena de lo más fácil y beneficioso.
Por el contrario, una planta de tratamiento no es visible, no genera ganancias económicas a los funcionarios de turno, muchas personas desconocen que existe esta infraestructura, es como un ángel invisible que cuida la vida pero que nadie lo ve. (Como ejemplo podríamos poner la planta de tratamiento de la Universidad de San Carlos, la cual funciona con una eficiencia magnífica y el agua que sale de la planta está con un nivel de contaminación casi nulo. Pero me atrevo a decir que el 90 % de la población universitaria no sabe que existe o no la conoce).
Por lo tanto, los funcionarios sienten que no vale la pena una inversión a gran escala y que además tiene costos fijos de mantenimiento mensual. Esto evidencia que no les interesa y que están en sus puestos no como servidores públicos, sino como mercaderes políticos y funcionarios al servicio de las grandes empresas dominantes.
Existe una ley que obliga a las municipalidades a contar con plantas de tratamiento que data de 2006, pero que siempre se ha postergado. Ahora, en el 2020, se les ha dado tres años más de prórroga para empezar a implementarlas, esto responde a signos de corrupción y de desconocimiento de la importancia en la ejecución de dichas plantas de tratamiento de aguas residuales o servidas.
Esta nueva administración debe tomar este tema y exigir a todos los sectores involucrados(municipalidades, gobernación, zonas industriales, colonias residenciales, etcétera) que construyan, de carácter urgente, estas plantas de tratamiento de aguas. De lo contrario, nuestras bellezas naturales, como los lagos, van a resultar siendo simplemente grandes pantanos sin vida, y la belleza quedará únicamente en las fotos que se lograron tomar en tiempos de esplendor.
La naturaleza ha resistido por millones de años, pero la falta de cuidado pasa su factura y la pasa donde más nos duele, en la destrucción de lo que más apreciamos. La naturaleza no va desaparecer: el Homo sapiens sí…. Es muy simple: o cuidamos la naturaleza e implementamos medidas para combatir la contaminación o desaparecemos como especie. La vida seguirá de otras formas y con otras especies.
Fotografía principal tomada de Prensa Libre.
Roberto Ganddini
Trabajó en la Universidad de San Carlos como director administrativo del Centro Universitario Metropolitano (CUM). De formación Agrónomo y con estudios en Administración y Economía. Así como un Diplomado de Desarrollo Sostenible y Prevención de Desastres (FLACSO). Además escribió para el periódico de la Universidad de San Carlos especialmente sobre problemas de medio ambiente, pero también de carácter social y coyuntura actual.